domingo, 31 de agosto de 2014

LA ELEGIDA (VIII)

Juana María Hernández Joy

ROGER DE BLANCHEFORT


-“El taxi nos está esperando, ¿vamos?” Le dijo Musset a Magda.

Pocos días después de su llegada al monasterio, el Coronel Musset emprendía viaje nuevamente, esta vez su destino era Barcelona; Magda había decidido acompañarle, deseaba volver a Carcassonne para hacer algo que había dejado pendiente la última vez que estuvo allí y que su tío Joan le reprochó que no hiciera. Debía de acudir al cementerio y visitar la tumba de Marie Magdalene D´Ortells, sabía que llegado el momento de ir, y ella misma le enseñaría el camino.

(Foto: Archivo Joana Joy)
Ya en el avión, Musset llevaba rato observándola y se preguntaba que le estaría pasando en ese momento por la cabecita a su niña Magda.
-“¿Estás bien, mi niña?”
-“Sí, mi coronel.” Le contestó mientras ésta observaba las nubes a través de la ventanilla del avión.
-“Te acompañaría hasta Carcassonne, pero debo atender unos asuntos personales de vital importancia para mí; no obstante, sé quién podría ir contigo hasta allí y no tengo duda que cuando se lo diga, estará encantado de hacerlo.”
-“¿Cómo dice usted Teniente Coronel Georges Musset? ¡Sabe perfectamente que no necesito a nadie, que me valgo por mí misma!”
-“¡Ja ja ja ja ja! Sabía que saltarías. Ya lo sé Magda, te conozco muy bien y por eso te lo he dicho.”
-“Te repito, no necesito a nadie, sé valerme sola. Además, necesito hacer este viaje sin acompañantes... Debo de cumplir con algo que dejé pendiente la última vez que estuve allí.” Le dijo Magda, ya con un tono más sosegado.
-“De acuerdo, pero al menos déjame que te lo presente. Esta noche cenaremos con él.” Le dijo Musset, sin darle opción a una negativa.
-“Bien. Pero que sepas qué a Carcassonne, voy sola.”

Había llegado el momento de tener que arreglarse para la cena y no sabía qué se debía poner. Sólo era una cena de compromiso, de quedar bien, al menos por parte de ella. Aun así, no quería dejar mal al coronel Musset presentándose en vaqueros y una camiseta. Aunque también reconocía que el sitio donde iban a ir a cenar, era uno de los mejores restaurantes de la capital barcelonesa, el cual estaba situado en plena zona residencial del barrio de Pedralbes. Así que, se arreglaría de acorde para la ocasión y como a ella le gustaba vestir, pantalón negro y top de tirantes del mismo color y como no, sus siempre zapatos de tacón alto a juego. Sin olvidar sus labios de rojo carmín que tanto le gustaba lucir.
Nada más salir del taxi que los había llevado a Musset y a ella hasta el restaurante, vio de frente a un hombre que los miraba con una gran sonrisa.

-“¡Bonsoir mi querido amigo Roger! ¿Cómo estás? ¡Gracias por venir! Aquí te presento a Magda, ella es sobrina de Joan de Guillart y por consiguiente conocedora de muchos de los temas que te interesan. Aunque no de tantos como ella quisiera.
Mientras Musset la presentaba a su amigo, ella no pudo evitar echarle una mirada de arriba abajo. Roger había acudido a la cena vestido con unas bermudas vaqueras, una camisa negra de marca y zapatos de piel negros, de marca también.

-“Encantado Magda, es todo un placer conocerte.”
-“Igualmente Roger.” Le dijo cortésmente Magda.
Durante la cena estuvieron hablando de varios temas entre ellos, el viaje que iba a hacer Magda a Carcassonne. No hizo falta que Musset dijera nada, Roger ya se adelantó.
 -“Sería un placer acompañarte y enseñarte rincones y sitios que posiblemente aún no conozcas. Además, allí tengo una casita a la cual estás invitada. Bueno, no sé si ya reservaste hotel…”
-“No, pensaba hacerlo nada más llegar allí.”
-“Entonces, no hay nada más que hablar, te hospedarás en mi casa, y serás mi invitada de honor durante los días que decidas quedarte.”
-“Gracias por el ofrecimiento, pero no puedo aceptar.”
-“Debes aceptar mi niña Magda, Roger es todo un caballero, estarás en buenas manos.” Le dijo Musset.

(Foto: Archivo Joana Joy)
Roger de  Blanchefort, era descendiente de una de las más antiguas familias de barones del mismo nombre, cuyo título se remontaba a la edad media y que ostentaba actualmente su padre. Era todo un caballero, Georges Musset le conocía bien; reconocido y respetado investigador en todos los temas relacionados con el Temple y el Priorato, era además, editor de varias revistas sobre temas históricos y un excelente escritor. Era hombre de una serena belleza mediterránea, alto, moreno y con unos ojos de mirada penetrante que se dejaban ver perfectamente a través de sus gafas de concha negra, dándole así un aspecto mucho más interesante. Sin dejar pasar por alto, su halo de misterio el cual contribuía a todo ello.

-“Ya estamos en casa, ven, ten enseñaré donde está tu habitación y no olvides de que estás en tu casa, cualquier cosa que necesites, sólo tienes que pedírmela. ¿Qué te parece si cuando estés lista damos una vuelta por la Citè y después cenamos en uno de los restaurantes que hay en la plaza? Ahora en verano siempre hay música por las noches. Pienso que te gustará. Y de paso hablamos de los planes que tienes para mañana” Le dijo Roger mientras dejaba la maleta de Magda sobre la cama.
-“Sí, gracias. Por mí, perfecto.”
La noche era perfecta, había luna llena y el cielo estaba despejado, se podían ver las estrellas con toda claridad. Mientras paseaban, Magda recordó la primera vez que estuvo allí y como le gustó escuchar la canción de Edith Piaf, “La Vie Rose…” Y justo en ese momento, esa bella melodía que tan buenos recuerdos le traía, empezó a sonar de nuevo.
-“¿Bailamos?” Le dijo Roger cogiéndola inesperadamente de la mano y llevándola hacia una pequeña pista habilitada para ello.

Magda no tuvo tiempo de reaccionar, cuando se quiso dar cuenta, ya estaba bailando con él. Nada más terminar la pieza, le dijo: “Gracias Magda, ha sido un placer bailar contigo. ¿Vamos a cenar?”
-“Sí, vamos.”
Ya en el restaurante, Magda dijo: “Me vas a perdonar, pero esta noche no tengo mucho apetito, sólo tomaré una omelette con un poco de ensalada.”
-“¿Estás nerviosa por la visita que vas a hacer mañana, verdad?”
Al oír la pregunta de labios del futuro barón de Blanchefort, se preguntó a sí misma: “¿Por qué ya no me extraña cuando me hacen este tipo de preguntas y más alguien que conozco hace tan sólo dos días?”
No iba a responder a ésa pregunta, a su vez, ella le haría otra…
-“¿Dime, quién eres?”
-“Soy Caballero de una de las órdenes más antiguas que existen. Aparte de ser una persona la cual te puede ayudar a encontrar lo que has venido a buscar.”
-“¿Sabes Roger? Carcassonne me encanta, soy una enamorada de este bellísimo lugar y agradezco tu ofrecimiento, pero mañana debo acudir sola.”
-“Como quieras, pero no te aconsejo que lo hagas, es mejor que vayas con alguien que conozca bien el terreno por donde vas a pisar.”
-“Presiento que no me vas a dejar ir si tú no vienes también.”
-“Exacto querida niña Magda.” Le dijo Roger mirándola fijamente a los ojos.

A la mañana siguiente, Roger ya la estaba esperando, cuando Magda le vio no pudo evitar sonreír levemente. Igual que la primera vez que se vieron, él llevaba sus emblemáticas bermudas vaqueras combinadas en esta ocasión con un polo de marca color granate.
-“¿Qué, no voy bien?”
-“Sí, sí, sí, vas perfecto. Me encanta tu estilo sport. ¿Vamos?”
-“Por supuesto, después de ti. Siempre después de ti niña Magda.”

(Foto: Archivo Joana Joy)
Ya en el cementerio, Magda empezó a recorrerlo lentamente buscando algo, una señal, que la llevara hasta Marie Magdalene… De repente una voz dulce empezó a hablarle: “Ven, estoy aquí, por fin has venido.” La misma provenía de una tumba la cual estaba en un paraje apartado del mismo cementerio, al acercarse y encontrarse ante ella, la voz siguió hablándole: “Gracias por venir, te estaba esperando, ha llegado el momento de decirte que tienes a gente tanto de aquí arriba, como de allí abajo que te siguen y te vigilan.”
-“Pero, ¿con que fin, si yo no soy nadie?” Contestó Magda al oír aquellas palabras.
-“Buscan y quieren  tu Conocimiento. Por el momento, sigue como hasta ahora, lo estás haciendo muy bien. Y nunca bajes la guardia. No puedo decirte nada más, ahora no. Te quiero niña Magda. Ahora debo irme. Nunca olvides mis palabras.”
-“No lo haré. Gracias. Sé de tu historia por tío Joan…”
-“Eso ya pasó, ahora debes de centrarte en ti. Debo irme.”

-“Magda, ¿estás bien?” Le dijo Roger al ver como rompía a llorar y quien había estado en todo momento pendiente de ella.
-“Sí Roger, estoy bien. Sólo emocionada. Gracias por venir, tenías razón, no debía venir sola hasta aquí.”
-“Bueno, ¿y ahora qué te parece si regresamos a casa y te preparo una de mis especialidades culinarias? No sólo el escribir es un arte, también lo es el cocinar. ¿Qué me dices?”
-“Me parece perfecto.” Contestó Magda, a la que Roger ya había conseguido sacar una de sus bellas sonrisas.
-“Vamos entonces.”





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