miércoles, 17 de septiembre de 2014

AÑO DE 1229, MADÎNA MAYÛRQA ES CONQUISTADA

Josep María Osma Bosch

Ciudad de Tarragona. Finales del mes de noviembre de 1228. Pere Martell, un conocido, influyente, acaudalado,  experto nauta y cómitre de navío barcelonés, en una fastuosa cena ofrecida al jovencísimo rey Jaume I de Aragón, Señor de Montpellier y conde de Barcelona, y en la cual no faltaron representantes de la nobleza, clero y burguesía, denunciaba la grave situación que padecía el comercio marítimo con abordajes de los piratas moros mallorquines  que asolaban sin cesar las aguas mediterráneas. En este ágape, el monarca propuso que ese tema se trataría en las próximas cortes a celebrar a finales de diciembre de ese mismo año en la ciudad de Barcelona. El 28 de diciembre, en esas cortes, presididas por el rey Jaume se decidió la invasión de la Mayûrqa muwahhidum (almohade), la mayor de las Al-jaza ´ir al-Sharquiya al-Analus (la mayor de las islas orientales del Al-Andalus) gobernada por el walî (gobernador)  Abû Yayâ Muhammad ibn `Alî ibn ´Imrâm al. Tinmlâli, aunque las actas de dicha conquista se firmaron en Tarragona el 28 de agosto del año siguiente.

Entrada de Jaume I a la Madîna Mayûrqa. Lienzo de
Fausto Morell. Hotel Son Vida.
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch).
El 5 de septiembre de 1229, un poderoso ejército feudal, al mando del rey de Aragón, compuesto por 20.000 efectivos de variada procedencia, es decir, de Aragón, Pisa, Castilla, Navarra, Barcelona, Pallars, Girona, Urgell, Lleida, Occitania, Francia, Tarragona..., siendo la Orden del Temple, antigua tutora del monarca en su infancia y adolescencia   encomienda oscense de Monzón, la única unidad participante jerarquizada y disciplinada militarmente, embarcaban desde los puertos de Salou, Tarragona y Cambrils en una potente flota naval de 25 grandes barcos, 18 taridas y un centenar de embarcaciones auxiliares de menor peso y calado. Durante  la travesía se desató una terrible tempestad, durante la cual, Jaume I se encomendó al cielo prometiendo que si cesaba esa climatología adversa para la navegación, tras tener el control total de la isla mandaría construir un templo dedicado a la Virgen María, templo que con el tiempo se convertiría en la Catedral de Mallorca. Tres días después de haber zarpado de los puertos tarraconenses, y con la tempestad cesada, la flota invasora fondeó frente al islote Pantaleu, en la zona oeste de la isla, donde el rey Jaume tuvo la visita de Alî, un joven moro que le augurio una gran victoria y le puso al corriente de una revolución local contra Abû Yayâ con la ejecución de cuatro cabecillas de la misma y de medio centenar de penas capitales más, ejecuciones que ante la invasión cristiana fueron conmutadas.

El día 12, tras haber desembarcado en una cala Santa Ponça y haber tenido algunos contactos con los almohades, el Obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, ofició una misa matutina en el campamento cristiano sobre una gran roca en un lugar cercano a Santa Ponça y donde se halla una ermita conocida como S´Ermita de Sa Pedra Sagrada. Una vez finalizada la ceremonia religiosa, en la cual el eclesiástico prometió a las tropas invasoras, que si caían en combate frente al infiel árabe mallorquín, ganarían el paraíso celestial, el rey Jaume I el Conqueridor, con tan sólo veinte y un años de edad, organizó una columna con parte del grueso de sus tropas que tres días antes habían desembarcado en una cala de Santa Ponça  y que ya tuvieron alguna escaramuza con los nativos agarenos, con fuertes bajas mortales por ambas partes; dividió a sus tropas en cuatro cuerpos y al medio día  inició la marcha hacia Madîna Mayûrqa. La vanguardia de la columna iba seccionada en dos grupos, uno capitaneado por Guillermo de Montcada, vizconde de Bearn y su sobrino Ramon, Señor de Tortosa, y el otro, por el conde de Ampurias con un centenar de templarios; dos cuerpos de ejército componían el grueso, uno, bajo las órdenes directas del monarca aragonés y el siguiente, por el Obispo de Barcelona; la retaguardia, la mandaba un oscuro y poco valeroso personaje, Nunyo Sanç, conde del Rosselló, de Conflent y Cerdanya, y tío del joven monarca aragonés.

Lápida conmemorativa de la conquista de Madîna
Mayûrqa. Calle de Sant Miquel de Palma.
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch).
Bien entrada la tarde, la vanguardia, que acaba de llegar a la cima de un collado, conocido después como Coll de sa Batalla, tomó contacto físico con las fuerzas mallorquinas, distinguiéndose en la lucha por parte cristiana, los caballeros-monjes templarios, y por qué no decirlo, los muwahhidum , que al fin al cabo, defendían su solar patrio. Los Montcadas, por su parte, hicieron retroceder por varias veces a los moros isleños, cuyo mando lo ostentaba el wâli Abû Yahyâ Mamad ibn ´Alî ibn Abî ´Imrâm al. Tinmalâlî, bajo la bandera roja y blanca astada con el símbolo heráldico de una cabeza humana. Era ya de noche,  la lucha había cesado y ganada por parte de los invasores. Mientras el caudillo árabe retiraba sus fuerzas y accedían a la madîna por la puerta de muralla llamada Bâd al-Djabîd, actual plaza de Porta de Santa Catalina, Jaume I decidió dar descanso a sus milicias en la alquería Ibn Dinat, hoy en día Bendinat, y enterrar a los muertos, entre los cuales, se hallaban  Ramon y Guillem de Montcadas, amigos personales del monarca, pero también los mallorquines sufrieron muchas bajas humanas en esa jornada. Al día siguiente, jueves, el resto de las fuerzas expedicionarias de reserva que aguardaban en Santa Ponça y en Sa Porrassa, se unieron, por mar, a los supervivientes de la batalla sanguinaria de la jornada anterior desembarcando en Porto Pi. Tras unos días de descanso, los usurpadores cristianos empezaron a organizarse para el asalto a la ciudad musulmana, construyendo varios tipos de maquinas de lanzar piedras llamadas manganell, trabuquet, mantelet..., excavando minas para acercar al foso del recinto amurallado y levantar campamentos por todo el perímetro del mismo. A intramuros de la urbe almohade se preparaba para soportar un asedio que duraría más de tres meses.

Pocos momentos después de romper el alba del 31 de diciembre de ese mismo año de 1229, festividad de San Silvestre, en el calendario  mahometano era el 25 de Safar de la Hégira del Profeta Mahoma, Jaume I de Aragón, al grito de “Via, Barons, pensats d´anar en nom de Nostre Senyor Déus e Sancta Maria!”, ordenaba a sus tropas feudales el asalto final a Madîna Mayûrqa. Tras varias horas de lucha fratricida en los muros del buen recinto fortificado, los asaltantes accedían a la ciudad por la Bâb al-Khal, puerta de muralla que se hallaba situada en las actuales calles de Sant Miquel y la de Marie Curie, lugar donde hoy existe una lápida conmemorativa de ese hecho histórico. Según el cronista medieval Bernat Desclot en su Crònica, los primeros en entrar a la ciudad fueron Ferran Peris de Pina, Bernat de Gurb, aunque una tradición reza que fue Juan Martínez de Eslava exclamando “Via dins, via dins, que tot es nostre!”; en cambio, una leyenda nos dice que el primero en acceder a la urbe almohade fue San Jorge montado en un caballo blanco. Seguidamente entraba por esa puerta de muralla el rey Jaume I, aunque todavía se seguía combatiendo por las calles con los mallorquines bien armados y disciplinados plantando cara al enemigo invasor dispuestos a morir defendiendo su tierra, mientras su walî, Abû Yayâ no cesaba, cimitarra y pavés en manos, de arengarlos; curiosamente este personaje tomó el poder de Mayûrqa en 1208, año del nacimiento del rey cristiano.

En unos momentos de indecisión y bajada del nivel de lucha de los asaltantes que hicieron que retrocedieran parte del terreno ocupado, el  monarca aragonés, que parecía estar en todas partes, viendo ese desanimo de sus señores feudales y peones, les recriminó esa falta de energía en el combate con la exclamación “Vergonya, Cavallers, vergonya!”, sus tropas, al oír ese grito potente del joven rey, volvieron a cargar con denuedo contra los almohades, los cuales, viendo que la derrota era inminente, huyeron de la ciudad por las puertas de muralla, ya la mencionada Bâb al Balad y la Bâb Gumara (después conocida como la del temple), refugiándose la mayoría en las montañas y en castillos roqueros como los de Alaró, Santueri, Artà

Rendición del walî de Mallorca a Jaime I.
Lienzo de Joan Mestres. Santuario de
Sant Salvador, Artá.
(Foto: Archivo de Josep María Osma Bosch)
Una vez consolidada la toma de Madîna Mayûrqa, y tras haberse iniciado el incontrolado y sangriento saqueo casa por casa por parte de los asaltantes, el rey aragonés, hallándose en el alcázar, la Almudaina, negociando la rendición de esa fortaleza con su alcaide, Aben Saîd el-Hakem, dos peones confesaron al monarca donde se hallaba escondido el walî Abû Yayâ y su sequito, y que por 2.000 lliures barcelonesas se lo entregarían. Jaume I les ofreció la mitad y los peones aceptaron. Minutos después, Abû Yayâ era apresado y puesto bajo protección real; pero, 45 días después murió torturado en el mismo alcázar. El hijo del walî, de trece años de edad, se convirtió al cristianismo, y el monarca de Aragón lo casó con Eva Roldán de Alagón, doncella de alta cuna, dándoles como regalo de esponsales el Señorío de Gotor y la Baronía de Illueca. Referente al lugar donde se hallaba el escondite de Abû Yayâ al ser capturado, el polifacético Pere d´Alcàntara Penya (1823-1906), cree que fue en la Volta d´en Ribes, un callejón inexistente en nuestros días y que se hallaba entre las actuales palmesanas calles de Sant Miquel, Moliners y Gater.

Cuando ya había aparecido la luna en esa noche del último día del año de 1229, la bandera de Aragón, la de los cuatro palos rojos sobre fondo amarillo, ya ondeaba en la torre del homenaje del ya ex alcázar almohade. Según el propio Jaume I, que ya empezaba a firmar edictos como Rex Majoricarum, en su Llibre dels Feits, Madîna Mayûrqa, aquella ciudad que al verla por primera vez unos meses antes, dijo que era “la plus bella vila que anc haguésem vista, jo i aquells qui ab jo eren”, dejaba de existir para dejar paso a la Ciutat de Mallorques.



domingo, 7 de septiembre de 2014

LA MARE DE DÈU DE LA SALUT, PATRONA DE PALMA

Josep María Osma Bosch

Hoy, día 7 de septiembre, Palma de Mallorca homenajeará con una ofrenda floral y de frutos, a la Mare de Déu de la Salut, nombrada patrona de nuestra ciudad en el año 1960, acto de devoción popular que se celebra desde el primer año de la última década del siglo pasado en la fachada de la iglesia parroquial de Sant Miquel.

Mare de Déu de la Salut. Portal Mayor de la iglesia.
Obra de Pere de Santjoan en 1398.
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
La iglesia de Sant Miquel ocupa el solar de una  mezquita, en la cual, el día 31 de diciembre de 1229,  mientras aún se combatía en las calles de Madîna Mayûrqa, se celebró la primera misa después del asalto a la misma por las tropas cristianas a la ciudad almohade. El templo religioso islámico fue consagrado al jerarca máximo de las milicias celestiales, el arcángel Sant Miquel, conocido como el pesador de almas, de quien las crónicas de la época dicen que se apareció de forma milagrosa durante el asedio a la madîna arengando a las tropas mandadas por el rey Jaume I; otras versiones suponen que el nombre de la iglesia se debe al confesor del rey, el fraile dominico Miquel Fabra practicante de ese primer oficio religioso en una urbe que dejaba de denominarse Madîna Mayûrqa pasando a ser Ciutat de Mallorques.

El camarín donde se halla la Mare de Déu de la Salut, construido entre los años 1646 y 1653, años en lo que Mallorca, y en concreto la ciudad, padecía una epidemia de peste conocida como Sa pesta d´en Boga, tema para un futuro artículo en este Blog, está dentro de una capilla de forma cuadrada decorada en mármol policromado y cubierta por una cúpula sobre varias pechinas. En el fondo de la misma, detrás del altar y a través de una ventana abierta al retablo, se observa la talla mariana con el Niño sostenido en su brazo izquierdo. Esa escultura, realiza en alabastro blanco  y de una altura de 0, 85m. es la que se sabe por tradición, llevaba el rey Jaume I dentro de su camarote de la galera real rumbo a la conquista de Mayûrqa y a la cual se encomendó, prometiéndole que,  si cesaba aquella tempestad en el mar producida entre los días 9 y 10 de septiembre de 1229 y  ganaba la isla  para el mundo cristiano, erigiría una iglesia para que fuera venerada; horas después la fuerte tormenta ya era historia. 

Una vez consolidada la conquista de Mayûrqa, el joven monarca aragonés cumplió su promesa y ordenó edificar un templo sobre la mezquita mayor bajo la advocación de la Virgen María, hoy en día es la catedral mallorquina. Aunque a decir verdad, el propio rey aragonés en su Llibre dels Feits solamente nos dice que se encomendó a María pero no  hace referencia a ninguna talla que hubiere en su estancia de a bordo de su nave capitana: “E vos, Mare de Déu , que sots pont e pas dels pescadors, prec-vos per les set alegries e per les set dolors que hagues del vostre car fill, que us membre de mi en pregar al vostre car fill que ell m´estorça d´esta pena e d´aquest perill en què jo só, e aquells qui van amb mi".

Estampa moderna de la Mare de Dèu de la Salut.
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
En los muros laterales de la capilla, hay dos cuadros pictóricos de autoría anónima que recuerdan esos dos momentos históricos, el de la donación de la Santa Imagen y la secuencia del temporal marítimo que sufrió la armada naval invasora frente a las costas de Pollença, y en uno de esos cuadros figura la siguiente leyenda: “Partinsa el Rey Don Jaume de Mallorca per Aragó feu donasió de este Santa Figura, en esta parroquial esgléia de Sant Miquel: en poder de Alexandro Jolit, notari de Barcelona lo any 1231: 2 anys de le conquista de este Reyna”.

No tardó mucho en atribuírsele a la talla de La Mare de Déu  infinidad de curaciones y hechos milagrosos. Por esos motivos portentosos realizados por Ella obrados, se le empezó a conocer como de La Salut fundándose una cofradía en su honor.  Años más tarde, el obispo Tomàs de Rocamora bendijo una pequeña fuente situada al lado de Nostra Senyora, existente hoy en día. El agua que de ella emana proviene de una cercana cisterna y es creencia popular que contiene factores curativos para quién la bebe.
               
Para no hacer demasiado extenso este artículo, permítaseme narrar a líneas seguidas, uno de los muchos milagros atribuidos a La Mare de Déu de la Salut. La plaza del Mercadal, situada en el centro histórico de la ciudad de Palma de Mallorca, colinda con las calles Ferreria, Pes de sa Farina, Esparteria, Llogenta y Travessa d´en Ballester. Su actual  nomenclatura ya era conocida en la primera mitad del siglo XVIII y el vulgo la denominada como de Pes des Carbó, ya que en este espacio público de pesaba, subastaba y se realizaba el pesaje, venta y recaudación de los aranceles municipales que gravaban el carbón, mineral de primera necesidad en aquellos tiempos.

Esta plaza, unos años antes de recuperar su antigua denominación, estaba dedicada a Josep Miralles Sbert, arzobispo-obispo de Mallorca desde el 13 de marzo de 1930 hasta el 22 de noviembre de 1947. En esta plaza, hoy en día parcialmente porticada, a finales del siglo XVII tuvo lugar un milagro de la Mare de Déu de la Salut; precisamente el propio prelado Miralles Sbert nos narra lo sucedido en su ensayo Noticias de Nuestra Señora de la Salud, relato que es recogido por Diego Zaforteza Mussoles en las páginas 204-205 del tomo IV de su La Ciudad de Mallorca, ensayo Histórico-Toponímico, editado por la Antigua Imprenta Soler de Palma en el año 1960. Veamos ese relato…

“A 14 del mes de octubre de 1648, dice el citado opúsculo, Antoni, de edad de 14 anys, poch ó menos, estante poant en lo pou del Mercadal, lo pes del poal y corda lo sen portaren y llensaren dins lo pou. Lo minó casi sempre se espigué aferrat ab la corda, pero may dexà de invocar a Nostra Senyora. Acudí la Verge ab prestesa de Mare puix confessa lo miñó que pareix que una secreta virtud lo guarda. Y haguera asegurat yo devot de la Verge y invocantia no se había de fer mal, abans se trova sa y bo Damunt una roqueta y aferrat com pogue la corda, la gent y vesindat que havia acudit a los crits y pensaven había mort, tirant de la corda lo tragueren tot sense lesió que sos primers cuidats foren demanar la gerra, com si aquella desgracia hagues passat per altre. Mare y fill han restats tan devots de Nostra Santa Imatge que venen molts dies a donar gracies a la Verge per tan gran benefici “.

 El 13 de septiembre de 1931 fue coronada de forma canónica  y el 7 de octubre de 1965, el ayuntamiento de Palma de Mallorca le concedió la Medalla de Oro de la ciudad.

 Finalizo este artículo con un “goig” (gozo) mallorquín dedicado a nuestra  santa patrona, orado por quienes le suplican sus favores divinos:

                                                               “ Del qui gemega en malaltia
                                                                  sou esperança i fortitud
                                                                  el nostre poble en Vós confia
                                                                  Mare de Déu de la Salut “.





                                                  
         

LA ELEGIDA (IX)

Juana María Hernández Joy

AVENTURA EN ROMA


-“¿Qué te parece si quedamos esta tarde para tomar un café? Necesito hablar contigo y desahogarme.” Le dijo Lourdes a Magda.
-“Está bien, ¿te parece que quedemos a las cuatro dónde siempre?”
-“Perfecto, allí estaré”

(Foto: Archivo Joana Joy)
A Magda no le iba muy bien quedar aquella tarde, pero Lourdes era su mejor amiga, casi una hermana para ella. Y por ese motivo, no podía fallarle.
Lourdes Román pertenecía a una de las familias más ricas e importantes de Palma. Doctorada en Derecho, tenía un bufete de abogados, uno de los más importantes en el mismo centro de la capital palmesana, donde junto a un equipo de buenos profesionales se encargaba de atender y llevar todos los negocios de su padre; ello le permitía llevar una vida acomodada y llena de viajes, hechos por todo el mundo y parte del extranjero… Era una mujer llena de éxito, todo el mundo la conocía y sabían quién era. Pero a pesar de todo ello, le faltaba lo más esencial… el amor. Su solitario corazón aún no había encontrado quien lo hiciera latir.

A las cuatro en punto Magda entraba por la puerta de la cafetería, sabía perfectamente que su amiga ya estaría allí.
-“¡Magda, qué guapa estás. Ya veo que la vida te sonríe!”  Le dijo Lourdes nada más ver a su amiga.
-“¡Ja, ja, ja. No me puedo quejar! Cuéntame, ¿qué ha pasado esta vez?” Le dijo Magda, ya que sabía perfectamente el motivo por el que la había llamado esa misma mañana.
-“Me conoces demasiado… Reconozco que supo seducirme con bellas palabras, hasta que me di cuenta que lo que realmente le interesaba era mi dinero y mi posición social. Y por favor, no me digas lo que me dices siempre…”
-“Ya lo sabía…” Le dijo Magda con una leve sonrisa, mientras la miraba con cariño.
-“Bueno, ya pasó. Te prometo que a partir de ahora no volveré a fijarme en nadie y mucho menos dejarme enamorar por el primero que se me ponga delante. Lo prometo.”

No era la primera vez que Magda le escuchaba decir eso. Pero esta vez no le diría nada. La veía realmente herida y dolida.
-“Señoritas, ¿qué desean tomar?” Les dijo el camarero, sacándolas de su conversación y pensamientos.
-“¡Yo tomaré un whisky doble!” Se apresuró a decir Lourdes.
-“No haga caso a mi amiga, tráiganos dos cafés, por favor. Gracias.” Dijo Magda amablemente al camarero.
-“Estoy pensando en hacer un viaje, salir de la isla, lo necesito. La semana que viene tengo un juicio, después del mismo, haré las maletas y me marcharé. ¿Por qué no te vienes conmigo?”
-“Lourdes, llegué hace pocos días de viaje, fue corto, pero muy intenso.” Le dijo Magda mientras recordaba todo lo vivido en Carcassonne.
-“Por eso mismo te lo digo, tú también necesitas desconectar, pasar unas horas sin pensar en nada y solamente disfrutando del momento. ¿Qué te parece si nos vamos a Roma? Tan sólo sería algo más de veinticuatro horas, ¿qué me dices?”
-“Qué estás loca. Deja que me lo piense y te contesto mañana.” Le contestó Magda.

Aquella noche no podía dormir; no dejaba de pensar en su visita al cementerio de la Citè y se preguntaba si realmente fue Marie Magdalene d´Ortells quien le habló. De repente, aquella dulce voz le susurró al oído.
-“Sí, mi niña. Era yo. Di que sí a tu amiga, debes ir, allí te espera una nueva prueba que deberás pasar. No puedo decirte nada más. Únicamente que vayas alerta, ya que lo que parece real, no lo es. Y viceversa. Recuerda mis palabras. Debo irme, y no olvides que siempre estoy contigo.”
-“¿Pero a qué tipo de prueba te refieres?” Por respuesta, sólo obtuvo el silencio de la noche.

A la mañana siguiente, después de desayunar en la cocina del monasterio, llamó a Lourdes.
-“¿Qué día nos vamos?”
-“¡Así me gusta!, sabía que me dirías que sí. El avión sale dentro de dos días, pasaré a recogerte y vamos juntas al aeropuerto.
Nada más llegar a Roma, cogieron un taxi que las llevó al hotel donde dejaron las maletas, y salieron a dar una vuelta por el centro.
-“¿Qué te parece si reservamos mesa en Ristorante Armando, nos ponemos guapas y salimos a disfrutar de la noche?”
-“Me parece perfecto.” Contestó Magda.

(Foto: Archivo Joana Joy)
Como siempre, Magda estaba espectacular con un vestido negro ajustado, sin mangas y de generoso escote, como a ella siempre le gustaba lucir. Sus sandalias negras de tacón alto y ese rojo carmín que aun resaltaban más sus lindos y apetitosos labios. Lourdes, no se quedó atrás, su vestido blanco también ajustado y sus sandalias a juego, conjugaban a la perfección con su larga melena rubia y sus ojos azul celeste. Dos mujeres de bandera a las que nada ni nadie detendrían en su afán de disfrutar de su corta estancia en Roma.

Ya en el restaurante, Lourdes le dice a Magda: “¿Has visto cómo aquel morenazo te mira? Desde que hemos entrado, no te ha quitado los ojos de encima.”
-“No digas tonterías.” Le dijo Magda, sabiendo que lo que decía su amiga era verdad, ella también se había dado cuenta. Pero evidentemente haría caso omiso tanto al comentario de Lourdes, como a las penetrantes miradas de aquel desconocido.
-“Viene hacia aquí, prepárate.”
-“Buona sera, señoritas.”
-“Buona sera… perdón, ¿cómo te llamas?” Le dijo Lourdes.
-“Nada que perdonar, el fallo está en mí por no haberme presentado aún, mi nombre es Francesco. Y vosotras, ¿cómo os llamáis?”
-“Ella, Magda. Y yo, Lourdes. Por cierto, ¿has cenado solo?”
-“Sí, pero he quedado con un amigo en vernos dentro de media hora para ir a tomar una copa, ¿os apetece acompañarnos?”
Lourdes dijo que si enseguida, mientras miraba a Magda para que también lo dijera.
-“Está bien, iremos, pero sólo una copa.” Contestó Magda a aquél desconocido llamado Francesco. Tenía que reconocer que su piel oscura, sus ojos verdes y su cabello negro como el azabache hacían de él, un bello ejemplar  de hombre italiano, y presentía que él también pensaba lo mismo de ella, bastaba ver como la miraba. Aunque, había algo más en él que aún no lograba ver y le gustaría saber.
-“Ya está aquí Angelo ¿vamos?”

Lourdes, nada más ver al amigo de Francesco, quedó prendada de él. Angelo, era el típico hombre italiano, moreno, de ojos azules, alto y con un cuerpo perfecto. El traje de marca que llevaba, le quedaba a la perfección.
Ya iban por la segunda copa cuando Lourdes le dijo a Magda, que se iba con Angelo a dar un paseo por la ciudad. Sabía Magda lo que su amiga quería y le dijo a ésta: “No te preocupes, nos vemos mañana. Pero ten cuidado, ya sabes porque te lo digo.”
Lourdes y Angelo, salieron del local sin rumbo fijo, con un único pensamiento y deseo, estar esa noche juntos.
-“Vamos, te llevo a mi casa. Allí estaremos tranquilos.”

(Foto: Archivo Joana Joy)
Angelo vivía en un palacete a las afueras de Roma. Ya, en su lujoso aposento, empezó a bajarle lentamente la cremallera del vestido, deseoso de sentir su piel mientras acercaba sus labios al cuello de ella. Lourdes, tan deseosa de él estaba, que se dejó hacer, y Angelo siguió desnudándola mientras sus labios iban recorriendo todo su cuerpo hasta llegar a su secreto mejor guardado.
-“Deseo hacerte mía, llegar hasta al Infinito a través de ti y llenarte toda de mí.”
-“No me lo digas, hazlo. Yo también lo deseo.” Le dijo Lourdes, ansiosa de sentir como poco a poco y muy dulcemente iba llegando para seguir de cada vez con más fuerza hasta llegar al final y desembocar en un estallido de locura y pasión.
-“Sé que debes volver a tu encantadora isla de Mallorca. Pero quiero y deseo volver a verte. Regresa pronto, si no lo haces, seré yo quien vaya a buscarte.”

Mientras sucedía todo esto… Magda y Francesco seguían en el mismo sitio.
-“Eres una mujer realmente hermosa, tienes una mirada que cautiva a cualquiera.”
-“Incluso a ti, ¿verdad?”
-“Sí, tengo que reconocerlo. Nada más verte esta noche, ya te he deseado y sigo deseándote.”
-“Lo sé. Reconozco que eres un hombre muy interesante y apetecible, pero nunca estaría contigo. Primero, porque soy mujer de un sólo hombre, y segundo, no me gusta el anillo que llevas. Demasiado ostentoso para alguien que predica lo que no cree.” Y, disimuladamente volvió a mirar el sello que lucía Francesco en su mano izquierda, el mismo que llevaban todos los nuncios papales. En aquel momento recordó las palabras que le dijo Marie Magdalene d´Ortells: “Lo que parece real, no lo es. Y viceversa.”
-“Es tarde, y mañana debo levantarme temprano.”
-“Te acompaño a tu hotel.” Le dijo Francesco, mientras sus ojos llenos de deseo la recorrían lentamente de arriba abajo.
-“Te lo agradezco, pero no. Sé llegar y también dormir sola” Le contestó sabiendo lo que realmente él buscaba.

Al día siguiente ya en el avión de regreso a Palma, las dos amigas iban en silencio, cada una de ellas inmersa en sus propios pensamientos.
-“Realmente lo de anoche fue maravilloso… Nunca antes había sentido igual con nadie.” Comentó Lourdes de repente.
-“Me alegro de que por unas horas fueras feliz, pero como tú siempre me dices… estas historias son simples aventuras de una sola noche y nada más.”
-“Tienes toda la razón, mejor será olvidarlo.”