sábado, 12 de julio de 2014

LOS CUATRO AUTOS DE FE DEL AÑO 1691

Josep María Osma Bosch

Pocas son las personas residentes en Palma de Mallorca que tengan conocimiento de que en la esquina de las calles Bellver e Infanta, a un tiro de piedra de la antaño bulliciosa, con discotecas, clubes de alterne, bares de copas, y ahora decadente plaza D´en Gomila, en el modernista barrio de El Terreno, hace casi tres siglos y cuarto ocurrió uno de los sucesos más luctuosos que han engrosado las páginas de la historia negra de la ciudad; hecho que fue fuente de inspiración de la novela histórica Dins el darrer blau, obra varias veces premiada de mi buena amiga y miembro de la Real Academia de la Lengua Carme Riera Guilera.

El  13 de octubre de 1678, gracias a una delación de un niño, la Santa Inquisición de la Ciutat de Mallorca  procedía al arresto de doscientos treinta y siete xuetes (descendientes de judíos conversos) residentes de la calle del Segell, en el Call Menor (actual calle Jaume II y alrededores), el motivo de esa detención masiva de personas era que, de forma clandestina,  practicaban la religión de sus antepasados en un huerto habilitado para sinagoga que estaba situado entre las puertas de muralla de Sant Antoni y Pintada. Tras ser pasados por la justicia inquisitorial, los reos sufrieron la confiscación de sus bienes, cuyo montante económico fue de 1.496.270 pesos de la época, equivalente a 1.605.348 lliures mallorquines, una astronómica cantidad, de la cual, el 47,35 por 100 de esa confiscación, el Santo Oficio lo destinó a los reos para su manutención, costas de juicios, atenciones sanitarias…También fueron obligados a la asistencia a misa a la catedral durante los domingos y fiestas de guardar y siempre bajo la vigilancia de alguaciles. Por su parte, el lugar donde realizaron sus cripto rituales fue derruido y sembrado de sal y fue erigido una columna con la siguiente inscripción:”Año de 1879. Fue derribado, arado y sembrado de sal este huerto de orden de la Santa Inquisición, por enseñarse en él la ley de Moisés; nadie quite ni rompa esta columna en tiempo alguno, pena de excomunión mayor”.

Porto Pí
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Este colectivo de personas, a raíz de ese suceso, pronto empezó a ser foco de injurias por parte de los cristianos viejos, incluso les llegaron a culpar de los males que padecía la ciudad y el resto del Reino. En el año 1688, un grupo nutrido de xuetes, bajo el liderazgo de Rafel Valls y Pere  Onofre Cortès de Guillem, alias “Moxina”, dos fanáticos de la fe hebraica,  decidieron evadirse de Mallorca y dirigirse a Ámsterdam, valiéndose de un contrato con un navío de pabellón inglés que por esos días se hallaba en Porto Pi

Según varias crónicas, en la noche del 7 de marzo el barco se hizo a la mar con el pasaje clandestino a bordo, pero todavía no había salido de la rada del puerto cuando se desató una terrible tormenta de viento,  lluvia, granizo, y relámpagos, que hizo imposible el gobierno de la nave, optando su capitán el regreso a puerto. Solamente pisar tierra los desembarcados fueron detenidos y conducidos a los calabozos de la Santa Inquisición, lugar donde prestó declaración el capitán del navío afirmando que no hubo tal tormenta, y que a pesar de haberse intentado sobornar  por 2.000 reales, no dejó embarcar a esa gente por carecer de patente de sanidad. 

Tras tres años de investigaciones, declaraciones mediante la aplicación de la tortura, los xuetes, algunos de ellos ya habían fallecido durante su privación de libertad, fueron juzgados en cuatro autos de fe celebrados en el desaparecido convento de Santo Domingo bajo la presidencias del inquisidor general del Reino de Mallorca Pedro Guerrero de Bolaños, del obispo de la diócesis mallorquina Pedro de Alagó y de Cardona, del Procurador Real el conde de Santa María de Formiguera y contando con la asistencia de autoridades civiles, militares, eclesiásticas y un gran número de público en general; los condenados, que llevaban un cirio verde en sus manos algunos de ellos amordazados, fueron puestos en unas gradas de madera.

Convento e iglesia de Santo Domingo, según plano
de Garau del año 1644
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
El primero de esos procesos judiciales se celebró el 7 de marzo de ese mismo año de 1691, siendo instruidos en la causa veinticinco reos, aunque no se dictó ninguna sentencia a pena capital, pero sí con duras sanciones, entre las cuales a: Joana Miró, de 28 años de edad, natural de Artà, esposa del cabecilla Pere Onofre Cortès d´Agustí, cadena perpetua y confiscación de bienes; Joanot, hijo de la anterior descrita, de 23 años de edad, amenazado de que si intentaba evadirse de Mallorca y ser capturado, sería condenado a diez años de galeras y confiscación de bienes; Elionor, Rafel Joaquim, hijo del otro cabecilla Rafel Valls, de 28 años de edad, 200 azotes y siete años de galeras; Onofre Cortès de Melcior, de 52 años de edad, amenazado que si intentara escapar de la isla y ser capturado sería condenado a diez años de galeras y una multa de 200 ducados; Elionor Valls, de 60 años de edad, abjuró del hebraísmo, fue desterrada de la ciudad y multa de 200 lliures mallorquines...Todos los encausados, además de las penas y sanciones impuestas, fueron obligados a portar el  sambenito (una prenda, tipo poncho, impuesta por la Inquisición a los reconciliados en la fe de Cristo), tanto en libertad como en presidio.

El segundo auto de fe se celebró dos meses después, concretamente el primer día del mes de mayo, y en él no hubo la benevolencia judicial del anterior. Veintiuno fueron los reos que tras habérseles leído las sentencias fueron entregados al brazo secular para ser cumplida la sentencia de ser quemados vivos en la hoguera, aunque la “benevolencia” del tribunal judicial hizo que antes de ser quemados fueran ajusticiados a garrote vil. Para cumplir las sentencias, se eligió un terreno inhóspito situado entre el Lazareto de la Cuarentena, a orillas del mar y el bosque del castillo de Bellver, cercano al lugar donde tres años antes los reos intentaron exiliarse de la isla, sitio que ha pasado a la historia como Es fogó des jueus, es decir, El fogón de los judíos; se ordenó levantar un gran agujero en ese lugar, proveerse de gran cantidad de leña y construir veinticinco es de madera con tablilla a modo de asiento. Mientras tanto, los condenados eran llevados en procesión con pendón del Santo Oficio, llevando la vela verde, el clásico capirote inquisitorial y el sambenito al lugar de su ejecución. Una glosa popular mallorquina nos rara ese momento:

                                                                En Valls duia sa bandera
                                                                i en Tarongí es penó,
                                                                amb sos Xuetes darrera
                                                                que feien sa procesó.

La lista de los condenados en ese día: Pere Onofre Cortés de Guillem, de 55 años; Miquel Valls del Campos, de 39 años; Francesca Cortès, de 48 años; Catalina Pomar, de 71; Isabel Cortès, de 55 años; Catalina Bonnín, de 36 años; Marianna Cortès, de 59 años; Teresa Cortès, de 55 años; Isabel Martí, de 40 años; Rafel Josep Cortès d´Agustí, de 60 años; Anna Martí,de 49 años; Rafel Crespí i Cortès, de 43 años; Onofre Cortès d´Águstí, de 31 años; Maria Forteza, de 50 años; Isabel Cortès, de 40 años; Isabel Bonnín, de 43 años; Francesca Forteza, de 39 años; Rafel Agustí Pomar, de 39 años; Melcior Josep Forteza, de 36 años; Francesca Cortés, de 63 años y Violant Martí, de 61 años.

La flecha de la derecha señala la ubicación de
Es Fogó des jueus
(Foto de principios del siglo XX. Archivo de
Josep María Osma Bosch)
Cinco días después, cuando todavía en la ciudad se podía respirar el olor a la carne humada quemada, se celebró el tercer auto de fe de ese año, siendo veintiuna personas descendientes de judíos conversos que fueron juzgadas, de ellos catorce fueron sentenciados a pena capital,  ya que habían abjurado de su la religión mosaica, primero a garrote y después sus cuerpos quemados; tres a ser pasto de las llamas estando vivos; siete quemados en efigie con sus nombres ya que no se hallaban en esos momentos presentes como fugitivos o que ya habían fallecido les fueron quemados sus huesos. A igual que el pasado día 1, gran gentío se congregó para ver morir a los condenados, seguramente muchos de ellos antiguos amigos, vecinos o compañeros de trabajo; según el jesuita, teólogo y calificador del Santo Oficio Francesc Garau en su libro La Fe Triunfante, editado en el mismo año de los cuatro autos de fe, 30.000 personas fueron las que allí estaban para presenciar tan macabro espectáculo, y así lo dice esa glosa popular:                                                                                                                                                                         

                                                          I venia gent d´Eivissa
                                                          pagessos d´Artà, d´Andratx,
                                                          perquè es dia sis de maig feren
                                                          sa sacorradissa.

Estos fueron los condenados y condenadas en esa trágica jornada para la Historia local de Mallorca. Después de darles garrote vil sus cuerpos quemados: Miquel Martí, de 51 años; Rafel Ventura Cortès, de 19 años; Josep Aguiló, de 35 años; Isabel Pomar, de 71 años; Isabel Tarongí, de 41 años; Isabel Martí, de 42 años; Joana Cortès, de 58 años; Beatriu Cortès, de 28 años; Violant Forteza, de 53 años e Isabel Aguiló, de 28 años. Quemados vivos al no querer renegar de su religión: Catalina Tarongí, de 45 años; Rafel Benet Tarongí, de 21 años y Rafel Valls, de 51 años. Quemados en efigie y sus huesos: Elionor Cortès; Elionor Martí; Agustí Cortès y Margarita Martí, de 60 años. Quemados en efigie: Francesc Josep Tarongí, Guillem Tomàs Tarongí y Agustí Cortès d´Alfons.

Dos meses después, concretamente el  de julio, tuvo lugar el último auto de fe de ese año y de esa centuria, siendo variadas sentencias las que pronunció el Santo Oficio contra los xuetas que todavía quedaban en los calabozos inquisitoriales. Garrote vil y quemados: Francesca Martí, de 58 años y Magdalena Forteza, de 73 años. Quemado en efigie por estar huido Miquel Forteza. Reconciliado en la fe católica en efigie por haber fallido en presidio: Elionor Valls; Marianna Miró y Miquel Pinya. Veinte fueron condenados a diferentes penas como azotes, destierros, galeras, multas, confiscaciones de bienes…

El día 4 de mayo de 2011, el Govern Balear, en un acto celebrado en el Consolat de Mar, rindió un homenaje a esas personas ejecutadas durante el año 1691. El acto se abrió con unas palabras del presidente autonómico con estas palabras: “Por primera vez después de trescientos años nos reunimos para reconocer la gravísima injusticia cometida con aquellos mallorquines que en 1691 fueron perseguidos, encausados y condenados por la Inquisición a causa de su fe y sus creencias”. Tras intervenir representantes de varias fundaciones de índole históricas, el acto finalizó con un concierto a cargo de un quinteto de la Orquesta Sinfónica de Balears que interpreto piezas hebraicas seguida de una suelta de palomas.

El poeta mallorquín Josep Ponç i Gallarza (1823-1894) en un fragmento de su poema Lo Fogó dels jueus recuerda a los cristianos que al pasar por ese macabro lugar, hoy en día sepultado por edificios, que la venganza de los xuetas quemados se puede producir en cualquier día menos esperado:

                                                           No us requi, no cristians, dar per fermança,
                                                           quan per aquí passeu, llàgrimes tendres,
                                                           perquè un jorn el buf de la venjança
                                                           no us rebati pel front aqueixes cendres.


1 comentario:

  1. caterina tarongí, se sabe en que distrito, de palma nació? pues ahora nos han puesto una calle en su nombre, en la barriada de la vileta.

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