sábado, 8 de febrero de 2014

LA VENGANZA DE LA DIFUNTA ELIONOR DESMUR

Josep María Osma Bosch

En el artículo titulado, por mí firmado, Una ensangrentada misa de difuntos,  publicado en este Blog el día 16 del pasado mes de enero, vimos el trágico suceso ocurrido en la iglesia conventual de San Francisco, de Palma, el 2 de noviembre de 1490  durante la celebración de la misa de Difuntos, entre las familias de los Armadans y Espanyols, cuya enemistad ya venía de antaño; una lucha de las incontables que siguieron durante dos siglos, y que dividieron, tanto a la capital del Reino de Mallorca, como al resto de la isla, en dos banderías nobiliarias, los Canamunt y los Canavall. En ese mismo templo seráfico tuvo lugar la historia que vamos a tener conocimiento; y, aunque la fecha exacta no figura en ninguna de las crónicas que he podido consultar, se puede datar durante esas centurias en las cuales las dos facciones de la nobleza mallorquina sumieron nuestra roqueta en un estado completamente de terror, donde no faltaban a diario asesinatos y toda clase de hechos delictivos.

Ca´n Desmur
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Elionor Desmur y Nicolau Rossinyol de Sagranada, eran dos jóvenes enamorados, pero con un  futuro incierto en su unión matrimonial, ya que pertenecían cada uno a un clan diferente: él, a los Canavall, y ella, a los Canamunt. Un día, los Rossinyol solicitaron la mano de Elionor, pero la familia de ésta la denegaron, y ello hizo que el odio entre ambos partidos se encendiese mucho más llegando a enfrentarse en una trifulca justo delante de la Seu mallorquina, saldándose con numerosos heridos por ambas partes llevando la peor los familiares de Nicolau, quien después, en un estado de ira por no poder desposarse con su amada, empezó a difundir por toda la ciudad calumnias contra ella, manchando déspotamente su nombre y apellidos.

Los de Canavall, prediciendo lo que se venía encima, es decir, más enfrentamientos contra sus naturales enemigos, los de Canamunt, y la mala suerte que podía correr su pariente Nicolau, quien después de ser advertido que Mallorca no era lugar seguro para guardar la integridad física de su persona, decidió embarcarse y alistarse en el ejército para combatir en una de las guerras que en ese momento estaba implicada España y donde su valor fue demostrado con gran valentía en las acciones que participó, servicios que le fueron recompensados con distinciones.  Por su parte, Elionor Desmur con una gran depresión se enclaustró dentro su casal, deseando que pronto le llegase el final de sus días.

Pasado el tiempo, Nicolau Rossinyol, con la licencia total de la milicia en sus manos, desembarcaba de una galera en Ciutat. De camino a su casa de Ca´n Granada (actual nº 10 de la calle homónima), oyó el sonido de las campanas de una iglesia tocar a difunto. Después de ser recibido efusivamente, y con sorpresa por sus familiares, les preguntó quien era el finado y de qué iglesia provenían aquellos fúnebres tañidos: respuesta que los lectores la pueden adivinar: Isabel había fallecido horas antes y se le daría sepultura al día siguiente en la cripta de su familia en la iglesia conventual de San Francisco de Asís.

Queriéndola ver por última vez, cubriéndose su rostro con una capa, armado de espada, y amparándose con la penumbra de la noche, se aposta a pocos metros de Can Desmur (actual Cambra de Comerç de Mallorca, calle Estudi General, 7), donde en esos momentos partía la comitiva fúnebre que llevaba el cuerpo sin vida de su antigua amada y a la que había calumniado siete años atrás.

Ca´n Sagranada
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Una vez en el templo, tras constituirse la capilla ardiente, con la caja mortuoria abierta, flanqueada por cuatro grandes ciriales, los familiares, amigos y siervos de los Desmur se retiraron a sus casas en espera del día siguiente cuando se celebrarían las exequias e inhumación de Isabel. En ese instante, Nicolau, que se hallaba escondido dentro de una capilla, tras  cerciorarse que no quedaba nadie dentro de la iglesia, se acercó al túmulo, y cual no fue su sorpresa al ver que el rostro de la finada conservada toda su belleza natural.

Minutos después, el Canavall notó que una mano se posaba sobre su hombro; era un fraile por él conocido. Pidió confesión por sus malignas palabras de antaño. La penitencia impuesta fue la de velar el cadáver, y a solas durante toda la noche y a puertas cerrada, siendo el propio religioso que se encargaría de abrirle una salida al alba.

Nicolau, después de algunas horas de mirada fija ante el rostro de la difunta, le ganó el sueño. Pero poco duró en manos del dios Morfeo, ya que sintió un aire gélido sobre su cuerpo. Al abrir sus ojos, se llenó de terror al ver que delante suya se hallaba Isabel, con cara desfigurada, que le tendía sus manos. Lleno de terror se puso a correr buscando una salida, recordó que el templo estaba cerrado a cal y canto; con la Desmur pisándole los talones, llegó hasta la tarima donde estaba depositado el féretro, cayendo de rodillas delante de él.  

Al amanecer, poco antes del primer servicio religioso del día, paralizado se quedó el franciscano encargado de abrir la iglesia, de ver el cuerpo sin vida de Nicolau Rossinyol de Sagranada sobre un charco de sangre, con la boca abierta y con su lengua cortada, y unas manchas sanguinolentas sobre la mortaja de Isabel Desmur, la que en vez de muerta parecía dormida con una sonrisa en su cara.
                                                            

2 comentarios:

  1. Ahir férem la visita "Dones a l'ombra" i resulta en aquesta llegenda no es referix a n'Elionor Desmur, que fou una dona emparada als murs de la seu per voluntat pròpia, si no que en aquesta llegenda es refereix a n'Elisabet Desmur.
    Ho dic per si es vol rectificar i deixa la llegenda amb el personatge que toca.

    ResponderEliminar
  2. Ni pajotera idea chaval.
    Primero dices elionor y luego por tres veces isabel.
    En qué quedamos?

    ResponderEliminar