lunes, 2 de febrero de 2015

LA ELEGIDA (XIII)


JOANA JOY

LOS TRES CABALLEROS


Después de comer, tío Joan y su buen amigo Musset se quedaron  hablando de sus cosas y disfrutando de una copa de buen cognac francés con el que el antiguo militar había obsequiado al nuevo Hermano Mayor de la Orden.

-Realmente es digna hija de su padre, tienes que reconocerlo –dijo Musset –y es normal que quiera saber.
-Lo sé. Es inteligente, hábil, discreta, prudente, decidida y cómo no, toda una mujer que sabe muy bien lo que quiere.
-Repito, digna hija de su padre. Y, lamento decirte que te conoce demasiado bien, mejor de lo que crees. Te has olvidado de arriesgada, que también lo es.
-Sí, también. Ha dado buena muestra de ello.
-Me pregunto cuánto tardará en querer saber quién es Fernando en realidad, si no lo ha hecho ya.
-No, aún no. Pero cuando lo haga, le diré que debe averiguarlo por sí misma, que es otra prueba más para alcanzar su meta. Cambiando de tema –dijo Joan de Guillart –gracias por la información que me has dado y por éste buen cognac.
-Sabes que siempre estoy a tu disposición.
-Lo sé, y te lo agradezco. A día de hoy, me sigo preguntando ¿por qué no quisiste entrar en la Orden?
-Me conoces bien, mi buen amigo y sabes que no soy hombre de reglas; salvo las mías.

Mientras en la biblioteca, Magda había retomado la lectura del libro… aunque su pensamiento estaba en otro lado  –¿quién era realmente Fernando? Empezaba a dudar de que aquél fuera su verdadero nombre.
-Armand…recuerda el nombre, Armand… -le dijo nuevamente aquella voz dulce –Fernando sólo es el que utiliza dentro de la Orden, pero su verdadero nombre es Armand de Montenegro, descendiente directo por línea paterna y desde tiempos lejanos de la familia del mismo nombre. Él es tu Destino.

-¿Estás bien niña Magda? –le preguntó Musset que acababa del entrar en la biblioteca.
-Sí, mi coronel. Simplemente estaba inmersa en mis pensamientos. ¿Dime, hasta cuándo te quedas?
-Mañana por la tarde salgo para Paris.
-Perfecto entonces. ¿Qué te parece si te invito a cenar?
-Sabes que nunca tengo un No para ti, mi niña Magda.

Ya en el restaurante, Georges Musset no dejaba de observarla, -¿dime, qué ronda por esa cabecita tuya?
-Me conoces bien mi coronel. Hace tiempo que tengo a alguien en el pensamiento y no sólo no puedo dejar de pensar en él, sino que parece que el destino se ha empeñado en que lo vea cuando menos me lo espero y en los lugares más insospechados.
-¿Puedo saber su nombre? –preguntó Musset sabiendo perfectamente cuál sería su respuesta.
-Fernando, se llama Fernando. Aunque empiezo a dudar de que ése sea su verdadero nombre.
-Mi querida niña Magda, su nombre es Armand de Montenegro, descendiente de uno de los tres Caballeros que en su día y entre ellos, hicieron un juramento de Lealtad.
-¿Tres Caballeros, dices? ¿Quiénes eran esos tres Caballeros? Y por favor, no me digas que ahora no es el momento para decírmelo.
-Uno de ellos era Joan de Guillart, otro y como ya te he comentado, fue el padre de Armand y el tercero, tu querido y siempre estimado padre.
Magda se quedó sin palabras, no sabía que decir, sólo recordaba las palabras que pocos minutos antes le había dicho aquella dulce voz -¿me estás diciendo qué todo tiene conexión?
-En la Orden lo tienen todo atado y bien atado, no lo olvides. Sólo Joan de Guillart decidió permanecer soltero y ofrecer  por entero su vida y todos sus conocimientos a la Orden.
-Entonces, ¿Fernando sabe perfectamente quién soy yo?
-Sí. Desde aquella mañana en la cafetería de Plaza España, tío Joan lo mandó para que tuviera un primer acercamiento contigo. También en Escocia, aunque en aquella ocasión fue diferente, no sólo te siguió durante todo el viaje, sino que también te protegió.
-¿Protegerme, dices? ¡Me valgo por mi misma y no necesito a nadie que me siga, y mucho menos que me proteja! ¡Y lo sabes!
-Algún día lo entenderás todo Mi Señora. –le dijo Musset mirándola con dulzura. –por cierto, enhorabuena por tu hazaña durante el Capitulo, sólo el nuevo Hermano Mayor fue capaz de reconocerte. Ni siquiera Fernando reconoció tus bellas manos. Fue un fallo por parte de él.
-O simplemente, no era el momento. ¿No crees?
-Exacto mi querida Señora. Veo que no se te pasa ni una.

Después de cenar, fueron caminando tranquilamente hasta el coche de ella. La noche era fría, pero no el corazón de Magda. Ansiaba volver a verle…
-Niña Magda, no pienses tanto. Volverás a verle, pero él no debe saber que tú conoces su verdadera identidad. ¿Entiendes?
-Perfectamente mi coronel. Dime ¿por qué me estás diciendo todo esto? Soy consciente de que debía averiguarlo por mí misma.
-Sí, así es. Pero después de la conversación mantenida con tu tío, decidí que debía y estaba en la obligación… mi obligación de decírtelo. Y vuelvo a repetirte, él nunca debe saber qué tú conoces su verdadera identidad. No, hasta que llegue el momento. Y por supuesto, tampoco debes decirle a tu tío que hemos mantenido esta conversación. Me mataría si supiera que te lo he dicho.
-¿Matarte? ¿Tío Joan? No creo. Eso sí, enfadarse sí. Y mucho. Doy fe de ello -después del comentario de Magda , los dos se echaron a reir.

Ya en su habitación del convento y después de darse un baño relajante, recordó toda la conversación mantenida con su buen amigo el coronel Musset. Todo lo dicho por él, más la información que ella misma se encargaría de buscar y obtener, confirmarían muchas de sus dudas. Pero ahora, sólo deseaba relajarse y esperar a que Morfeo fuera a su encuentro y la condujera al país de los sueños



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