domingo, 15 de junio de 2014

LA LEYENDA DE LA MARE DE DÉU DEL MONTE TORO

Josep María Osma Bosch                                                                         


                                                                                      Damunt la muntanya santa
                                                                         d´on  s´albiren ses confins,
                                                                         teniu Vós palau de planta,
                                                                         oh! Reina dels serafins!,
                                                                         on per ser Mare divina
                                                                         us venera tot mortal.
                                                                         Moreneta mallorquina…

                                                           Fragmento de un Goig porpular menorquín
                                                                        

        
                                                                    
Uno de los lugares de los 700 km2 que tiene la superficie de Menorca que no tiene que dejar de visitarse, si la nieve no lo impide, es sin ninguna clase de dudas el monte Toro, o el Toro, como es conocido popularmente por los menorquines. Es la montaña más alta de la isla, con una altitud de 358 metros sobre el nivel del mar, y está situado dentro de término municipal de Es Mercadal, en el centro de la isla. En tiempo de la presencia islamita en la isla este monte era conocido con el nombre “al-tor”, es decir, en lengua árabe, “el punto más alto”, aunque hay gente que relaciona su toponímico con la leyenda mariana que acto seguido veremos, y en la que un toro fue uno de los protagonistas.

Según una leyenda, que me fue relatada durante una de mis estancias en la isla, uno de frailes de la Orden de la Merced  que moraba junto a su comunidad  en el predio Podio de Osterno, después rebautizado como Llinàritx, donado,  junto a otros terrenos de Ciutadella, a esa orden religiosa por el rey Alfonso III de Aragón tras la conquista de Menorca a los moros en enero de 1287, vio a través de la única ventana de su diminuta y austera celda una gran llamarada en la cima del monte que nos ocupa en estas líneas, como si fuera salida de una volcán en erupción.

Monte Toro
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Durante las noches siguientes, el fenómeno volvió a repetirse; y fue entonces, cuando el prior del convento, que había sido testigo presencial del suceso, llegó a la conclusión de que se trataba una señal celestial, encabezó, con cruz alzada, una procesión con todos los frailes al monte que nos ocupa en estas líneas.. La orografía del terreno estaba sembrado de obstáculos naturales, circunstancia que hacía que la comitiva religiosa avanzara lentamente. De súbito un enorme toro se les apareció cerrándoles su paso, pero en vez de embestirlos, se inclinó ante la cruz que portaba alzada el prior y los guió en su itinerario. 

Poco antes de alcanzar la cúspide, unas grandes rocas obstucalizaban a los devotos frailes. El bovino, ni corto ni perezoso, las rompió en un sin fin de fragmentos con sus enormes astas, pudiendo seguir el desfile procesional. Desde ese momento, ese lugar es conocido con el toponímico de “Es pas d´es bou” (el paso del toro). Minutos después, y sin ninguna incidencia más, los mercedarios, llenos de fervor, alcanzaron la cima y vieron atónitos que en el lugar donde prendía  la misteriosa llama había una pequeña concavidad y al apagarse el fuego, pudieron extraer de su interior una imagen de María con un Niño Jesús en sus brazos, ambos de color negro. Los frailes, de nuevo en santa procesión, trasladaron el grupo escultórico a su convento, pero al día siguiente desapareció hallándolo de nuevo en el lugar donde descubrieron las santas imágenes, entendieron que era la voluntad de la Mare de Déu de permanecer en lo alto del monte. Tiempo después construyeron una capilla, y desde entonces es el epicentro espiritual católico de Menorca.

La festividad de la Mare de Déu del Toro, patrona de Menorca, se celebra el 8 de mayo  con una romería en la que el obispo de la diócesis bendice los cuatro vientos y los cuatro puntos cardinales. Esta fiesta tiene sus orígenes en la época medieval en la que también eran bendecidos los frutos que daba la tierra, algo parecido a la Cruz de Mayo que se celebra en muchas localidades de la península.

La actual iglesia está construida en 1670 en estilo gótico; presenta una  sola nave y de sencilla cúpula; tiene tres capillas por lado, en una de ellas podemos ver la cueva donde fue hallado el sagrado grupo escultórico y la ánfora donde fue escondido bajo tierra durante la guerra civil española del siglo pasado, cuyo hecho veremos líneas abajo.

Desde que los mercedarios ocuparon el cenobio, y hasta en la actualidad, varias ordenes religiosas han sido que lo han habitado: de 1595 a 1835, los agustinos; de 1835 hasta 1881 por los franciscanos;  más tarde, y hasta el último cuarto del siglo XX, por los ermitaños de Sant Antoni y de Sant Pau; hoy en día, y bajo el regentado del obispado menorquín, con sede en Ciutadella, lo ocupan  las franciscanas de la Misericordia. Las otras dependencias del santuario son ocupadas por una hospedería, y lugar de ejercicios espirituales, una tienda de recuerdos, un restaurante y una sala donde están depositados exvotos. Durante gran parte de la Edad Media, a igual que algunos monasterios mallorquines, este cenobio fue centro d enseñanza de gramática, filosofía y teología.

Nuestra Señora de Monte Toro
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch
Durante la última guerra civil padecida en España (1936-1939), y hasta casi el final de la misma, Menorca  fue territorio republicano; y como en muchos lugares de la geografía española, tanto en los dos bandos contendientes, grupos incontrolados de personas sembraron el terror en la isla, con secuestros, extorsiones, asesinatos y saqueos a establecimientos religiosos, y el monasterio que tratamos en estas líneas  no fue una excepción. Un día de 1936, ya en pleno conflicto, una patrulla de milicianos armados quebrantaron la morada cenobial; tras expoliarlo y destruir el valioso y artístico retablo mayor de la iglesia, dedicado a San Agustín, construido en el año 1617 por el escultor mallorquín Pere Pascual, intentaron decapitar la sagrada imagen de la Mare de Déu del  Monte Toro, patrona de Menorca, acompañada  por su Hijo y a sus pies el toro protagonista del portento. Pero al no poder cumplir su macabro objetivo, la lanzaron a una hoguera. El donat ( santero) del monasterio, Joan Alabat, que en primera instancia fue apresado, en un despiste de los asaltantes, pudo liberarse y conseguir salvar de las llamas al grupo escultórico de madera y esconderlo dentro de una ánfora bajo tierra hasta finalizar la guerra en un lloc ( predio) seguro.

En el patio, cerca de un pozo, vemos un grupo escultórico de bronce que representa al Pare Pere Camps y, natural de Es Mercadal, varios menorquines más, que en el año 1768, a iniciativa del médico escocés Andrew Turbull, y ante la miseria que imperaba en la isla, emigraron a la Florida, fundado la ciudad de New Smyrrna, pasando después a la de San Agustín; de una de esas familias descendía David Glasgow Farragut, originariamente Ferragut, que llegó a ser el primer almirante de Estados Unidos de América. En el exterior hay ubicados dos monumentos: un Sagrado Corazón, en cuya base hay una lápida con los nombres y apellidos de los soldados menorquines muertos en la guerra de África en la tercera década del siglo XX; el otro está dedicado a los menorquines que en la primera mitad del siglo XIX se asentaron en Argelia, y cuyos descendiente conservan las tradiciones de la isla de Menorca. Junto a los muros, hay una torre de defensa construida sobre una atalaya en 1558,  en la actualidad es un puesto de transmisiones del Ejército.

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