domingo, 19 de enero de 2014

MARÍA MAGDALENA Y SU VIAJE A MALLORCA

Juana María Hernández Joy

Después de su triste partida de Jerusalem, había estado viajando por el Mediterráneo con la única intención de llegar a Marsella para el alumbramiento. Así se lo había prometido a él y así habían quedado antes de que se separaran. No tardarían mucho en volver a reencontrarse, pero ahora no era el momento de que estuvieran juntos...

Estaba amaneciendo cuando el barco atracó en el puerto. Por fin había llegado a su ansiada isla; tantas veces vista en sueños, como imaginaba a través de las historias que le contaba su querido padre siendo niña... Muchas fueron las enseñanzas impartidas por él y poco el tiempo para demostrarle todo lo que había aprendido... -"No olvides nunca que yo te protejo. Te quiero mi niña, estoy orgulloso de ti. Estaré siempre contigo". Fueron sus últimas palabras antes de irse para siempre...

Nada más bajar a tierra, un hombre la estaba esperando. Era alto, canoso su pelo y de un azul intenso sus ojos, además de una penetrante mirada. Se acercó a Ella diciéndole... "Sé quien sois y porqué estáis aquí... os estaba esperando. Mi nombre es Guillem y estoy aquí para serviros en lo que necesitéis". Por unos segundos se sorprendió, pero no se extrañó... su padre antes de morir ya le había avisado de muchas de las cosas que iba a vivir a lo largo de su vida... y ésta era una de ellas.

-"Seguidme Señora... Os llevaré a vuestra estancia de la cual podréis disponer durante todo el tiempo que estéis en la isla, para que os acomodéis y descanséis del viaje. Mañana será un día importante para vos... Pasaré a recogeros cuando despunte el alba y no olvidéis que esta noche hay luna llena..." Le dijo Guillem, mirándola con dulzura, mientras se alejaba con paso firme y decidido.

A pesar de estar cansada, el sueño no parecía llegar; demasiados pensamientos recorrían su mente... No podía olvidar los últimos días vividos junto a su amado, ni tampoco el trato recibido por parte de Pedro y Pablo... En especial Pedro, de quien su amado ya la había avisado de que tuviera cuidado... Pero no quería pensar más; ahora estaba en lugar seguro y protegida por Ellos.

Necesitaba estar tranquila, en no muchos días iba a ser madre y durante su viaje por mar había estado preparándose para cuando llegara el momento. Siempre se había cuidado mucho, entendía de recetas y sabía cómo prepararlas. Quienes la conocían, decían de Ella que era una mujer muy guapa, morena, de ojos azules y larga melena. Y desde su marcha de Jerusalem, siempre vestía de negro...

Guillem ya estaba esperándola cuando salió de la casa donde se hospedaba.

-"Buenos días mi Señora, ¿vamos?"

-"Si". Respondió sin titubear.

La distancia que separaba la casa del lugar donde la estaban esperando no era mucha. A pesar de ser la primera vez que la recorriera, se conocía perfectamente el camino. Cosa que no sorprendió en nada a Guillem, el cual estaba feliz por ser él, a quien sus superiores eligieran para cuidarla y protegerla.

En el trayecto se encontró con dos mujeres; la de mayor edad la reconoció enseguida. La expresión que reflejaban sus ojos era de sorpresa y alegría a la vez, también sabía quien era; pero no le dijo nada, simplemente se limitó a hacerle una pequeña reverencia al pasar junto a Ella.

-"¿Mi Señora, el momento ha llegado, ¿nerviosa?. Le dijo Guillem, consciente de que ya estaban a pocos metros del lugar donde los estaban esperando.

-"No. ¿Por qué debía de estarlo? Desde siempre supe que este momento iba a llegar... Como llegarán otros..."

No les hizo falta llamar a la puerta, ésta se abrió y ante ella apareció una gran sala con un gran ventanal y nueve hombres que al verla hicieron la reverencia ante su persona.

-"Bienvenida mi Señora... Estamos aquí para protegeros, a vos y a vuestro legado el cual siempre estará a salvo con nosotros". Le dijo Hugo, quien de los presentes, era el de más edad a la vez que el de más rango dentro de la jerarquía.

Dicho ésto, le ofreció su brazo y la condujo al centro de la sala donde había una mesa, sobre la misma, unos antiguos pergaminos que Ella conocía muy bien ya que se los había visto a su padre en una ocasión. No entendía porque ahora estaban allí.

-"Os preguntaréis por qué ahora están aquí estos pergaminos... Bien, aclararé vuestras incógnitas... Vuestro padre fue uno de los nuestros. Él mismo fue quien los guardó durante años hasta poco antes de su partida. Yo fui el encargado de ir a recogerlos y traerlos aquí de nuevo hasta que llegara el momento de vuestra llegada a nuestra isla. Estos pergaminos contienen toda la información sobre vos y vuestro legado con el cual estamos comprometidos a salvaguardar de manos malintencionadas o personas con otros intereses que no sean el de cuidar y proteger el linaje real. Vos sois la portadora de ese linaje y nosotros vuestros Caballeros al igual que los guardianes de tan noble estirpe".

Cuando terminó de hablar, se acercó a Ella ofreciéndole nuevamente su brazo y diciéndole..."Señora, este es vuestro sitio... y el de vuestro futuro retoño que en pocos días verá la luz..."

Seguidamente hizo una señal a Guillem, quien esperaba para llevarla nuevamente a su estancia.

Al día siguiente marchaba para Marsella, feliz y contenta de haber hecho esta parada en el camino antes de llegar a su destino...

Al despedirse de Guillem, su fiel caballero y protector durante esos días en la isla, éste extendió su mano hacia Ella ofreciéndole un pequeño cofre de madera, en cuyo interior había una cruz de oro y en el centro de la misma, una rosa...

-"Esto es para vos, ha llegado el momento de que la llevéis sobre vuestro pecho mi Señora... Vuestro padre me lo entregó antes de morir".

Y sin dejar de mirarla fijamente, se despidió diciéndole: 

-"Me alegro de haberos vuelto a ver mi querida niña Miriam..."

Así es como la recordaba y llamaba desde aquella primera vez cuando la vio junto a su padre en Magdala, en uno de tantos viajes que hizo hasta allí para reunirse con su buen amigo y compañero de batallas...

-"Gracias mi estimado Guillem, sabía que en este viaje me llevaría muchas sorpresas y también alegrías; entre ellas, la de volver a tener esta cruz, la cual mandó a hacer mi añorado padre para mi noveno cumpleaños y que después de su partida no volví a ver más, hasta ahora... Marcho hacia Marsella con la Sabiduría y el Conocimiento necesario para afrontar esta nueva etapa que me espera en tierras de la Galia".

-"Espero volver a veros algún día..." dijo Ella.

-"Así será, mi Señora..."







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