Juana María Hernández Joy
ROGER DE BLANCHEFORT
-“El taxi nos está esperando,
¿vamos?” Le dijo Musset a Magda.
Pocos días después de su llegada
al monasterio, el Coronel Musset emprendía viaje nuevamente, esta vez su
destino era Barcelona; Magda había decidido acompañarle, deseaba volver a
Carcassonne para hacer algo que había dejado pendiente la última vez que estuvo
allí y que su tío Joan le reprochó que no hiciera. Debía de acudir al
cementerio y visitar la tumba de Marie Magdalene D´Ortells, sabía que llegado
el momento de ir, y ella misma le enseñaría el camino.
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Ya en el avión, Musset llevaba
rato observándola y se preguntaba que le estaría pasando en ese momento por la
cabecita a su niña Magda.
-“¿Estás bien, mi niña?”
-“Sí, mi coronel.” Le contestó
mientras ésta observaba las nubes a través de la ventanilla del avión.
-“Te acompañaría hasta
Carcassonne, pero debo atender unos asuntos personales de vital importancia
para mí; no obstante, sé quién podría ir contigo hasta allí y no tengo duda que
cuando se lo diga, estará encantado de hacerlo.”
-“¿Cómo dice usted Teniente
Coronel Georges Musset? ¡Sabe perfectamente que no necesito a nadie, que me
valgo por mí misma!”
-“¡Ja ja ja ja ja! Sabía que
saltarías. Ya lo sé Magda, te conozco muy bien y por eso te lo he dicho.”
-“Te repito, no necesito a nadie,
sé valerme sola. Además, necesito hacer este viaje sin acompañantes... Debo de
cumplir con algo que dejé pendiente la última vez que estuve allí.” Le dijo
Magda, ya con un tono más sosegado.
-“De acuerdo, pero al menos
déjame que te lo presente. Esta noche cenaremos con él.” Le dijo Musset, sin
darle opción a una negativa.
-“Bien. Pero que sepas qué a
Carcassonne, voy sola.”
Había llegado el momento de tener
que arreglarse para la cena y no sabía qué se debía poner. Sólo era una cena de
compromiso, de quedar bien, al menos por parte de ella. Aun así, no quería
dejar mal al coronel Musset presentándose en vaqueros y una camiseta. Aunque
también reconocía que el sitio donde iban a ir a cenar, era uno de los mejores
restaurantes de la capital barcelonesa, el cual estaba situado en plena zona
residencial del barrio de Pedralbes. Así que, se arreglaría de acorde para la
ocasión y como a ella le gustaba vestir, pantalón negro y top de tirantes del
mismo color y como no, sus siempre zapatos de tacón alto a juego. Sin olvidar
sus labios de rojo carmín que tanto le gustaba lucir.
Nada más salir del taxi que los
había llevado a Musset y a ella hasta el restaurante, vio de frente a un hombre
que los miraba con una gran sonrisa.
-“¡Bonsoir mi querido amigo
Roger! ¿Cómo estás? ¡Gracias por venir! Aquí te presento a Magda, ella es sobrina
de Joan de Guillart y por consiguiente conocedora de muchos de los temas que te
interesan. Aunque no de tantos como ella quisiera.
Mientras Musset la presentaba a
su amigo, ella no pudo evitar echarle una mirada de arriba abajo. Roger había
acudido a la cena vestido con unas bermudas vaqueras, una camisa negra de marca
y zapatos de piel negros, de marca también.
-“Encantado Magda, es todo un
placer conocerte.”
-“Igualmente Roger.” Le dijo
cortésmente Magda.
Durante la cena estuvieron
hablando de varios temas entre ellos, el viaje que iba a hacer Magda a
Carcassonne. No hizo falta que Musset dijera nada, Roger ya se adelantó.
-“Sería un placer acompañarte y enseñarte
rincones y sitios que posiblemente aún no conozcas. Además, allí tengo una
casita a la cual estás invitada. Bueno, no sé si ya reservaste hotel…”
-“No, pensaba hacerlo nada más
llegar allí.”
-“Entonces, no hay nada más que
hablar, te hospedarás en mi casa, y serás mi invitada de honor durante los días
que decidas quedarte.”
-“Gracias por el ofrecimiento,
pero no puedo aceptar.”
-“Debes aceptar mi niña Magda,
Roger es todo un caballero, estarás en buenas manos.” Le dijo Musset.
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Roger de Blanchefort, era descendiente de una de las
más antiguas familias de barones del mismo nombre, cuyo título se remontaba a
la edad media y que ostentaba actualmente su padre. Era todo un caballero,
Georges Musset le conocía bien; reconocido y respetado investigador en todos
los temas relacionados con el Temple y el Priorato, era además, editor de
varias revistas sobre temas históricos y un excelente escritor. Era hombre de
una serena belleza mediterránea, alto, moreno y con unos ojos de mirada
penetrante que se dejaban ver perfectamente a través de sus gafas de concha
negra, dándole así un aspecto mucho más interesante. Sin dejar pasar por alto,
su halo de misterio el cual contribuía a todo ello.
-“Ya estamos en casa, ven, ten
enseñaré donde está tu habitación y no olvides de que estás en tu casa,
cualquier cosa que necesites, sólo tienes que pedírmela. ¿Qué te parece si
cuando estés lista damos una vuelta por la Citè y después cenamos en uno de
los restaurantes que hay en la plaza? Ahora en verano siempre hay música por
las noches. Pienso que te gustará. Y de paso hablamos de los planes que tienes
para mañana” Le dijo Roger mientras dejaba la maleta de Magda sobre la cama.
-“Sí, gracias. Por mí, perfecto.”
La noche era perfecta, había luna
llena y el cielo estaba despejado, se podían ver las estrellas con toda
claridad. Mientras paseaban, Magda recordó la primera vez que estuvo allí y
como le gustó escuchar la canción de Edith Piaf, “La Vie Rose…” Y justo en ese
momento, esa bella melodía que tan buenos recuerdos le traía, empezó a sonar de
nuevo.
-“¿Bailamos?” Le dijo Roger
cogiéndola inesperadamente de la mano y llevándola hacia una pequeña pista
habilitada para ello.
Magda no tuvo tiempo de
reaccionar, cuando se quiso dar cuenta, ya estaba bailando con él. Nada más
terminar la pieza, le dijo: “Gracias Magda, ha sido un placer bailar contigo.
¿Vamos a cenar?”
-“Sí, vamos.”
Ya en el restaurante, Magda dijo:
“Me vas a perdonar, pero esta noche no tengo mucho apetito, sólo tomaré una
omelette con un poco de ensalada.”
-“¿Estás nerviosa por la visita
que vas a hacer mañana, verdad?”
Al oír la pregunta de labios del
futuro barón de Blanchefort, se preguntó a sí misma: “¿Por qué ya no me extraña
cuando me hacen este tipo de preguntas y más alguien que conozco hace tan sólo
dos días?”
No iba a responder a ésa
pregunta, a su vez, ella le haría otra…
-“¿Dime, quién eres?”
-“Soy Caballero de una de las
órdenes más antiguas que existen. Aparte de ser una persona la cual te puede
ayudar a encontrar lo que has venido a buscar.”
-“¿Sabes Roger? Carcassonne me
encanta, soy una enamorada de este bellísimo lugar y agradezco tu ofrecimiento,
pero mañana debo acudir sola.”
-“Como quieras, pero no te
aconsejo que lo hagas, es mejor que vayas con alguien que conozca bien el
terreno por donde vas a pisar.”
-“Presiento que no me vas a dejar
ir si tú no vienes también.”
-“Exacto querida niña Magda.” Le
dijo Roger mirándola fijamente a los ojos.
A la mañana siguiente, Roger ya
la estaba esperando, cuando Magda le vio no pudo evitar sonreír levemente.
Igual que la primera vez que se vieron, él llevaba sus emblemáticas bermudas
vaqueras combinadas en esta ocasión con un polo de marca color granate.
-“¿Qué, no voy bien?”
-“Sí, sí, sí, vas perfecto. Me
encanta tu estilo sport. ¿Vamos?”
-“Por supuesto, después de ti.
Siempre después de ti niña Magda.”
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Ya en el cementerio, Magda empezó
a recorrerlo lentamente buscando algo, una señal, que la llevara hasta Marie
Magdalene… De repente una voz dulce empezó a hablarle: “Ven, estoy aquí, por
fin has venido.” La misma provenía de una tumba la cual estaba en un paraje apartado
del mismo cementerio, al acercarse y encontrarse ante ella, la voz siguió
hablándole: “Gracias por venir, te estaba esperando, ha llegado el momento de
decirte que tienes a gente tanto de aquí arriba, como de allí abajo que te
siguen y te vigilan.”
-“Pero, ¿con que fin, si yo no
soy nadie?” Contestó Magda al oír aquellas palabras.
-“Buscan y quieren tu Conocimiento. Por el momento, sigue como
hasta ahora, lo estás haciendo muy bien. Y nunca bajes la guardia. No puedo
decirte nada más, ahora no. Te quiero niña Magda. Ahora debo irme. Nunca
olvides mis palabras.”
-“No lo haré. Gracias. Sé de tu
historia por tío Joan…”
-“Eso ya pasó, ahora debes de
centrarte en ti. Debo irme.”
-“Magda, ¿estás bien?” Le dijo
Roger al ver como rompía a llorar y quien había estado en todo momento
pendiente de ella.
-“Sí Roger, estoy bien. Sólo
emocionada. Gracias por venir, tenías razón, no debía venir sola hasta aquí.”
-“Bueno, ¿y ahora qué te parece
si regresamos a casa y te preparo una de mis especialidades culinarias? No sólo
el escribir es un arte, también lo es el cocinar. ¿Qué me dices?”
-“Me parece perfecto.” Contestó
Magda, a la que Roger ya había conseguido sacar una de sus bellas sonrisas.
-“Vamos entonces.”
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