sábado, 22 de febrero de 2014

EL ORIGEN DEL PUIG DE RANDA

Josep María Osma Bosch                                          

Puig de Randa
(Foto: Archivo de Josep María Osma Bosch)
“Sobre el pla de Mallorca el Puig de Randa
  eleva l´alt planell de sa mirada,
  com un enorme, primitiu altar.
  Lluny dels gegants ombrívols de la serra,
  Ell qui les boires i la neu desterra,
  vers l´Àfrica a lo lluny sembla guaitar. “

 Fragmento del poema La mata escrita del Puig de Randa de Mossèn Miquel Costa i LLobera

                         

El Puig de Randa, enclavado en el Pla de Mallorca, y a 5 kilómetros de poniente de la pedanía, llogaret en mallorquín, del mismo nombre perteneciente a Algaida, antigua alquería almohade de al-gayda  (el bosque), también llamada la montaña de los tres monasterios la muntanya santa,  ya que en ella se hallan los cenobios de Sant Honorat, fundado por Fray Arnau Desbrull en 1394, hoy en día lugar donde postulan los futuros Misioneros del Sagrado Corazón; el de Nostra Senyora de Gràcia, que tiene su nacimiento en 1440, donde  un franciscano llamado Antoni Caldés estableció su vida eremitica en una oquedad natural; y en la cima del mismo, a 549 metros de altura sobre el nivel del mar, el de Nostra Senyora de Cura, lugar que en el año 1275, Ramon Llull (1232-1315), quien, después de abandonar una vida frívola, se retiro dentro de una cueva de sus cercanías, en la que durante suda contemplativa  tuvo sus visiones místicas, y cerca de la cual  se halla el lentisco, traducido al mallorquín mata, nombre científico es Pistacia lentiscus en cuyas hojas, nuestro paisano más universal escribió en signos arábigos el nombre de Dios;  una representación de esa planta,  que se conoce como mata escrita, se halla en piedra en el tímpano de la fachada del Col-legi de Nostra Senyora de la Sapiència en la palmesana plaza de Sant Jeroni, centro educativo eclesiástico fundado en 1629 por el canónigo Bartomeu Llull (1565-1634), para acoger a una docena de jóvenes de clase humilde preparándoles para el sacerdocio; a los pies de la montaña hay otro santuario: Nostra Senyora de  la Pau, que antes fue la parroquia, una de la primeras constituidas después de la invasión feudal catalano-aragonesa de 1229, de Sant Pere de Catellitx, en árabe Qastil bi. al-´ugûn, castillo entre la fuente, documentado en el Llibre del Repartiment o Llibre del Rei como Castubeyon, libro manuscrito en el cual se refleja el reparto de la isla a los magnates feudales que participaron en su conquista de la misma junto al monarca aragonés; curiosamente, al lado de Cura se observan unos muros pétreos que quizás hubieran pertenecido a una construcción defensiva.  En cuanto a Randa, es grafía derivada de la también  palabra árabe ar-Randa, es decir, el laurel.

Según cuenta una leyenda, hace muchos de cientos de años, cuando no existía el Puig de Randa, siendo toda esa zona de Mallorca un  gran llano sin ninguna altitud rocosa, vivía en las marinas de Alger un gigante, de los muchos que en esas épocas pululaban por este mundo terrenal. Este enorme ser, parece ser de carácter bonachón, había escuchado de boca de marinos, pescadores comerciantes, piratas que solían, y más de los esclavos cristianos que se vendían en el puerto argelino, que más allá del mar existía una isla, cuya belleza no tenía par. De tanto oír las hermosuras de esa isla, se le metió en su cabeza la idea de visitarla, pero, al ser tan grande, su cuerpo, ningún navío quería darle pasaje.


Cueva de Ramón Llull
(Foto: Archivo de Josep María Osma Bosch)
Después de mucho tiempo, al ver que nuestro gigante se hallaba en un estado de total desolación por no poder realizar esa, tan deseada por él, travesía, dos capitanes de barco pensaron que la única forma de que él pudiera navegar a bordo, era ir derecho y con un pie en cada barca. La propuesta fue aceptada por el hombrón, empezó lo preparativos para el viaje. Dicho y hecho, llegó el día del embarque y tras ponerse como le habían dicho los marinos, con un gran cesto, sobre sus sienes, lleno de tierra de su país, con una bolsa de semillas de plantas aromáticas, y un gran bastón, ya que era cojo, empezó la singladura hacía esa isla maravillosa que los nautas llamaban Mayûrqa. 

El viento apto para la navegación favorecía la expedición, pero al cruzar por el archipiélago de Cabrera, se desató una fuerte tempestad que obligó a cada barco tomar una diferente al otro; ello hizo que el ansioso gigantón perdiese el equilibrio, y al notar una caída inminente, se “descalzó” de una de las embarcaciones produciendo con la pisada un gran y profundo pozo, existente en nuestros días, en Cala Pi, de Llucmajor; por su parte, el cesto con la tierra se vertió formando el Puig de Randa, y  las gotas de su sudor, hicieron brotar la Font de la Vila, es decir, la ´aún –al-amîr, es decir, la fuente del emir, en los terrenos de Son Reus, acuífero que suministraba a la Madîna Mayûrqa.

De este macizo, que tiene forma de herradura, y de gran riqueza forestal, además del Puig de Randa, lo forman los de Son Reus, de 501 metros, Galdent, de 420 m. d´en Bord, de 334m., Son Veny, de 317 m. y el de Son Claret de 337 m., otra creencia popular, y recogida por En Jordi d´es Recó, seudónimo de Mossèn Antoni Maria Alcover Sureda (1862-1932 )  en su Aplec de rondaies mallorquines, dice, además de la asombrosa historia que acabamos de tener conocimiento, que las  entrañas de esa montaña están vacías y que por ellas corren enormes caudales de agua; que dos pares de columnas de oro le dan soporte, de las cuales, hoy en día, tres están rotas, y la que queda se halla en estado muy quebrantado, y al terminar de romperse ésta, se hundirá toda la isla en el fondo de los mares.  

lunes, 17 de febrero de 2014

LOS MORADORES DEL CASTILLO DE BELLVER

Amado Carbonell Santos

En los instantes siguientes a la puesta del Sol, las sombras inundan los muros del Castillo de Bellver. Las escaleras de caracol descienden hacia la penumbra, sin saber muy bien a donde conducen, únicamente el último peldaño revelará que se esconde tras la negrura de la noche…

Son muchos los vigilantes y trabajadores del Castell de Bellver que han afirmado escuchar pasos junto a la estancia donde estuvo preso  Jovellanos, o sentir el tacto frío de una mano sobre su hombro junto a las ánforas del museo greco-romano.

Castillo de Bellver
(Foto: alcazaba.com)
Las historias y leyendas que rondan la historia del castillo comienzan desde el momento que el Rey Jaime II, estaba convencido que los fantasmas de sus antepasados y los soldados moriscos le perseguían. Tal era el temor que tenía de esos espectros que tanto le atormentaban, que mandó construir el castillo sobre la colina de Bellver en el año 1309, donde su figura inconfundible domina toda la ciudad y la bahía de Palma. El propio rey Jaime II ordenó construir la torre del homenaje, separada del edificio principal por un simple puente de piedra, el cual podría ser destruido para que los ejércitos moriscos no pudieran llegar hasta él y disponer de agua y provisiones hasta que llegasen los refuerzos.

Esta fortaleza de planta circular, fue ideada principalmente como residencia real, pero el tiempo en su transcurso hizo que su función fuese la de un refugio de la corte y una prisión inexpugnable. Cientos de soldados de las guerras napoleónicas fueron tomados como prisioneros y pasaron sus últimos años entre sus muros, sufriendo terribles tormentos y torturas de mano de sus carceleros, hasta que se volvían locos o morían de dolor bajo el yugo del látigo y el hierro incandescente.

Torre y puente de piedra
(Foto: inspiradoenespana.com)
Muchos personajes históricos pasaron también meses, incluso años recluidos en una pequeña celda mientras escuchaban el sonido del mar al otro lado de las murallas. El primero de ellos fue el ministro Gaspar Melchor de Jovellanos, que estuvo preso desde 1802 hasta 1808, el cual contribuyó en la descripción del castillo de forma exacta e hizo una gran labor botánica en el pinar circundante, creando con ello el primer movimiento conservacionista del patrimonio de Bellver;  Años más tarde, el físico francés François Aragó se refugió entre sus paredes durante algunos años, tras ser acusado de espionaje mientras participaba en la medición del meridiano de París. Durante 1817, el general absolutista Luis Lacy fue fusilado sobre los muros del Oeste, junto al acceso del foso que protege al castillo. Pasaron los años y los presos políticos iban llegando para ser en muchos de los casos torturados, e igual que  Lacy, fusilados.

Durante el siglo XX, después de la insurrección de 1936, ochocientos presos republicanos fueron encerrados y trabajaron en la construcción de la carretera que conduce desde la calle Joan Miró hasta las escaleras de acceso al patio exterior. Muchos de ellos perecieron durante aquellos terribles años de trabajos forzosos, tortura y dolor, no sin dejar la huella de su paso por la que fue su última morada.

En 1931, durante la Segunda República el castillo fue cedido a la ciudad de Palma, y en 1932 fue convertido en un museo, siendo éste renovado durante 1976 para finalmente ser el Museo de Historia de la Ciudad de Palma de Mallorca.

El personal que realizaba las rondas de vigilancia nocturna, contaba a sus superiores que en los pasillos del primer piso, se sentían observados y el sonido de unos pasos les seguían hasta detenerse frente a las escaleras que bajan al portalón de la entrada principal. Otros avisaban por radio a sus compañeros, al escuchar voces y sentirse tocados por manos que aparecían de entre la oscuridad junto a las esculturas romanas.

Los trabajadores encargados de la limpieza del recinto, afirmaban haber visto la sombra de Jovellanos paseando por los pasillos del primer piso, y desaparecer unos instantes después frente a la puerta de la que fue su celda. Otros trabajadores que realizaban las reparaciones en el sistema de iluminación y se quedaban hasta altas horas de la madrugada, informaron haber escuchado gritos y lamentos de dolor provenientes de la planta baja del castillo. Contaban que eran unos gritos tan desgarradores que el vello se les erizaba y el corazón palpitaba tan fuerte que sentían su propio pulso sobre la ropa.

Bajo los suelos de la fortaleza, se hallan unas cuevas excavadas por los propios trabajadores que construyeron el castillo, utilizando la montaña como cantera. Según cuenta una de las leyendas, dichas cuevas habían servido de morada a una malvada bruja conocida como “Na Joana”.

Cuevas bajo el castillo de Bellver
(Foto: diariodemallorca.es)
Algunas versiones narran que esperaba a las gentes que paseaban por las cercanías del castillo, para invitarles a degustar un manojo de higos que llevaba en su canasto. Los paseantes accedían gustosos a probar un bocado del pequeño manjar que aquella anciana les ofrecía, desconociendo que aquellos higos de aspecto tan apetecible estaban envenenados.

Otras nos hablan de que esa misma mujer, le quitó la joroba de la espalda a un joven muchacho, que se dispuso a cantar y a bailar con ella y sus compañeras junto al calor de la hoguera, que habían encendido junto a la entrada de las cuevas de Bellver. La joroba que le había sido quitaba a aquel joven tan amable y alegre, la bruja se la implantó en el pecho a otro joven que caminaba cerca de las murallas del castillo, igualmente era jorobado y había sido descortés con ella.

Arqueólogos que entraron en dichas cuevas, contaron al director del proyecto de restauración que habían escuchado detrás de ellos pasos y cuando se giraban para mirar, no había nadie. Incluso afirmaron haber oído risas de mujer dentro de las cavidades de la montaña y el sonido del chasqueo que producen las llamas ardiendo sobre un montón de leña de pino recién cortado.

Na Bruixa Joana
(Foto: elmundo.es)
Diversos historiadores tienen la certeza de que la zona baja de la torre del homenaje, ideada para hacer la función de aljibe, había sido utilizada durante siglos como mazmorra y tenía un pasadizo secreto que comunicaba con la zona más oculta de las cuevas.

El propio autor de este artículo, se ha sentido observado y seguido por presencias durante sus visitas invernales al Castillo de Bellver, mientras contemplaba la salida del Sol  a través de las pequeñas cristaleras de la celda de Jovellanos.  El punto donde más se concentraban estas sensaciones, era en las zonas donde reposan los restos arqueológicos más antiguos de la ciudad. Puede que únicamente sea sugestión producida por el entorno, pero con los antecedentes de muerte y sufrimiento que se vivieron y que actualmente se esconden tras sus murallas, bien merece la pena pasear por sus pasillos, experimentando una vez más el tacto del paso del tiempo rodeándonos en cada una de sus estancias.

sábado, 15 de febrero de 2014

EL ENIGMÁTICO "SIURELL" MALLORQUÍN

Josep María Osma Bosch

De los muchos recuerdos gratos de mi niñez archivados en mi mente, son de aquellas inolvidables festes a n´es carrer como las del arrabal de Santa Catalina y de aquellas concurridas romerías de San Bernat, Bonanova, Sant Marçal… con sus típicas paradetes de frutos secos, golosinas, juguetes, y sobre todo, y no podía faltar en ninguna de esas manifestaciones devocionales y populares, las  que expedían esa figura misteriosa que es el siurell mallorquín. Desde entonces, igual que mucha gente, entre los que se hallaban famosos personajes como los pintores Joan Miro y Pablo Ruiz Picasso,  los escritores Camilo José Cela Truclok y Peter Graves, he ido coleccionándolos hasta llegar al centenar de piezas, entre las cuales os presento algunas en las imágenes adjuntas.

(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Su origen es incierto. Figuras análogas se han hallado en Grecia y Rusia; en islas mediterráneas como Cerdeña, Creta y Chipre; en la Península Ibérica fueron descubiertas en yacimientos arqueológicos de varias provincias andaluzas, y curiosamente, en la actualidad en Portugal se elaboran unos tipos de carácter zoomorfito, policromado o lacado, cuya peculiaridad es que el rabo es sustituido por el silbato. 

En el año 1986, durante unas excavaciones practicadas en Can Bordils, sede del Arxiu Municipal de Palma, salió a la luz una estatuilla parecida a un siurell, representando a uno aunque sin peana y silbato; expertos en la materia, la dataron entre el siglo XII y el  posterior. Pero, el más conocido, de los posibles ancestros de nuestro siurell, y de época islámica, es el caballo hallado en la edificación del Mercat del Olivar, pieza que según parece ser llevaba su silbato adosado a su lomo, el cual  se  puede admirar en el Museu de Mallorca de Ciutat. En cuanto a la primitiva función de esa figura también es un misterio, pudiendo darle interpretación de exvotos, juguetes o de simple decoración.

(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Hace años, el siurell era producido en muchas localidades de la isla; en Palma, en Sa Gerreria, salían muy buenas piezas, de  las cuales conservo algunas. Hoy en día, su producción es muy limitada, siendo la mayor concentración de alfares en Pòrtol y Sa Cabaneta, del término municipal de Marratxi, aunque también se realizan en Consell, Pollença e Inca. No obstante sus formas clásicas perviven como son el payés montado a caballo astado o alado, serpiente, ave, toro, demonio, de las gerreries están saliendo innovadores tipos de aeroplano, coche, motivo deportivo,  torero, escenas belenísticas y especiales dados por encargo; muchos de ellos los podemos ver en escaparates de establecimientos dedicados a la venta del souvenir de cara al turista que nos visita.

El siurell, cuyo tamaño estándar  oscila entre los 10 y 16 cm., aunque suele haber de mayor y menor tamaño, consta de tres partes: la figura propiamente dicha, el xiulet (pito) y el soporte. Su elaboración en teoría es sencilla. Se amasa el barro y se moldean las diferentes porciones uniéndolas con un barro más claro de color llamado llemuga; una vez que la estatuilla ha dado la imagen deseada, se le añade la sola (peana) con el xiulet sobre la misma. Tras un secado de varios días, la pieza es sometida a cocido durante varias horas. Se saca del horno y es sumergido el siurell en un recipiente de cal o de pintura plástica sujetándolo por la punta del xiulet dejando sin blanquear esa parte que es donde se posaran los labios para que pueda darle el sonido. Una vez secada la pieza, es cuando se le decora con pinceladas irregulares de puntos, rayas y floraciones de  color verde, rojo, azul y amarillo.

(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
El rotativo palmesano Ultima Hora creó en el año 1965 el premio anual Siurell de Plata concediéndolos a personas o entidades que a lo largo del año se han distinguido en sus respectivos campos de trabajo. Entre los galardonados destacan S.M. el Rey don Juan Carlos I, los actores de cine Peter Ustinov , Michael Douglas y Simón Andreu, el escultor Jaume Mir, los deportistas Guillem Timoner, Miquel Àngel Nadal y Xavi Torres, los escritores Blai Bonet y Camilo José Cela, Baltasar Porcel, Hermandad de Donantes de Sangre, Fundación La Caixa, R.C.D. Mallorca

En el 1999, Palma fue la sede de la Universiada, la competición deportiva internacional para estudiantes universitarios, y la mascota elegida fue nuestro siurell diseñándolo para cada disciplina atlética.

Por último, y antes de finalizar este artículo, recomendar a los lectores de estas páginas visitar EL Museu Del Fang de Marratxi y el museo del  monasterio de Lluc, donde en sus vitrinas se halla expuesta la gran colección de cerámica donada en 1971 por Antoni Mulet de Ca´n Mulet (Palma) donde podrán admirar, bastantes, interesantes  y curiosas piezas de nuestro enigmático siurell

domingo, 9 de febrero de 2014

LA CALLE DEL CRIST VERD

José María Ibáñez

Pasear por las calles de la histórica Madina Mayurqa resulta de lo más gratificante. En el rincón más insospechado se esconden historias, leyendas, crónicas negras; alguna narración olvidada que permanece en silencio custodiada a través de sus estrechos y oscuros callejones.

(Foto: Archivo José María Ibáñez)
Uno de estos lugares se encuentra muy cerca de la Plaza de España. Si pasas por la calle Sant Miquel, justo enfrente del Capuchino, seguro que te llama la atención una estrecha y corta callejuela que comunica con el Centro Comercial de los Geranios; me estoy refiriendo al Carrer del Crist Verd.

Mi curiosidad quedó aparcada durante un largo periodo de tiempo hasta que, días atrás, ordenando y clasificando mis archivos personales, encontré en una carpeta casi olvidada la poca información que había logrado recuperar hace unos años sobre la historia de este pequeño reducto palmesano. 

Si observamos algunos planos antiguos de Palma, aparece un callejón sin salida que daba comienzo en la calle de sa Síquia, actual Sant Miquel, en las inmediaciones del convento de Santa Catalina de Siena, que finalizaba en un huerto enclavado en la parte posterior del recinto conventual. Recordemos que el antiguo convento de Santa Catalina de Siena, sede de las Dominicas de Palma (siglo XVII), fue derribado en 1963; los arcos y las columnas del claustro se instalaron en el edificio Ramón Llull del campus universitario palmesano. Del antiguo convento tan solo queda la iglesia, actualmente Parroquia de la Natividad del Señor, de culto ortodoxo.

(Foto: Archivo José María Ibáñez)
Si repasamos la historia, la Cruz Verde era el emblema de la Inquisición Española; se representa flanqueada por una rama de olivo y una espada. La tradición nos cuenta que la noche anterior a los autos de fe, se organizaba la Procesión del Cristo Verde, que era transportada hasta el lugar donde tenía lugar el ceremonial, y colocada en la tarima que servía de cadalso. A continuación, una vez terminada la ceremonia, también en procesión, la Cruz Verde era retornada a su lugar de origen.

La Cruz Verde, empuñada por el Fiscal del Tribunal montado a caballo, abría la comitiva. Tras él, a pie, desfilaban los reconciliados portando cirios encendidos en señal de penitencia. A continuación los frailes dominicos precediendo a los condenados a muerte; éstos últimos ataviados con túnicas, llamadas sambenitos, ilustradas con escenas del infierno, y una grotesca caperuza de cartón también decorada con símbolos infernales. Cerraban la macabra comitiva los llamados familiares del Santo Oficio, los lanceros a caballo y los representantes de las distintas comunidades religiosas de la ciudad.

Los autos de fe eran actos públicos que organizaba la Inquisición, donde los condenados por el tribunal adjuraban de sus pecados, mostrando arrepentimiento, para que sirviera de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza pública o en la iglesia donde se celebraba, y a quienes se invitaba, también, a proclamar solemnemente su adhesión a la fe católica.

(Foto: Archivo José María Ibáñez)
En el auto de fe, contrariamente a lo que suele creerse, no se ejecutaba a nadie (la Inquisición era un tribunal eclesiástico y no podía condenar a la pena capital), sino que los condenados a muerte estaban en manos de los tribunales reales que eran los encargados de pronunciar la sentencia de muerte y de conducir a los reos al lugar donde iban a ser quemados.

Hoy en día tenemos que dejar volar la imaginación, a fin de ubicar el antiguo emplazamiento del convento y del huerto pero, el Carrer del Crist Verd, como antaño, sigue siendo corto, apenas unos metros, y estrecho. La próxima vez que pases por la zona, transítala, con un poco de suerte comparta contigo alguna de sus historias ocultas.

¿Desfilaba por esta estrecha callejuela la Procesión del Cristo Verde?


sábado, 8 de febrero de 2014

LA VENGANZA DE LA DIFUNTA ELIONOR DESMUR

Josep María Osma Bosch

En el artículo titulado, por mí firmado, Una ensangrentada misa de difuntos,  publicado en este Blog el día 16 del pasado mes de enero, vimos el trágico suceso ocurrido en la iglesia conventual de San Francisco, de Palma, el 2 de noviembre de 1490  durante la celebración de la misa de Difuntos, entre las familias de los Armadans y Espanyols, cuya enemistad ya venía de antaño; una lucha de las incontables que siguieron durante dos siglos, y que dividieron, tanto a la capital del Reino de Mallorca, como al resto de la isla, en dos banderías nobiliarias, los Canamunt y los Canavall. En ese mismo templo seráfico tuvo lugar la historia que vamos a tener conocimiento; y, aunque la fecha exacta no figura en ninguna de las crónicas que he podido consultar, se puede datar durante esas centurias en las cuales las dos facciones de la nobleza mallorquina sumieron nuestra roqueta en un estado completamente de terror, donde no faltaban a diario asesinatos y toda clase de hechos delictivos.

Ca´n Desmur
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Elionor Desmur y Nicolau Rossinyol de Sagranada, eran dos jóvenes enamorados, pero con un  futuro incierto en su unión matrimonial, ya que pertenecían cada uno a un clan diferente: él, a los Canavall, y ella, a los Canamunt. Un día, los Rossinyol solicitaron la mano de Elionor, pero la familia de ésta la denegaron, y ello hizo que el odio entre ambos partidos se encendiese mucho más llegando a enfrentarse en una trifulca justo delante de la Seu mallorquina, saldándose con numerosos heridos por ambas partes llevando la peor los familiares de Nicolau, quien después, en un estado de ira por no poder desposarse con su amada, empezó a difundir por toda la ciudad calumnias contra ella, manchando déspotamente su nombre y apellidos.

Los de Canavall, prediciendo lo que se venía encima, es decir, más enfrentamientos contra sus naturales enemigos, los de Canamunt, y la mala suerte que podía correr su pariente Nicolau, quien después de ser advertido que Mallorca no era lugar seguro para guardar la integridad física de su persona, decidió embarcarse y alistarse en el ejército para combatir en una de las guerras que en ese momento estaba implicada España y donde su valor fue demostrado con gran valentía en las acciones que participó, servicios que le fueron recompensados con distinciones.  Por su parte, Elionor Desmur con una gran depresión se enclaustró dentro su casal, deseando que pronto le llegase el final de sus días.

Pasado el tiempo, Nicolau Rossinyol, con la licencia total de la milicia en sus manos, desembarcaba de una galera en Ciutat. De camino a su casa de Ca´n Granada (actual nº 10 de la calle homónima), oyó el sonido de las campanas de una iglesia tocar a difunto. Después de ser recibido efusivamente, y con sorpresa por sus familiares, les preguntó quien era el finado y de qué iglesia provenían aquellos fúnebres tañidos: respuesta que los lectores la pueden adivinar: Isabel había fallecido horas antes y se le daría sepultura al día siguiente en la cripta de su familia en la iglesia conventual de San Francisco de Asís.

Queriéndola ver por última vez, cubriéndose su rostro con una capa, armado de espada, y amparándose con la penumbra de la noche, se aposta a pocos metros de Can Desmur (actual Cambra de Comerç de Mallorca, calle Estudi General, 7), donde en esos momentos partía la comitiva fúnebre que llevaba el cuerpo sin vida de su antigua amada y a la que había calumniado siete años atrás.

Ca´n Sagranada
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Una vez en el templo, tras constituirse la capilla ardiente, con la caja mortuoria abierta, flanqueada por cuatro grandes ciriales, los familiares, amigos y siervos de los Desmur se retiraron a sus casas en espera del día siguiente cuando se celebrarían las exequias e inhumación de Isabel. En ese instante, Nicolau, que se hallaba escondido dentro de una capilla, tras  cerciorarse que no quedaba nadie dentro de la iglesia, se acercó al túmulo, y cual no fue su sorpresa al ver que el rostro de la finada conservada toda su belleza natural.

Minutos después, el Canavall notó que una mano se posaba sobre su hombro; era un fraile por él conocido. Pidió confesión por sus malignas palabras de antaño. La penitencia impuesta fue la de velar el cadáver, y a solas durante toda la noche y a puertas cerrada, siendo el propio religioso que se encargaría de abrirle una salida al alba.

Nicolau, después de algunas horas de mirada fija ante el rostro de la difunta, le ganó el sueño. Pero poco duró en manos del dios Morfeo, ya que sintió un aire gélido sobre su cuerpo. Al abrir sus ojos, se llenó de terror al ver que delante suya se hallaba Isabel, con cara desfigurada, que le tendía sus manos. Lleno de terror se puso a correr buscando una salida, recordó que el templo estaba cerrado a cal y canto; con la Desmur pisándole los talones, llegó hasta la tarima donde estaba depositado el féretro, cayendo de rodillas delante de él.  

Al amanecer, poco antes del primer servicio religioso del día, paralizado se quedó el franciscano encargado de abrir la iglesia, de ver el cuerpo sin vida de Nicolau Rossinyol de Sagranada sobre un charco de sangre, con la boca abierta y con su lengua cortada, y unas manchas sanguinolentas sobre la mortaja de Isabel Desmur, la que en vez de muerta parecía dormida con una sonrisa en su cara.
                                                            

sábado, 1 de febrero de 2014

EL ASESINATO DEL MAGISTRADO JAUME JOAN DE BERGA I SALES

Josep María Osma Bosch

Al atardecer del 24 de mayo de 1619,  Jaume Joan de Berga i Sales, magistrado de la Reial Audiència de Ciutat de Mallorca, doctor en ambos derechos y noble por privilegio del rey Felipe III fechado el 8 de marzo de 1615, riguroso e incorruptible con los dos clanes de los Canamunt y los Canavall, los cuales le tenían en su punto de mira por haber enviado a algunos de sus miembros al patíbulo, llegaba a su casa de la calle Sant Ere Nolasc (actual nº 1), en el barrio de la Seu. Poco antes de apearse de su carruaje, un proyectil de arcabuz, disparado por uno de los dos hombres escondidos en las sombras de la noche, penetraba por detrás del vehículo introduciendo en su cuerpo, minutos después, Berga dejaba el mundo de los vivos. 

C´al Magistrat Berga
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
 Inmediatamente, y sin perder tiempo, el mecanismo policial inició las investigaciones. Mucha gente, de todos los estratos sociales, fue citada a prestar declaración. Ninguno de los interrogados, y parecía por única vez los dos clanes se habían puesto de acuerdo previamente, respondían, con una frase que ha perdurado hasta nuestros días la negativa de la responsabilidad del hecho que se le preguntaba: Què em so jo, de sa mort d´en Berga? Ante ese nulo avance de las pesquisas, el Gran i General Consell ofertó una recompensa de 2.000 lliures de Mallorca y el virrey Francisco de Torres 4.000 ducados a quien pudiera facilitar el apresamiento de los implicados en el asesinato del magistrado. Se dictó un bando por el cual se ordenaba, bajo pena de muerte su incumplimiento, que se tuvieran abiertas las puertas y ventanas de las casas y que por las noches hubiera una luz encendida.

 Días después, Antoni Montblanch, oficial de la Reial Audiència, logró capturar por las inmediaciones del castillo de Bellver a Antoni Gibert, alias Treufoc, un bandejat, es decir, un hombre que se mantenía, mediante un bando, fuera de la Ley, al cual se le había puesto un precio a su captura. Gibert, que hacía poco se había evadido de la cárcel real, en su declaración delató a dos implicados más, el noble Canamunt, Jeroni Pau de la Cavalleria i Descatlar y al capitán de la partida de bandejats de Selva, el sacerdote Mateu Ferragut conocido por el capellà Boda, instigador del asesinato, el que proporcionó escondite a Treufoc dentro de la catedral y que odiaba a muerte a Berga por haber ahorcado a su hermano Bartomeu.

El 10 de agosto de ese mismo año, se condenó a muerte a Antoni Gibert, siendo ajusticiado cuatro días después; la sentencia, de forma literal, decía así:Que sigui conduït pels llocs acostumats de la present ciutat i duit per les cases dels ferrers qui tenen les seves tenalles candents i amb elles sigui ferit i cremades les seves carns i devant la casa del dit noble D. Jaume Joan de Berga li tallin la mà i l´orella dretes, i devant el Castell Reial l´altra mà, l´esquerra, i en la plaça vulgarmente coneguda per ´Lo Born` li sia arrebassada l´altra Orella, l´esquerra, i després que sia arrossegat per terra per una coa de cavall, que sia conduït pels mateixos llocs a l´indret de suplici, a la plaça vulgarmente anomenada de santa Eulàlia i allà sia estrangulat, el cos sigui tallat i col-locat en els llocs destacats i el cap a la porta anomenada del Castell Reial ”, pero, por temor a que no llegase con vida al cadalso, se prescindió ser arrastrado por el caballo, su cabeza fue expuesta en la Torre dels Caps.

Jeroni Pau de la Cavalleria i Descatlar, fue encerrado en la Torre de l´Angel donde logró huir refugiándose en el desaparecido convento de San Francisco de Paula, siendo de nuevo apresado y tras sufrir tormento en el potro, se declaró culpable, a pesar de su condición de aristócrata, el 15 de noviembre le fue dado garrote vil y su cabeza cortada fue a ser compañera de la de Gibert, el resto de su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Francisco de Asis.
 
Tipos de ejecuciones en Mallorca siglo XVII
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Quien salió mejor parado del proceso fue el capellà Boda, el cual, después del atentado regresó con su partida por las montañas de Escorca siguiendo sus fechorías; pero, quizás de verse a punto de ser capturado por un grupo de gente armada a las órdenes del virrey, con ayuda de sus jefes, los Canamunt, consiguió salir de la isla a bordo de un barco de la Orden de San Juan de Malta rumbo a Italia.

Además de los tres autores materiales del crimen de Berga, hubo  más implicados de forma indirecta, practicándose  muchas más detenciones y juicios, entre los cuales, y para no hacer la lista interminable, hallamos al que proporcionó el arma homicida, Guerau Pont, sacerdote beneficiado de la Seu, juzgado por la Curia Obispal, cuya condena fue el abono de una multa de 15.000 ducados y destierro por siete años de Mallorca; al caballero Pere Fortesa de Tagamanent, encubridor de los culpables, al cual le derribaron su casa, situada en la actual plaza de Tagamanent; al magistrado, también de la Reial Audiència, Agustí d´Albanell, favorable a los Canamunt y corrupto en sus sentencias, como la de dar libertad a un bandejat de Inca a cambio de un par de mulas, que fue destinado a Artà; quienes no corrieron con tanta suerte fueron la más de una docena de bandejats canamunters de la partida de Boda que fueron ejecutados al año siguiente.