Josep María Osma Bosch
Damunt la muntanya santa
d´on s´albiren ses confins,
teniu Vós palau de planta,
oh! Reina dels
serafins!,
on per ser Mare divina
us venera tot mortal.
Moreneta
mallorquina…
Fragmento de un Goig porpular menorquín
Uno de los lugares de los 700 km2
que tiene la superficie de Menorca que no tiene que dejar de visitarse, si la
nieve no lo impide, es sin ninguna clase de dudas el monte Toro, o el Toro,
como es conocido popularmente por los menorquines. Es la montaña más alta de la
isla, con una altitud de 358 metros sobre el nivel del mar, y está situado
dentro de término municipal de Es Mercadal, en el centro de la isla. En tiempo
de la presencia islamita en la isla este monte era conocido con el nombre
“al-tor”, es decir, en lengua árabe, “el punto más alto”, aunque hay gente que
relaciona su toponímico con la leyenda mariana que acto seguido veremos, y en
la que un toro fue uno de los protagonistas.
Según una leyenda, que me fue
relatada durante una de mis estancias en la isla, uno de frailes de la Orden de
la Merced que moraba junto a su
comunidad en el predio Podio de Osterno,
después rebautizado como Llinàritx, donado,
junto a otros terrenos de Ciutadella, a esa orden religiosa por el rey
Alfonso III de Aragón tras la conquista de Menorca a los moros en enero de
1287, vio a través de la única ventana de su diminuta y austera celda una gran
llamarada en la cima del monte que nos ocupa en estas líneas, como si fuera
salida de una volcán en erupción.
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Monte Toro (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
Durante las noches siguientes, el
fenómeno volvió a repetirse; y fue entonces, cuando el prior del convento, que
había sido testigo presencial del suceso, llegó a la conclusión de que se
trataba una señal celestial, encabezó, con cruz alzada, una procesión con todos
los frailes al monte que nos ocupa en estas líneas.. La orografía del terreno
estaba sembrado de obstáculos naturales, circunstancia que hacía que la
comitiva religiosa avanzara lentamente. De súbito un enorme toro se les
apareció cerrándoles su paso, pero en vez de embestirlos, se inclinó ante la
cruz que portaba alzada el prior y los guió en su itinerario.
Poco antes de
alcanzar la cúspide, unas grandes rocas obstucalizaban a los devotos frailes.
El bovino, ni corto ni perezoso, las rompió en un sin fin de fragmentos con sus
enormes astas, pudiendo seguir el desfile procesional. Desde ese momento, ese
lugar es conocido con el toponímico de “Es pas d´es bou” (el paso del toro).
Minutos después, y sin ninguna incidencia más, los mercedarios, llenos de
fervor, alcanzaron la cima y vieron atónitos que en el lugar donde prendía la misteriosa llama había una pequeña
concavidad y al apagarse el fuego, pudieron extraer de su interior una imagen
de María con un Niño Jesús en sus brazos, ambos de color negro. Los frailes, de
nuevo en santa procesión, trasladaron el grupo escultórico a su convento, pero
al día siguiente desapareció hallándolo de nuevo en el lugar donde descubrieron
las santas imágenes, entendieron que era
la voluntad de la Mare de Déu de permanecer en lo alto del monte. Tiempo
después construyeron una capilla, y desde entonces es el epicentro espiritual
católico de Menorca.
La festividad de la Mare de Déu
del Toro, patrona de Menorca, se celebra el 8 de mayo con una romería en la que el obispo de la
diócesis bendice los cuatro vientos y los cuatro puntos cardinales. Esta fiesta
tiene sus orígenes en la época medieval en la que también eran bendecidos los
frutos que daba la tierra, algo parecido a la Cruz de Mayo que se celebra en
muchas localidades de la península.
La actual iglesia está construida
en 1670 en estilo gótico; presenta una
sola nave y de sencilla cúpula; tiene tres capillas por lado, en una de
ellas podemos ver la cueva donde fue hallado el sagrado grupo escultórico y la
ánfora donde fue escondido bajo tierra durante la guerra civil española del
siglo pasado, cuyo hecho veremos líneas abajo.
Desde que los mercedarios
ocuparon el cenobio, y hasta en la actualidad, varias ordenes religiosas han
sido que lo han habitado: de 1595 a 1835, los agustinos; de 1835 hasta 1881 por
los franciscanos; más tarde, y hasta el
último cuarto del siglo XX, por los ermitaños de Sant Antoni y de Sant Pau; hoy
en día, y bajo el regentado del obispado menorquín, con sede en Ciutadella, lo
ocupan las franciscanas de la
Misericordia. Las otras dependencias del santuario son ocupadas por una
hospedería, y lugar de ejercicios espirituales, una tienda de recuerdos, un
restaurante y una sala donde están depositados exvotos. Durante gran parte de
la Edad Media, a igual que algunos monasterios mallorquines, este cenobio fue
centro d enseñanza de gramática, filosofía y teología.
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Nuestra Señora de Monte Toro (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch |
Durante la última guerra civil
padecida en España (1936-1939), y hasta casi el final de la misma, Menorca fue territorio republicano; y como en muchos
lugares de la geografía española, tanto en los dos bandos contendientes, grupos
incontrolados de personas sembraron el terror en la isla, con secuestros,
extorsiones, asesinatos y saqueos a establecimientos religiosos, y el
monasterio que tratamos en estas líneas
no fue una excepción. Un día de 1936, ya en pleno conflicto, una
patrulla de milicianos armados quebrantaron la morada cenobial; tras expoliarlo
y destruir el valioso y artístico retablo mayor de la iglesia, dedicado a San
Agustín, construido en el año 1617 por el escultor mallorquín Pere Pascual,
intentaron decapitar la sagrada imagen de la Mare de Déu del Monte Toro, patrona de Menorca,
acompañada por su Hijo y a sus pies el
toro protagonista del portento. Pero al no poder cumplir su macabro objetivo,
la lanzaron a una hoguera. El donat ( santero) del monasterio, Joan Alabat, que
en primera instancia fue apresado, en un despiste de los asaltantes, pudo liberarse
y conseguir salvar de las llamas al grupo escultórico de madera y esconderlo
dentro de una ánfora bajo tierra hasta finalizar la guerra en un lloc ( predio)
seguro.
En el patio, cerca de un pozo, vemos un grupo
escultórico de bronce que representa al Pare Pere Camps y, natural de Es
Mercadal, varios menorquines más, que en el año 1768, a iniciativa del médico
escocés Andrew Turbull, y ante la miseria que imperaba en la isla, emigraron a
la Florida, fundado la ciudad de New Smyrrna, pasando después a la de San
Agustín; de una de esas familias descendía David Glasgow Farragut,
originariamente Ferragut, que llegó a ser el primer almirante de Estados Unidos
de América. En el exterior hay ubicados dos monumentos: un Sagrado Corazón, en
cuya base hay una lápida con los nombres y apellidos de los soldados
menorquines muertos en la guerra de África en la tercera década del siglo XX;
el otro está dedicado a los menorquines que en la primera mitad del siglo XIX
se asentaron en Argelia, y cuyos descendiente conservan las tradiciones de la
isla de Menorca. Junto a los muros, hay una torre de defensa construida sobre
una atalaya en 1558, en la actualidad es
un puesto de transmisiones del Ejército.
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