Juana María Hernández Joy
ARMAND DE MONTENEGRO
El recuerdo vagaba nuevamente por
su corazón y su pensamiento…“¿Dónde se encontraría ahora? ¿Qué estaría
haciendo? ¿Miraría la luna llena a través de la ventana, igual que lo estaba
haciendo ella en ese momento?”
Tantos sueños e ilusiones que creía
ya olvidados, volvían a recobrar vida en su mente. Ya habían pasado más de
veinticinco años desde la primera vez que Michel, otro de sus maestros le habló
de él: “Armand es su nombre, lo reconocerás por su vestimenta, ya que siempre
va de blanco. Es hombre de cabellos rubios, grandes ojos negros y penetrante
mirada y nunca pasa desapercibido, ya que su estatura es de un metro noventa;
bueno, sólo pasa desapercibido cuando la situación lo requiere…” Dijo Michel
mirando hacia otro lado como no dando importancia a este último comentario
sobre Armand.
-“¿Quién es Michel?”
-“Tu Destino”
-“¿Mi destino, dices? Dime quién
es realmente él, y cuándo lo conoceré”
-“No seas impaciente niña Magda,
déjame que te cuente algo que sé que te va a interesar y después, contestaré a
tu pregunta, ¿te parece bien?”
Magda asintió con un leve
movimiento de cabeza, sabía que no le quedaba otra opción; Michel no era hombre
de muchas palabras y al igual que su tío Joan, tampoco le gustaba repetir las
cosas. Así que, guardaría silencio y escucharía muy atentamente todo lo que le
tenía que decir.
-“Empezaré diciéndote de nuevo su
nombre, se llama Armand, y es descendiente directo por línea paterna de los
Montenegro, familia ligada a la Orden desde tiempos antiguos. Después de la
muerte de su padre, él entró a formar parte de la misma, iniciando así su
Aprendizaje cuando tan sólo contaba nueve años de edad. Al igual que tú, él
también tuvo que pasar por duras pruebas, superándolas todas. Dentro de su
aprendizaje estaba el controlar la mente para así poder controlar el cuerpo, en
este punto niña Magda, tú lo pasaste peor que Armand, ya que él estaba avisado
de lo que le sucedería mientras no tuviera ese control sobre sí mismo.”
En ese
momento Magda recordó lo mal que lo pasaba cuando sin motivo aparente le daban
náuseas y ganas de vomitar; más de una vez acabó en urgencias y después de
hacerle las pruebas pertinentes… el médico de turno le decía: “señorita, lo que
usted ha tenido ha sido una simple bajada de defensas, le recomiendo un par de
días de descanso y reposo en casa.” Y eso era todo, aun así, las náuseas y
vómitos siguieron repitiéndose; hasta que un día supo el motivo y lo entendió
todo… Sus Maestros… ellos mismos eran los que provocaban esos vómitos, lo
hacían siempre que necesitaban o querían transmitirle conocimientos e
información, a la vez que obtenerla de ella. Hoy día todo aquello ya estaba más
que superado; ya era capaz de controlar eso y muchos más conocimientos que
había estado adquiriendo desde entonces. Ellos mismos también fueron los que le
hicieron el Círculo de Protección, el cual no le evitaría caer, pero si la
ayudaría a levantarse y seguir adelante. Estaba protegida y lo sabía. Una vez,
una desconocida al verla, le dijo: “Mira, no sé quién eres, pero debes ser
alguien muy importante, ya que tienes a todos los de Arriba pendientes de ti y
protegiéndote.”
-“No digas tonterías” contestó
Magda, aun sabiendo que lo que le estaba diciendo aquella desconocida, era
verdad.
-“Di lo que quieras, pero es
así.” Dijo la mujer con tono serio y mirada fija en ella.
-“¿Magda, niña Magda, me estás
escuchando lo que te estoy diciendo?
-“Perdona Michel, me despisté por
un momento, no volverá pasar. Sigue, ¿qué me estabas diciendo? Me hablabas de
Armand de Montenegro, continua, por favor.
Michel sabía perfectamente lo que
le había sucedido en esos pocos minutos en los que la vio pensativa, pero no le
diría nada y continuó hablando
-“Como te decía niña Magda, tú
debiste aprender todo sola, bueno, casi todo, ya que aún te queda mucho más por
saber. Y nunca olvides una cosa muy importante…
- QUIENES HABLAN, NO SABEN;
Y QUIENES REALMENTE SABEN, NUNCA
HABLAN- ”
-“Lo sé Michel, como también sé
que todo sucederá o pasará CUANDO LLEGUE EL MOMENTO, ¿no es así?”
-“SÍ, exacto niña Magda.”
Contestó.
-“¿Dime, cuando veré
personalmente a mi destino?”
-“No seas impaciente, como tú
bien has dicho, CUANDO LLEGUE EL MOMENTO. Y no puedo decirte nada más. Sólo que
aún tiene que pasar muchos años antes de que os volváis a reencontrar.”
(Foto: Archivo Joana Joy) |
-“¿Reencontrar, dices? Explícate…
-“Ya en otras vidas os habéis
cruzado, incluso conocido, hablado y hasta estado juntos. En cada ocasión y
nada más veros, estallaba el amor y la pasión entre vosotros. En uno de
vuestros encuentros ocurrido alrededor del año 1245, tú fuiste abadesa de un
convento en Toulouse al cual llegaste buscando refugio y él, legado papal bajo
la protección de un dominico llamado Doménico, quien lo acogió tras fallecer
sus padres siendo aún un niño, dándole estudios y posición. En aquél entonces
vuestros nombres eran Luc y Marie. Doménico sabía de vuestro amor y por eso
mandó a Luc a que te interrogara y sacara toda la información posible antes de
mandarte a la hoguera; toda la fortaleza que demostrabas en los interrogatorios
a pesar de tu débil estado de salud en aquellos últimos momentos, hacían de Luc
un hombre indefenso ante tu persona. Sólo minutos antes de verte en la hoguera
y ante su sorpresa, supo por boca de su protector que él mismo había dado la
orden para que fuera quien te interrogara.
“Y no sólo eso Luc, también mandé
matar al hijo que llevaba en su vientre, fruto de vuestro amor; eso fue pocos
días antes de que tú empezaras con los interrogatorios.” Le dijo con cierto
sarcasmo; Doménico quien demostraba así su poder ante su protegido al cual
había estado preparando desde el primer día para que llegara a lo más alto del
estamento eclesiástico y no iba a consentir que nada ni nadie obstaculizara su
mayor deseo. Por otro lado, Doménico siempre estuvo enamorado de la abuela de
Marie y por quien nunca fue correspondido.
-“Te pareces tanto a ella…” Le
dijo Doménico a Marie la primera vez que la vio caminando junto a su abuela por
la plaza del mercado en Toulouse.
Oyó como su abuela le decía en
tono seco, “deja a mi nieta, ni la mires siquiera.” Dicho esto siguieron su
camino hacia la casa familiar mientras Doménico le decía: “Acabaré con ella,
como lo voy a hacer contigo maldita bruja. Basta con mirarle a los ojos para
saber que es digna nieta tuya” Le respondió Doménico con total seguridad en sus
palabras.
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