Joana Joy
Valeriano Weyler y Nicolau, nació
en Palma de Mallorca el 17 de septiembre de 1838. Fue un político y militar
español, Marqués de Tenerife, Duque de Rubí con Grandeza de España. Hijo
Predilecto de Palma de Mallorca e Hijo Ilustre de las Islas Baleares.
De origen prusiano por línea
paterna, su bisabuelo llegó a nuestro país como soldado de las Reales Guardias
Valonas del Archiduque de Austria. El cual, fue herido en un combate pasando al
Cuerpo de Inválidos, al fallecer tenía el grado de Teniente. Su abuelo, Don
José Weyler Wirtz, ya nació en España, y también se encuadró en las Guardias
Valonas, desde las cuales tomó parte en la campaña del Rossellón, en la Colonia
de Surinam y en la Guerra de la Independencia; llegando a tener el grado de
Coronel. Su abuela, Doña María Lavigna, era de origen piamontés. Su padre, Don
Fernando Weyler Laviña, nacido en Madrid el 10 de octubre de 1808, en plena
Guerra de la Independencia. Fue un eminente médico militar, doctor en cirugía,
académico, botánico, y notable escritor, alcanzando éste, el grado de General
del Cuerpo de Sanidad Militar.
Su carrera castrense la inició en Palma de
Mallorca. Estando también presente y a petición propia en Filipinas, regresando
a España por enfermedad; participó en múltiples operaciones militares durante
la Guerra Carlista entre los años 1838 y 1840, siendo merecedor de diferentes
condecoraciones por su destacado comportamiento. En 1859 fue nombrado jefe de
Sanidad del Cuerpo de Observación sobre las costas de África, pasando a Ceuta y
participando en la batalla de Wad-Ras.. Falleció en Palma, el 7 de mayo de
1879, reposando sus restos en la tumba familiar, ubicada en la parte vieja del cementerio
de esta ciudad, junto a los de su mujer y madre de nuestro Valeriano, Doña
María Francisca Nicolau Bordoy, la cual nació en Palma el 29 de diciembre
de 1808 y falleció en esta misma ciudad, el 17 de diciembre de 1890.
Desde niño, Valeriano Weyler, -quien
tan sólo medía 1.52 cms de estatura, y qué por tal motivo su abuela paterna,
Doña María quería que fuera cura, y no militar- siempre tuvo interés por todo
lo relacionado con la vida militar. Por ese motivo, a finales de noviembre de
1852, recién cumplidos los catorce años ingresa en la Academia de Infantería de
Toledo, donde cursó estudios castrenses obteniendo a los veinte años el grado
de teniente. Y fue en Madrid, en el año 1856 donde tuvo su primer destino, éste
fue en el Regimiento de Infantería de la Reina nº 2, conocido por la intensidad
y dureza en sus programas de instrucción.
En julio de 1857 es nombrado
alumno de la Escuela Especial del Cuerpo de Estado Mayor; donde da buena prueba
de su capacidad de superación, pues empieza con el último número de ingreso y
en septiembre de 1860, cuando recibe el nombramiento de Teniente del Estado
Mayor, es el número 1 de la Promoción. Haciendo las prácticas correspondientes
en Mallorca, Madrid, Sevilla y Toledo. Acabadas éstas en septiembre de 1862, y
con tan sólo veinticuatro años de edad, sale con el grado de Capitán, siendo
destinado en el mes de enero del año siguiente a la Capitanía General de
Baleares. Durando tan sólo dos meses su estancia en nuestra isla, ya que se
producen dos vacantes de Comandante del Estado Mayor en Ultramar, solicitando
una de ellas, la cual, en marzo de ese mismo año le conceden. Nada más poner
pie en tierra en La Habana, juega a la lotería y le tocan diez mil duros ¡de
aquellos tiempos!; y encarga a su padre que le compre una casa en Palma; la
casa está situada en el número 5 de la calle de La Paz.
CAMPAÑA DE SANTO DOMINGO
En abril de 1860, el general y
presidente dominicano, Pedro Santa Ana, escribía a Isabel II, razonando la
conveniencia de volver por propia voluntad de los dominicanos, y sin presión de
nadie, a someterse a la soberanía española… Aquél error de la anexión se pagó
con una porción de millones, y lo que fue más triste y sensible, con la sangre
de los soldados españoles… El 19 de mayo de 1861 aparecía en la Gaceta el
decreto que unía el territorio de la República de Santo Domingo a la monarquía
española.
Weyler es condecorado con la Cruz
de San Fernando de primera clase, por su actuación en la acción del río Jaina,
donde al mando de un ejército bien armado de 1.500 hombres, defendió con éxito
la posición durante tres días contra quinientos patriotas dominicanos,
retirándose finalmente sin abandonar muertos, heridos ni material. (En el año
1920 se modificó el reglamento de la concesión de esta condecoración en dos categorías,
la de la Gran Cruz para los empleos de General, y la laureada para el resto de
empleos en la escala militar).
BREVE ESTANCIA EN PUERTO RICO
Es en el año 1866 cuando se le
encarga que vaya a Puerto Rico para inspeccionar la Administración Militar de
aquella isla. Investiga y encuentra tantas anomalías que expedienta a muchos de
los que allí se encontraban. Se centra en poner orden para que las
liquidaciones sean transparentes y lo consigue. Regresa a Cuba en julio de
1867.
GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS
Dentro de la Guerra de los Diez
Años, concretamente el 4 de diciembre de 1872 es ascendido a Brigadier y
destinado al mando de la 1ª Brigada de la 6ª División del Departamento de
Oriente; con esta Brigada derrotó en los potreros de Jimaguey, al cabecilla rebelde
cubano Ignacio Agramonte, cayendo muerto éste, de un disparo en la sien el 11
de mayo de 1873.
GUERRA CARLISTA
El 10 de agosto de 1873 llega a
España Weyler y es destinado a mandar una brigada en el ejército del Centro. El
29 de septiembre del mismo año moría el rey Fernando VII dejando en su reino el
germen de una terrible lucha…
Pocos días después, el 2 de
octubre un oscuro administrador de Correos de Talavera de la Reina, de nombre,
Manuel María González, hijo de labradores, nacido en la villa del Toboso y que
había sido perseguido y procesado por masón y progresista, viéndose libre de
estos dos procesos cambió de rumbo y se transformó en voluntario realista,
impulsado por el entonces gobernador militar de Toledo Rafael Maroto, se lanzó
el primero a la rebelión y proclamó al frente de una partida en la Plaza Mayor
de la villa talaverana por pregonero público al Infante Don Carlos como
legítimo rey de España. Así empezó la guerra civil… El pobre aventurero, al que
los pueblos cercanos no secundaron, huyó campo a través, siendo perseguido y
acorralado en Villanueva de la Serena, fue hecho prisionero y conducido a
Talavera de la Reina, donde fue condenado y fusilado con dos de sus hijos.
El 2 de marzo de 1875 se casa con
Teresa Santacana y Bargalló, nacida ésta en San Quintín de Mediona, comarca del
Alto Penedés (Barcelona); la cual era dieciocho años más joven que él y con la
que tuvo seis hijos. El primero de ellos fue una niña, que nació el 21 de
diciembre de 1875, poco más de nueve meses después de haber contraído
matrimonio. Teresa muere el 2 de mayo de 1920 en Madrid a la edad de 64 años.
CAPITAN GENERAL DE CANARIAS
De 1878 a 1883 ejerce como
Capitán General de Canarias. En este periodo impulsó la construcción del
edificio de la Capitanía General en Tenerife y la construcción del Gobierno
Militar de Las Palmas.
En 1878, a la edad de 40 años es
nombrado Teniente General por sus servicios a la corona durante la última de
las Guerras Carlistas. Detentó las capitanías generales de Canarias, Cataluña,
Vascongadas y Baleares. En 1883 obtiene el nombramiento de Capitán General de
Filipinas, permaneciendo en el cargo hasta 1891.
GOBERNADOR GENERAL DE FILIPINAS
Nombrado por Real Orden de 15 de
marzo de 1888, acude a un territorio extenso y de difíciles comunicaciones, con
régimen de monopolio. Hasta la década de 1830, la única comunicación era el
galeón de Manila.
CAPITÁN GENERAL DE CUBA
Fracasada la política de
reconciliación de Martinez-Campos; Weyler es nombrado Capitán General de Cuba
en febrero de 1896 por Cánovas del Castillo
Al comprobar Weyler qué el éxito
de los rebeldes dependía del apoyo que estaban recibiendo tanto de los pueblos
próximos como de los filibusteros norteamericanos que desembarcaban armas,
organiza la reconcentración de la población civil la cual consistía en
aglomerar a los campesinos en poblados cercados, con el fin de aislar a los
insurrectos de su medio natural evitando así, que pudieran recibir ayudas. Era
muy eficaz, pero la complejidad para suministrar alimentos y la falta de
sanidad provocó una gran mortandad, tanto en los soldados españoles como en la
población civil, volviéndola impopular.
Como buen estratega, Weyler
reorganizó su ejército y completó su esquema con la organización de fuerzas
regulares, así como el refuerzo de las trochas; “Las cuales eran fuertes o
torres construidos de kilómetro en kilómetro, habiendo entre cada dos torres un
pequeño blocao, cerrado con parapeto.” Tres fueron las construidas con el fin
de limitar la actividad de los rebeldes cubanos en el occidente de la isla. Una
de ellas se encontraba al oeste de la capital, la trocha de Mariel, aislando la
provincia de Pinar del Rio, donde operaba el ejército mambí a las órdenes de su
líder Antonio Maceo. Otra, de mayores dimensiones, dividía la isla en dos
mitades desde las localidades de Júcaro en el sur a Morón en el norte. Una
tercera, la trocha de Bagá, se construiría al este de ésta última aunque nunca
llegaría a concluirse.
“El Carro de la Lechuza Josefina
Ortega”, era el nombre con que muchos llamaban a la carreta que a diario
recogía los cadáveres de los cientos de reconcentrados en la zona occidental de
Cuba, por donde comenzó la política implacable del Capitán General Weyler,
quien tuvo entre sus geniales acciones la de adelantarse casi medio siglo –el
21 de octubre de 1896 y sólo siete meses después de llegar a Cuba- a una de las
peores prácticas del nazismo.
Día 8 de agosto de 1897, el
Presidente Cánovas del Castillo es asesinado. Las consecuencias serán
irreparables y funestas para el devenir español en Cuba; subida de los
liberales al Poder, relevo de Weyler y su regreso a la Península, la pérdida de
Cuba se veía inminente. La muerte de Cánovas y el ansia de poder de Sagasta
hacen que los Estados Unidos ofrezcan no seguir protegiendo más a los
insurrectos a cambio de la sustitución de Weyler
Su cese por parte del gobierno
español el 9 de octubre de 1897 dio paso en abril de 1898 a la intervención
americana y a la ocupación de Cuba. Paradójicamente, fueron los propios
norteamericanos los que más tarde aplicarían sin contemplaciones sus métodos de
lucha contra guerrillera.
ANÉCDOTA
Durante la campaña
sobre Pinar del Río, se presentó de pronto el general Weyler con su escolta en
el lugar donde acampaba la brigada Segura. Fue recibido con todos los honores
que se debían a su altísima autoridad y el general se dispuso a pasar la noche
en la tienda de campaña que le habilitó su escolta. Las condiciones de clima y
sanidad exigían que el soldado durmiera a cubierto, y para que los soldados
cumplieran lo ordenado se disponía una ronda que de hora en hora recorría el
campamento, con el fin de que los soldados no durmieran fuera de las tiendas.
Recorría el rondín –un cabo y dos soldados- el campamento, cuando en un ribazo
encontró un soldado que, envuelto en su manta, dormía a pierna suelta fuera de
las tiendas.
Detúvose el cabo ante el
durmiente y con el farolillo cerca del suelo empezó a apostrofarle con gestos y
voces, acompañados de algún que otro puntapié sobre las posaderas.
-“¿No sabes que está
terminantemente prohibido dormir al raso…? ¡Levántate enseguida, si no quieres
que dé inmediatamente el parte…!”
Incorporóse el soldado y al
descubrirse al cabo, éste reconoció al propio general en jefe en aquel
contraventor de lo dispuesto.
La escena debió ser altamente
cómica; Weyler sentado, y el cabo vacilante, como el que se ha caído “con todo
el equipo”.
-“Vuecencia me perdone… Señor, yo
no sabía…”
El general le contestó sin
vacilar.
-“Soy yo el que ha faltado y tú
el que has cumplido con tu deber. Cuando dejes el rondín preséntate mañana a mi
ayudante, que te entregará un centén que yo te regalo por tu comportamiento y
para que lo gastes como te plazca.” Y con la manta al brazo, Weyler se metió dentro
de su tienda de campaña.
ANÉCDOTA:
Tras la muerte de
Antonio Maceo el 7 de diciembre de 1896, su silla fue a parar a manos de
nuestro valeroso general quien se la trajo de Cuba como botín de guerra. A su
muerte, su hija la cedió en calidad de depósito junto con otras pertenencias de
su padre a este Museo Militar de San Carlos, donde durante mucho tiempo estuvo
olvidada en sus almacenes, víctima de termitas. La silla comenzó a ser objeto
de polémica a partir de la visita a Mallorca en el año 2001 del historiador de
la Habana, Eusebio Leal; quien al ser informado de su existencia y de su
estado, se interesó por su posible devolución. Fue en ese momento y gracias a
la intervención del hoy general Rafael Durán; que a la sazón, ostentaba el
cargo de coronel, se restauró y pasó a ser expuesta conjuntamente con otros
elementos alusivos a las guerras de Cuba y Filipinas. Por aquél entonces, un
intermediario propuso a este museo ofrecer a los herederos de Weyler otros
objetos de interés para la historia de Baleares; los objetos en cuestión eran
cañones construidos en Baleares y que se enrolaron en el ejército Libertador.
Pero según cuentan esas mismas fuentes, Eusebio Leal no quiso ni hablar de
semejante trueque, el cual consideró un chantaje, y hasta ahí llegaron las
negociaciones. Actualmente la silla sigue en este museo, donde se puede ver en
la sala 3A, la cual está dedicada al General Weyler.
CARGOS POSTERIORES
En 1909, siendo Capitán General
de Cataluña, reprimió con dureza las protestas y altercados durante la Semana
Trágica de Barcelona.
Ministro de Guerra en tres
ocasiones, simultaneado en una de ellas con el Ministerio de Marina. Fue
Senador vitalicio por designación real. Se opuso a la dictadura de Primo de
Rivera, interviniendo en la Sanjuanada contra el Dictador, que lo detuvo pero
no se atrevió a encarcelarlo. En 1930 ya cercana la hora de su muerte, acaecida
ésta en su domicilio madrileño a las tres de la tarde, el 20 de octubre del
mismo año, seguía presionando al rey Alfonso XIII para que destituyese a Primo
de Rivera. Dos días después de su fallecimiento y mediante una Real Orden
firmada por el rey Alfonso XIII, fue dado de baja del Ejército, al que
perteneció a lo largo de 78 años.
De Weyler se ha escrito el
merecido juicio histórico. El escritor, y conferenciante, además de militar,
Juan de Arencibia lo describió así: “Astuto, inteligente, culto,
incansable, y sin piedad en el combate. Un eficiente profesional de la guerra
en una España caótica; un general de la Roma republicana en un país de generales
golpistas. Un estratega en un ejército huérfano de ellos que descubrió los
principios contra guerrilleros que se aplicarían en todo el mundo durante el
siglo siguiente. Indiscutible protagonista, en suma, de la historia militar
española durante más de medio siglo”.
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