Josep María Osma Bosch
En la mañana de 30 de junio de
1558, los vigías que estaban prestando servicio de vigilancia en la parte norte
del puerto de Ciutadella divisaron no lejos de la costa a una armada otomana de
ciento cuarenta embarcaciones fuertemente armadas de artillería de gran
calibre, contingente al mando de Mustaf Piali Pascha, un croata cristiano
renegado al servicio del sultán Soliman II. Esta escuadra naval tenía que
haberse unido en Ajaccio a sus aliados franceses para tomar Córcega, pero tras
asaltar Massa, Cantone y Sorrento, optaron por seguir el pillaje eligiendo a
Menorca para su futura próxima víctima.
Sólo dar el toque de alarma, el Regente de la
Real Gobernación mossèn Bartomeu Arguimbau, ordenó el reclutamiento de hombres
de toda la isla y reformar el sistema defensivo de las murallas de la ciudad.
Horas después, mientras los turcos, unos 15.000, sitiaban la urbe castigándola
con una incesante lluvia de balas de cañón procedentes de sus barcos que hacían
mella en las débiles murallas, el capitán Miguel Negrete, junto a medio
centenar de soldados de la guarnición de la plaza, medio millar de
ciutadellencs y de ciutadellenques, doscientos hombres llegados de Alaior y Es
Mercadal y unos pocos de Maó, luchaban con denuedo defendiendo hasta la ultima
gota de su sangre esa parte del suelo menorquín.
Obelisco de la Plaza D´es Born (Foto: Archivo Josep María Bosch) |
Pasaban los días y la situación
era cada vez más negativa y se veía que el fin no tardaría en hacer acto de
presencia. Las autoridades de Ciutadella propusieron a mossèn Arguimbau y al
capitán Negrete que pusiesen sus vidas a salvo huyendo de la ciudad, pero se
negaron. A pesar agotarse los alimentos y haber sido volado el deposito de
municiones y de la enorme diferencia
entre los combatientes de uno y otro bando, los menorquines, tras repeler tres
asaltos, resistieron el asedio hasta el 9 de julio, día en que los turcos
penetraban por un boquete abierto en los muros, hoy plaza d´es Born, haciendo
inútil la resistencia de los sitiados. Los tres días que siguieron fueron de
autentico terror protagonizado por los vencedores: matanzas, violaciones de
mujeres, quema de templos, robos; como ejemplo de esa crueldad que sembraron
los otomanos, la abadesa del convento de Santa Clara, madre Àgueda Ametller fue
violada, arcabuceada y después colgada de un árbol, esta religiosa sería objeto
de tema de una novela escrita por Miquel Eugeni Caimaris de 1840 y de título
Sor Àgueda Ametller. Al cuarto día, ya habiendo arrasado toda la ciudad, los
piratas se hicieron a la mar, rumbo a Constantinopla, llevándose consigo todo
el botín que habían usurpado y a 3.452 personas, entre las que se hallaba
mossèn Arguimbau, el capitán Negrete y gente de todas clases sociales: monjas,
frailes, nobles, payeses… con la intención de pedir rescate de dinero por ellos
o venderlos en mercados de esclavos de Estambul.
Además de los cautivos, los
turcos llenaron las bodegas de sus barcos con infinidad de objetos de valor; y
de ellos, solamente fueron recuperados, hoy en día de nuevo en suelo menorquín,
el código de privilegios y cartas reales de Menorca, el Llibre Vermell,
debido al color rojo de su encuadernado, y un artístico retablo de la Adoración
de los pastores en Belén que se hallaba en el monasterio de Santa Clara.
Transcurridos tres meses,
concretamente el 7 de octubre, Pere Quintana, notario natural de Menorca, se
desplazaba a Constantinopla, y tras innumerables y complicadas gestiones pudo
entrevistarse con parte de los cautivos menorquines, entre los cuales se
hallaban los citados anteriormente mossèn
Bartomeu Arguimbau, el capital Miguel Negrete; el caballero Joan
Martorell, y los menestrals (artesanos)
Martí Traver, Joan Aloy y Gabriel Mercadal, quienes de su viva voz, y con todo
detalle, narraron al notario los hechos acaecidos en esa jornadas trágicas de
Ciutadella. Quintana transcribió lo oído en un documento que ha pasado a la
Historia como el Acta de Constantinopla, aunque, ha decir verdad, este
documento no fue conocido hasta el año de 1620.
Cada 9 de julio, fecha del
aniversario del asalto turco, conocido como S´Any de sa Desgràcia de
Ciutadella, (Año de la desgracia de Ciutadella), en el pleno del ayuntamiento
de la ciudad se recita el Acta de Constantinopla, luego se celebra en la
catedral una solemne misa por las almas de esas jornadas a los que defendieron
su tierra hasta la última gota de su sangre contra los piratas, y acto seguido
se deposita una corona floral en el obelisco de la plaza D´es Born, monumento
erigido en 1858, de 22 metros de altura, conocido por el vulgo como sa
pirámide, y pronunciado en lengua vernácula como sa pitàmide, y en cuyos cuatro lados figura, en placas de
mármol, la inscripción redactada en latín por el insigne historiador, Josep
Maria Quadrado i Nieto (1819-1896) nacido
en la misma urbe: Hic sustimus pro aris et focis usque ad Morten (Por la religión
y la patria, aquí resistimos hasta la muerte).
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