sábado, 1 de marzo de 2014

COSTUMBRES Y TRADICIONES DESAPARECIDAS DE LA CUARESMA MALLORQUINA

Josep María Osma Bosch   

                                                          
                                                           “Sa Corema ja és venguda,
                                                             deixem anar ses cançons;
                                                             apranguem ses oracions
                                                             que és cosa més avenguda”.
                                                                  
                                                      De una canción popular mallorquina

Tras unos días de jolgorio carnavalero desenfrenado, tal como marca el calendario, entraremos en periodo de Cuaresma, palabra que proviene del latín quadragesiman diem, y que simboliza el ayuno que soportó Jesucristo durante los cuarenta días y noches que permaneció solitario en el desierto (Mateo. 4, 1-11; Marcos. 1, 12-13).

Comida de Cuaresma
(Foto: Archivo de Josep María Bosch)
En tiempos no muy pretéritos, durante la Cuaresma, Corema decimos en mallorquín, desde su inicio, el Miércoles de Ceniza, es decir, el día después del entierro de la sardina, hasta el Domingo de Ramos, según establecía la liturgia católica, en sus miércoles y viernes, estaba prohibido ingerir alimentos cárnicos, inclusive nuestra sabrosa, endémica y mundialmente conocida ensaimada, ya que uno de sus ingredientes es el saïm (manteca de cerdo); eso si, como bien dice el refrán “el que hace la ley hace la trampa”, se podía librar de ese prohibición adquiriendo, mediante una aportación monetaria, una bula eclesiástica cuyos importes eran, antes y después de la ultima Guerra Civil española, desde varios céntimos a 25 pesetas.


En Mallorca, sobre todo en  la part forana, se ponía mucho celo en ese precepto religioso de abstinencia de comer carne en esos días, únicamente estaban dispensados el que trabajaba con gran esfuerzo físico, los menores de 21 años y mayores de 60, los enfermos, embarazadas y parturientas. Se limpiaba bien a fondo el menaje para evitar cualquier resto de grasa animal. La leche de oveja y de cabra era dada a beber al ganado porcino. Aunque los típicos embutidos se guardaban bajo cerradura con varias llaves, las madres, ante la más mínima duda de que sus hijos hubieran accedido a la despensa, los hacían escupir: si la saliva salía rojiza, señal evidente de haber comido sobrassada, llonganissa o saïm vermell (manteca roja); y si era de color negro, el condumio era de botifarró o camaiot. Por supuesto, sólo son unos pequeños ejemplos de una gran lista de esas drásticas medidas, hoy desaparecidas, para poner el coto a la carne, y que hoy en día nos hacen pensar en la fuerte convicción religiosa que tenían nuestros ancestros en esas fechas cuaresmales previas a la Semana de Pasión de Cristo. 

Ya en plena Cuaresma, en su primer domingo, casi todas las entidades ciudadanas, culturales, políticas y sindicales, no afines a la Iglesia, celebraban en sus locales sociales el Diumenge de Pinyata; en Palma eran famosos los de la Asistencia Palmesana, la Protectora, Veloz Sport Balear, La Veda, y el Círculo Mallorquín, actual sede del Parlament de les Illes Balears. Era una jornada lúdica que, por tener lugar en periodo cuaresmal, era muy mal visto por el sector  más católico de la ciudadanía. El jolgorio principal de ese día consistía, y siempre con la cara tapada, en romper, a base de garrotazos, una olla llena de toda clase de dulces colgada del techo. El colofón de ese sarao era, quizás la actividad más esperada y concurrida de ese día, el poner dos cestas, una para los asistentes solteros y otra para casados, varones, en las cuales se ataba con un lazo un objeto perteneciente a una dama. Con los sones de la orquesta de turno, cada hombre, continuando con la cara cubierta, escogía un ligamento con su correspondiente objeto, y el que le tocaba en suerte, bailaba con la propietaria.

Sa Jaia Corema
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Otra de las costumbres desaparecidas de la Corema mallorquina es Sa Jaia  Corema, también conocida como Sa Jaia Serrada,  imagen adjunta, dibujada por el archiduque Ludwig Salvator de Austria (1847-1915), insertada en su Die Balearen; geschildert in Wort und Bild (Las Baleares descritas por la palabra y la imagen), enciclopedia editada en 1897 en Würzburg y Leipzig (Alemania). Se trataba de una figura de una mujer anciana y de rostro grotesco, nariz grande, vestida de payesa, recortada sobre papel, madera o cartón, que llevaba en su mano derecha un bacalao y verduras, y en su izquierda  una parrilla, un gran rosario colgado de su cuello; la peculiaridad de esa iconografía era que tenía siete pies pequeños y otros sendos dientes, al que se cortaba uno cada domingo cuaresmal, y al faltar veinte días se la aserraba por la mitad, queriendo decir que la Cuaresma ya estaba la mitad pasada. 

Solía estar colgada en la pared de la cocina, y a los niños, si querían comer carne en esos días, se les amenazaba con mirarla diciéndoles: “Si menges carn, sa Jaia Serrada vindrà i se t´endurà”. Hace más de un siglo, en la plaza palmesana de Cort, se montaba un escenario donde se aserraba una especie de maniquí vestido de Jaia Serrada. Desde el año 1980, en Porreres, durante el cuarto domingo de Cuaresma, tiene lugar la  “Mascarada d´es Jai Carnal i de sa Jaia Corema”, un juicio popular por malas costumbres a esos dos personajes, aunque sean entre ambos enemigos acérrimos, los cuales, simbolizados por dos monigotes rellenos de retales de ropa vieja y paja, son ajusticiados, siendo ella, sa Jaia, aserrada. Sus primeras representaciones gráficas las podemos hallar a finales del siglo XVII. A principios del XIX. Mossèn Antoni Maria Alcover i Sureda (1862-1932), canónigo y erudito de las letras mallorquinas, la describe de esta manera: “Sa Jaia Serrada era una velleta de paper, cartró, o fusta pintada, que representava la Corema, molt flaca, amb bacalla a una mà i un manat de pastanagons a l´altra, amb set cames i set dents, que representaven las set setmanes dels temps de la Corema (…)”.

Doy por concluido este artículo, que a los lectores les parecerá que és més llarg qu´una Corema (refranero de Mallorca), con un  poema, escrito con el más puro mallorquín, de Sebastià Alzamora, que bajo el seudónimo de Mestre Grinos, publicado en la revista L´Ignorància durante la Cuaresma de 1884, al que hace referencia a ese tiempo de abstinencia de carne donde los pescados, verduras, aceitunas, alcaparras, leguminosas, hortalizas, caracoles, frutos secos, panes, higos… eran los reyes de los fogones culinarios:


                                                  “ Arengades, bacallà,
                                                    olives i carabassa,
                                                    bledes, arrop i melassa
                                                    metles, tàperes i pa;
                                                    cames-roges i safrà,
                                                    alls, cebes de tota classe,
                                                    bastina de tota raça,
                                                    peix d´escata si n´hi ha;
                                                    caragols sense esmocà,
                                                    aglans, figues seques, panses.
                                                    ¡Vat aquí ses varies dances
                                                     qu´ara mos toca ballar!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario