Josep María Osma Bosch
“Sa Corema ja és venguda,
deixem anar ses cançons;
apranguem ses oracions
que
és cosa més avenguda”.
De una canción popular mallorquina
Tras unos días de jolgorio
carnavalero desenfrenado, tal como marca el calendario, entraremos en periodo
de Cuaresma, palabra que proviene del latín quadragesiman diem, y que simboliza
el ayuno que soportó Jesucristo durante los cuarenta días y noches que
permaneció solitario en el desierto (Mateo. 4, 1-11; Marcos. 1, 12-13).
Comida de Cuaresma (Foto: Archivo de Josep María Bosch) |
En tiempos no muy pretéritos,
durante la Cuaresma, Corema decimos en mallorquín, desde su inicio, el
Miércoles de Ceniza, es decir, el día después del entierro de la sardina, hasta
el Domingo de Ramos, según establecía la liturgia católica, en sus miércoles y
viernes, estaba prohibido ingerir alimentos cárnicos, inclusive nuestra
sabrosa, endémica y mundialmente conocida ensaimada, ya que uno de sus
ingredientes es el saïm (manteca de cerdo); eso si, como bien dice el refrán “el que hace la ley hace la trampa”, se podía librar de ese prohibición
adquiriendo, mediante una aportación monetaria, una bula eclesiástica cuyos
importes eran, antes y después de la ultima Guerra Civil española, desde varios
céntimos a 25 pesetas.
En Mallorca, sobre todo en la part forana, se ponía mucho celo en ese
precepto religioso de abstinencia de comer carne en esos días, únicamente
estaban dispensados el que trabajaba con gran esfuerzo físico, los menores de
21 años y mayores de 60, los enfermos, embarazadas y parturientas. Se limpiaba
bien a fondo el menaje para evitar cualquier resto de grasa animal. La leche de
oveja y de cabra era dada a beber al ganado porcino. Aunque los típicos
embutidos se guardaban bajo cerradura con varias llaves, las madres, ante la
más mínima duda de que sus hijos hubieran accedido a la despensa, los hacían
escupir: si la saliva salía rojiza, señal evidente de haber comido sobrassada,
llonganissa o saïm vermell (manteca roja); y si era de color negro, el condumio
era de botifarró o camaiot. Por supuesto, sólo son unos pequeños ejemplos de
una gran lista de esas drásticas medidas, hoy desaparecidas, para poner el coto
a la carne, y que hoy en día nos hacen pensar en la fuerte convicción religiosa
que tenían nuestros ancestros en esas fechas cuaresmales previas a la Semana de
Pasión de Cristo.
Ya en plena Cuaresma, en su
primer domingo, casi todas las entidades ciudadanas, culturales, políticas y
sindicales, no afines a la Iglesia, celebraban en sus locales sociales el
Diumenge de Pinyata; en Palma eran famosos los de la Asistencia Palmesana, la
Protectora, Veloz Sport Balear, La Veda, y el Círculo Mallorquín, actual sede
del Parlament de les Illes Balears. Era una jornada lúdica que, por tener lugar
en periodo cuaresmal, era muy mal visto por el sector más católico de la ciudadanía. El jolgorio
principal de ese día consistía, y siempre con la cara tapada, en romper, a base
de garrotazos, una olla llena de toda clase de dulces colgada del techo. El
colofón de ese sarao era, quizás la actividad más esperada y concurrida de ese
día, el poner dos cestas, una para los asistentes solteros y otra para casados,
varones, en las cuales se ataba con un lazo un objeto perteneciente a una dama.
Con los sones de la orquesta de turno, cada hombre, continuando con la cara
cubierta, escogía un ligamento con su correspondiente objeto, y el que le
tocaba en suerte, bailaba con la propietaria.
Sa Jaia Corema (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
Otra de las costumbres
desaparecidas de la Corema mallorquina es Sa Jaia Corema, también conocida como Sa Jaia
Serrada, imagen adjunta, dibujada por el
archiduque Ludwig Salvator de Austria (1847-1915), insertada en su Die
Balearen; geschildert in Wort und Bild (Las Baleares descritas por la palabra y
la imagen), enciclopedia editada en 1897 en Würzburg y Leipzig (Alemania). Se
trataba de una figura de una mujer anciana y de rostro grotesco, nariz grande,
vestida de payesa, recortada sobre papel, madera o cartón, que llevaba en su
mano derecha un bacalao y verduras, y en su izquierda una parrilla, un gran rosario colgado de su
cuello; la peculiaridad de esa iconografía era que tenía siete pies pequeños y
otros sendos dientes, al que se cortaba uno cada domingo cuaresmal, y al faltar
veinte días se la aserraba por la mitad, queriendo decir que la Cuaresma ya
estaba la mitad pasada.
Solía estar colgada en la pared de la cocina, y a los
niños, si querían comer carne en esos días, se les amenazaba con mirarla
diciéndoles: “Si menges carn, sa Jaia Serrada vindrà i se t´endurà”. Hace más
de un siglo, en la plaza palmesana de Cort, se montaba un escenario donde se
aserraba una especie de maniquí vestido de Jaia Serrada. Desde el año 1980, en
Porreres, durante el cuarto domingo de Cuaresma, tiene lugar la “Mascarada d´es Jai Carnal i de sa Jaia
Corema”, un juicio popular por malas costumbres a esos dos personajes, aunque
sean entre ambos enemigos acérrimos, los cuales, simbolizados por dos monigotes
rellenos de retales de ropa vieja y paja, son ajusticiados, siendo ella, sa
Jaia, aserrada. Sus primeras representaciones gráficas las podemos hallar a
finales del siglo XVII. A principios del XIX. Mossèn Antoni Maria Alcover i
Sureda (1862-1932), canónigo y erudito de las letras mallorquinas, la describe
de esta manera: “Sa Jaia Serrada era una velleta de paper, cartró, o fusta
pintada, que representava la Corema, molt flaca, amb bacalla a una mà i un
manat de pastanagons a l´altra, amb set cames i set dents, que representaven
las set setmanes dels temps de la Corema (…)”.
Doy por concluido este artículo,
que a los lectores les parecerá que és més llarg qu´una Corema (refranero de
Mallorca), con un poema, escrito con el
más puro mallorquín, de Sebastià Alzamora, que bajo el seudónimo de Mestre
Grinos, publicado en la revista L´Ignorància durante la Cuaresma de 1884, al
que hace referencia a ese tiempo de abstinencia de carne donde los pescados,
verduras, aceitunas, alcaparras, leguminosas, hortalizas, caracoles, frutos
secos, panes, higos… eran los reyes de los fogones culinarios:
“ Arengades, bacallà,
olives i carabassa,
bledes, arrop i melassa
metles, tàperes i
pa;
cames-roges i safrà,
alls, cebes de tota classe,
bastina de tota raça,
peix d´escata si n´hi ha;
caragols sense esmocà,
aglans, figues seques, panses.
¡Vat aquí ses varies dances
qu´ara mos toca ballar!”.
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