Josep María Osma Bosch
En el artículo titulado, por mí firmado, Una ensangrentada misa de difuntos, publicado en este Blog el día 16 del pasado
mes de enero, vimos el trágico suceso ocurrido en la iglesia conventual de San
Francisco, de Palma, el 2 de noviembre de 1490
durante la celebración de la misa de Difuntos, entre las familias de los
Armadans y Espanyols, cuya enemistad ya venía de antaño; una lucha de las
incontables que siguieron durante dos siglos, y que dividieron, tanto a la
capital del Reino de Mallorca, como al resto de la isla, en dos banderías
nobiliarias, los Canamunt y los Canavall. En ese mismo templo seráfico
tuvo lugar la historia que vamos a tener conocimiento; y, aunque la fecha exacta
no figura en ninguna de las crónicas que he podido consultar, se puede datar
durante esas centurias en las cuales las dos facciones de la nobleza
mallorquina sumieron nuestra roqueta
en un estado completamente de terror, donde no faltaban a diario asesinatos y
toda clase de hechos delictivos.
Ca´n Desmur (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
Elionor Desmur y Nicolau Rossinyol de
Sagranada, eran dos jóvenes enamorados, pero con un futuro incierto en su unión matrimonial, ya
que pertenecían cada uno a un clan diferente: él, a los Canavall, y ella, a los Canamunt.
Un día, los Rossinyol solicitaron la mano de Elionor, pero la familia de ésta
la denegaron, y ello hizo que el odio entre ambos partidos se encendiese mucho
más llegando a enfrentarse en una trifulca justo delante de la Seu mallorquina, saldándose
con numerosos heridos por ambas partes llevando la peor los familiares de
Nicolau, quien después, en un estado de ira por no poder desposarse con su
amada, empezó a difundir por toda la ciudad calumnias contra ella, manchando déspotamente su nombre y apellidos.
Los de Canavall,
prediciendo lo que se venía encima, es decir, más enfrentamientos contra sus
naturales enemigos, los de Canamunt, y la mala suerte que podía correr su pariente Nicolau, quien después de ser advertido
que Mallorca no era lugar seguro para guardar la integridad física de su
persona, decidió embarcarse y alistarse en el ejército para combatir en una de
las guerras que en ese momento estaba implicada España y donde su valor fue
demostrado con gran valentía en las acciones que participó, servicios que le
fueron recompensados con distinciones. Por
su parte, Elionor Desmur con una gran depresión se enclaustró dentro su casal,
deseando que pronto le llegase el final de sus días.
Pasado el tiempo, Nicolau Rossinyol, con la
licencia total de la milicia en sus manos, desembarcaba de una galera en
Ciutat. De camino a su casa de Ca´n Granada (actual nº 10 de la calle homónima),
oyó el sonido de las campanas de una iglesia tocar a difunto. Después de ser
recibido efusivamente, y con sorpresa por sus familiares, les preguntó quien
era el finado y de qué iglesia provenían aquellos fúnebres tañidos: respuesta
que los lectores la pueden adivinar: Isabel había fallecido horas antes y se le
daría sepultura al día siguiente en la cripta de su familia en la iglesia
conventual de San Francisco de Asís.
Queriéndola ver por última vez, cubriéndose su
rostro con una capa, armado de espada, y amparándose con la penumbra de la
noche, se aposta a pocos metros de Can Desmur (actual Cambra de Comerç de Mallorca,
calle Estudi General, 7), donde en esos momentos partía la comitiva fúnebre que
llevaba el cuerpo sin vida de su antigua amada y a la que había calumniado
siete años atrás.
Ca´n Sagranada (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
Una vez en el templo, tras constituirse la
capilla ardiente, con la caja mortuoria abierta, flanqueada por cuatro grandes
ciriales, los familiares, amigos y siervos de los Desmur se retiraron a sus
casas en espera del día siguiente cuando se celebrarían las exequias e
inhumación de Isabel. En ese instante, Nicolau, que se hallaba escondido dentro
de una capilla, tras cerciorarse que no
quedaba nadie dentro de la iglesia, se acercó al túmulo, y cual no fue su
sorpresa al ver que el rostro de la finada conservada toda su belleza natural.
Minutos después, el Canavall notó que una mano se posaba sobre su hombro; era un fraile
por él conocido. Pidió confesión por sus malignas palabras de antaño. La
penitencia impuesta fue la de velar el cadáver, y a solas durante toda la noche
y a puertas cerrada, siendo el propio religioso que se encargaría de abrirle
una salida al alba.
Nicolau, después de algunas horas de mirada
fija ante el rostro de la difunta, le ganó el sueño. Pero poco duró en manos
del dios Morfeo, ya que sintió un aire gélido sobre su cuerpo. Al abrir sus
ojos, se llenó de terror al ver que delante suya se hallaba Isabel, con cara
desfigurada, que le tendía sus manos. Lleno de terror se puso a correr buscando
una salida, recordó que el templo estaba cerrado a cal y canto; con la Desmur pisándole los
talones, llegó hasta la tarima donde estaba depositado el féretro, cayendo de
rodillas delante de él.
Al amanecer, poco antes del primer servicio
religioso del día, paralizado se quedó el franciscano encargado de abrir la
iglesia, de ver el cuerpo sin vida de Nicolau Rossinyol de Sagranada sobre un
charco de sangre, con la boca abierta y con su lengua cortada, y unas manchas
sanguinolentas sobre la mortaja de Isabel Desmur, la que en vez de muerta
parecía dormida con una sonrisa en su cara.
Ahir férem la visita "Dones a l'ombra" i resulta en aquesta llegenda no es referix a n'Elionor Desmur, que fou una dona emparada als murs de la seu per voluntat pròpia, si no que en aquesta llegenda es refereix a n'Elisabet Desmur.
ResponderEliminarHo dic per si es vol rectificar i deixa la llegenda amb el personatge que toca.
Ni pajotera idea chaval.
ResponderEliminarPrimero dices elionor y luego por tres veces isabel.
En qué quedamos?