Juana María Hernández Joy
EL CORONEL MUSSET
Ya habían pasado más de dos
semanas desde su regreso de Escocia, y aún se preguntaba qué sentido tuvo el ir
hasta allí… Lo único que le había quedado claro es que su personaje nunca había
estado en Rosslyn.
Debía seguir buscando e
investigando sobre él; la única información que tenía, era que salió de
Jerusalem el mismo día que lo hizo María Magdalena, acompañando a ésta en su
viaje hacia el sur de Francia. Desde allí, salió rumbo a Britania…
(Foto: Archivo Joana Joy) |
“¿Pero hacia dónde?” Se preguntó
Magda. Sabía perfectamente que a Rosslyn nunca fue, o mejor dicho… nunca
estuvo.
La noche había sido larga, sus
visiones a través de sueños habían regresado y de nuevo aquella voz que siempre
le hablaba con dulzura a la vez que con firmeza: “Él sí llegó a tierras de
Britania, pero nunca estuvo en Rosslyn; erraste el lugar a visitar.”
Después de tomar el desayuno que
le tenía preparado el hermano Bernat, acudiría a la biblioteca; allí
encontraría lo que buscaba. Tan inmersa en ello estaba, que no se dio cuenta
cuando entró Michel y éste sin decirle nada, la estuvo observando durante todo
el tiempo en el que ella no fue consciente de su presencia.
-“Es realmente hermosa.” Se dijo
para sí mientras la iba recorriendo lentamente con la mirada. Estaba enamorado
de ella y de su belleza desde que Magda llegó por primera vez al monasterio
acompañada de su tío y protector Joan de Guillart.
Joan y él nunca fueron amigos,
pero como hermanos de la Orden que eran, se respetaban. Michel era miembro
activo de la misma, pero también agente secreto del Vaticano al servicio de la
iglesia de Roma; la misma que había seguido y perseguido a los antepasados de
Magda desde los tiempos de Marie Magdalene d´Ortells.
-“Buenos días hermano Michel, ¿es
realmente hermosa, verdad? Aunque no está bien que la mire con esos ojos de
halcón a punto de cazar a su presa, ¿no cree?” Le dijo el teniente coronel
Musset, que acababa de entrar en la biblioteca con el fin de ver y saludar a
Magda.
-“Buenos días Musset” Le contestó
Michel algo molesto al verse pillado.
-“Para usted, soy el Teniente
Coronel de Infanteria Georges Musset, no lo olvide”. Y girándose hacia Magda,
le dijo a ésta: “Niña Magda, ¿cómo estás? Ya veo que tan guapa como siempre.
-“¡Hola mi coronel, cuánto tiempo
sin verte! ¿Cuándo has llegado, y por qué no me avisaste que venías? ¡Ya, no me
respondas. Sé lo que me vas a decir! Me alegro de verte… ¿Dime, que te trae por
aquí, imagino que has quedado con tío Joan para hablar de vuestras cosas, ésas
que tanto me interesan y que nunca me contáis.”
-“Sabes niña Magda que no podemos
faltar a nuestro voto de obediencia y por supuesto, al voto de silencio. ¿No es
así hermano Michel? Le dijo, dirigiéndose a él con cierto tono irónico. Conocía
perfectamente quien era y lo que pretendía. Musset no sólo tenía contactos por
todo el mundo, sino que también era poseedor de buenas fuentes de información y
como no, también en las altas esferas de la Curia Romana.
-“Pero tú no perteneces a la
Orden, podrías hacer una excepción conmigo, ¿no crees?”
-“Magda, no me piques, ni tampoco
me provoques, sabes que no te voy a decir nada.”
-“Está bien, no insisto.” Le dijo
Magda.
(Foto: Archivo Joana Joy) |
-“Por cierto hermano Michel, creo
que el hermano Bernat lo buscaba…” Le dijo Musset, al tiempo que con la mirada
le estaba invitando para que se marchara y así hizo.
El Teniente Coronel Georges
Musset, era hombre íntegro, elegante, inteligente y todo un caballero; a pesar
de no pertenecer al Temple. Su amistad con Joan de Guillart venía de lejos, de
cuando la familia de Joan tuvo que trasladarse por un tiempo a Barcelona; allí
se conocieron y allí mismo se forjó su amistad la cual se mantenía hasta el día
de hoy.
Musset fue nieto de un anarquista
que nunca hizo daño a nadie, e hijo de un hombre inteligente que por culpa de
la Guerra Civil no pudo continuar sus estudios, el cual trabajó día y noche
para que su hijo sí los tuviera. Los primeros años y parte de la juventud de
Musset en Barcelona, su ciudad natal, fueron muy duros, ya que por ser hijo de
un obrero fue dejado de lado por mucha gente, ésa misma que años más tarde se
peleaban por tener su amistad. Actualmente era un reconocido médico, ya
retirado de la vida militar, el cual vivía en Costa Rica con su mujer, a la que
había conocido en uno de tantos viajes que hizo a Cuba, llevando una vida
tranquila y sin sobresaltos. Atrás quedaron sus años en la milicia, sus viajes
por todo el mundo, sus aventuras de “a pie” como él solía decir, incluso la
vivida durante una semana en un prostíbulo en Madrid.
-“Y como dicen en las películas…
¡por fin solos! Mira, hasta mañana que regresa tu tío, no tengo nada que hacer,
¿qué te parece si me llevas a dar una vuelta por el centro de Palma y
aprovechas de paso para invitarme a cenar?”
Le dijo Musset a Magda.
-“¡A sus órdenes mi coronel! Por
cierto, yo invito, pero tú pagas” Así era como le gustaba llamar cariñosamente
al viejo amigo de su tío.
-“¡Por supuesto mi querida niña
Magda, un caballero que se precie nunca dejaría pagar a su dama! Y esta noche, tú
eres mi dama.”
-“Ya veo que sigues tan galante
como siempre.”
-“Eso es algo innato en la
persona y que nunca se pierde por muchos años que pasen mi querida Madga.”
(Foto: Archivo Joana Joy) |
-“Cuéntame, ¿qué es de tu vida,
en qué proyecto estás metida ahora mismo? Sé que has estado visitando Edimburgo
y que no encontraste lo que fuiste a buscar, pero si otras cosas.”
-“Ya veo que estás bien
informado. Sí, fui en busca de una respuesta que no hallé, en cambio…”
-“¿En cambio, qué?” Le preguntó
Musset a ver que Magda se había quedado callada y pensativa.
-“Nada importante mi coronel,
nada importante…”
-“Está bien, ya me contarás
cuando quieras. Sabes que para ti siempre estoy disponible.”
-“Gracias. Pero no hay nada
importante que contar. ¿Qué te parece si cenamos de tapeo? Conozco un sitio
donde hacen unas tapas buenísimas y está muy cerca de aquí.”
-“¿Y dónde han quedado las buenas
costumbres de cenar en un buen restaurante?” Le dijo Musset.
-“¡Ja, ja, ja, venga mi coronel,
por un día no pasa nada! Además, sé que cuando las pruebes, te gustarán y me
dirás para volver otra vez” Le dijo Magda agarrándose de su brazo consciente de
que lo había convencido, como siempre hacia cada vez que se lo proponía.
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