Juana María Hernández Joy
EL PROTECTOR DE LA ROSA
Nada más llegar al aeropuerto de
Edimburgo, se dirigió a la parada de taxis y le dijo al taxista que la llevara
hasta St. Andrew´s Square en el centro de la ciudad donde aprovecharía para hacer
unas compras. Ya en el hotel decidió que aprovecharía para visitar el Museo
Nacional de Escocia en Chambers Street, y acabaría su primer día de viaje
cenando en el Castle Terrace, donde tenía reservada mesa para las siete de la
tarde.
Al entrar en el salón del
restaurante, el camarero le hizo un gesto para que le siguiera hasta su mesa,
cosa que ella hizo gustosamente.
-“¿Cómo, tú otra vez? ¿Se puede
saber qué haces aquí? Dijo, al ver nuevamente al atractivo desconocido que
había visto días antes en Palma.
-“Perdona, no veo por ningún lado
cartel alguno donde ponga que se me prohíbe la entrada a este lugar; además,
tenía reservada mesa. Por cierto, yo también podría hacerte la misma pregunta,
¿no crees? Te dije que volveríamos a vernos ¿ya lo habías olvidado?” Le dijo
mientras sus ojos la iban recorriendo lentamente desde arriba abajo.
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Magda se había puesto para esa
noche un pantalón negro ajustado y un top de tirantes del mismo color el cual
dejaba entrever su generoso escote; sandalias de tacón alto a juego con la
vestimenta y como único accesorio, una rosa de plata prendida al cuello con un
cordón de piel negro. Y cómo siempre, sus labios del rojo carmín que tanto le
gustaba lucir. Su larga cabellera negra, sus ojos del color de las esmeraldas,
su piel suave y tersa heredada de su madre y su abuela; conjuntamente con su
forma de vestir la hacían ser una mujer muy apetecible y deseada a ojos de
cualquier hombre. Y lo sabía, era consciente de ello.
-“Bueno, ¿te vas a sentar para
cenar, o pretendes hacerlo estando de pie? Le preguntó viendo que ella no decía
nada.
-“Ya veo que no tengo otro
remedio, así que me sentaré.”
-“Gracias. Será todo un placer
compartir esta cena contigo. Bueno, creo que ha llegado el momento de que me
presente, me llamo Fernando, soy de Palma, donde hoy por hoy tengo dos
hermanas, mis padres fallecieron hace años; y una casa que recibí en herencia
situada en la avenida Jaime III, en pleno centro de la ciudad, donde me quedo
siempre que voy a la isla. Actualmente vivo y trabajo en Madrid; allí tengo un
estudio de arquitectura. Ahora dime tú…”
-“Me llamo Magda, también soy de
Palma y poco más puedo decirte.”
Fernando -o Armand de Montenegro,
que era su auténtico nombre- sabía todo sobre ella; había ido hasta allí con la
única intención de protegerla. Joan de Guillart así se lo había ordenado,
aunque para él, más que una orden, estaba siendo todo un placer.
-“Está bien, no voy a insistir,
ya me contarás cuando lo creas conveniente. Estos platos tienen una pinta
exquisita, ¿comemos?”
-“Sí. Estoy un poco cansada y
quisiera irme pronto a dormir; mañana tengo que levantarme temprano.”
-“De acuerdo. Cenamos y te llevo
a tu hotel.”
-“No te preocupes, cogeré un
taxi”
-“Como quieras. Pero como
caballero que soy, te llevaré hasta la puerta del mismo.”
Fernando sabía
perfectamente los planes que tenía Magda para el día siguiente; ir a Rosslyn,
donde de nuevo se encontrarían. Lo tenía todo preparado para el día y también
la noche; sería algo muy íntimo entre ellos dos. Deseaba unirse a ella, que los
dos fueran uno solo. Por ese motivo, no insistió.
Nada más terminar de cenar, la
acompañó hasta el hotel, el mismo donde él también se hospedaba.
-“Gracias por acompañarme, ha
sido un placer. No creo que nos volvamos a ver, aquí me despido. Buenas
noches.” Le dijo Magda con cierto tono de seriedad, no quería que Fernando
notara lo deseosa que estaba de él, tanto como para meterlo esa misma noche en
su cama. Pero no, estaba acostumbrada a controlar todo tipo de situaciones, y
ésta, no iba a ser la primera que se le escapara de las manos.
-“Buenas noches mi Señora, que
tengáis dulces sueños.”
-“Gracias Fernando, igualmente.”
A la mañana siguiente ya lo tenía
todo preparado cuando la llamaron de recepción para avisarla de que el taxi que
la llevaría hasta Rosslyn la estaba esperando en la puerta.
Nada más salir del ascensor vio a
lo lejos una figura que empezaba a resultarle familiar… “¡no puede ser, él otra
vez!”
-“Hola de nuevo, he venido
expresamente para llevarte a recorrer la ciudad, si me lo permites, claro. Y de
paso, invitarte a cenar esta noche. ¿Qué te parece en el mismo restaurante del
hotel donde te hospedas? La comida es excelente, manjar de dioses.”
-“De acuerdo. Pero ahora
permíteme que no acepte tu propuesta de visitar la ciudad. Necesito ir sola a
un sitio. Espero que lo entiendas.” Dijo Magda sin pensárselo dos veces. Al día
siguiente su avión salía para Palma y ya no volvería a verle más.
-“Sí, claro. No te preocupes.
Hasta la noche entonces.”
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Sin palabras se quedó Fernando
nada más verla entrar en el restaurante. Para esa noche Magda había elegido un
ajustado vestido color rojo pasión que marcaba todas sus curvas y demás
encantos, los cuales sabía lucir con toda la naturalidad y sensualidad que
tenía una mujer como ella; el color de sus labios iba a juego con el vestido.
Los zapatos de tacón alto, un pequeño bolso de mano y su rosa de plata prendida
al cuello, hacían de ella una mujer realmente apetecible y muy deseable.
Tampoco había olvidado ponerse unas gotas de su perfume francés favorito… Él no
se quedó atrás, Fernando llevaba un traje con corbata a juego y unos gemelos de
oro, con forma de rosa de cinco pétalos y en el centro de la misma, un rubí,
que Magda al verlos se preguntó dónde había visto antes otros iguales.
-“He pedido un reservado sólo
para nosotros; así podremos charlar tranquilos mientras cenamos. ¿Vamos?”
-“Sí.” Dijo Magda sin titubear.
Durante la cena, Magda no había
dejado de mirarle y observar cada detalle y gesto suyo; realmente deseaba a ese
hombre y ésa noche sería suyo.
-“¿Dime, qué hace una mujer como
tú, sola, por estos parajes?
-“He venido hasta Escocia
buscando información para un trabajo de Historia.”
-“¿Por eso esta mañana has ido a
Rosslyn?”
-“¿Cómo sabes qué he estado allí?
-“Muy fácil, te he oído cuando se
lo decías al taxista, y dime, ¿la has encontrado?
-“No, la verdad es que no. Lo
único que pude confirmar es que uno de los protagonistas de mi trabajo, nunca
estuvo allí” Dijo con cierto todo de desánimo.
-“¿Y puedo saber cuál es su
nombre?”
-“En mi habitación tengo toda la
documentación, si quieres, podemos subir y allí te hablo sobre mi trabajo.”
-“De acuerdo.”
(Foto: Archivo Joana Joy) |
Nada más entrar en su habitación,
Magda se acercó a él y le besó; seguidamente y susurrándole al oído le dijo:
“te quiero en mi cama… y ahora, déjame a mí”
Y Fernando fue dejándose desnudar
por ella, muy lentamente hasta quedar totalmente sin nada; ella hizo lo propio
consigo misma ante la atenta mirada de él… deseaba excitarle mucho más de lo
que ya estaba.
-“Ven, vamos a la cama, esta
noche serás mío.”
Y Magda empezó a recorrer su
cuerpo muy lentamente entre caricias, besos, y algún que otro mordisquito…
disfrutando a cada segundo de su piel, mientras su hermosa tizona aguardaba
impaciente y de cada vez más inquieta.
-“No puedo más… ven a mí… ven…”
Le rogó Fernando.
Como buena amazona que era, se
montó en aquel corcel de pura sangre y empezó a galopar, al principio muy
despacio y poco a poco fue avanzando con más brío y fuerza hasta llegar al
final. Instantes después sus cuerpos se entrelazaron formando uno solo.
-“Nada más verte aquel día en el
bar de Palma, supe que eras un peligro de mujer. Ahora no tengo duda de ello.
Por eso y por muchas cosas más es que me enamoré de ti. ¿Sabes?”
-“¿Dime?” Contestó ella.
-“No es la primera vez que
estamos juntos mi querida Magda. ¿Recuerdas aquella mañana, qué nada más
despertarte te notaste la marca de un ósculo sujelativo en tu vientre?
Necesitaba conocerte, saber de ti y cuando te encontré… te vi tan hermosa, tan
sensual, tan mujer, que no pude evitar desear hacerte mía; no podía esperar a
verte en persona, te deseaba demasiado.”
Magda escuchaba atentamente a
Fernando, no dando crédito a lo que oía.
-“¿Me quieres explicar cómo lo
hiciste?”
-“Sabes perfectamente cómo lo
hice, tú también conoces la técnica. A pesar de que ya han pasado más de veinte
años de aquello, no lo has podido olvidar. Ni yo tampoco. Deseo nuevamente
hacer el amor…” Le dijo mirándola
fijamente a los ojos mientras sus fuertes manos comenzaban a acariciar la suave
piel de su esbelto cuerpo.
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