Josep María Osma Bosch
Hace unos días recibí un correo
de un seguidor de este Blog en el cual me expone que de las casi tres decenas
de artículos que he escrito en el mismo, ninguno de ellos lo he dedicado a
Eivissa y a Formentera; y tiene toda la razón ese amable y perspicaz lector, y
para purgar mi falta, aquí os dejo uno dedicado a la mayor de esas islas
hermanas, también conocidas como las Pitiüsas.
Pocos meses de después,
concretamente el 29 de septiembre de 1231, del tratado de Capdepera, por el
cual el rey Jaume I pasaba a ser protector de Minûrqa otorgándose la soberanía
de todos los recintos fortificados de esa isla, convino con el Infante Pedro de
Portugal, la permuta del señorío del reino de Mallorca por el condado de
Urgell, y al mismo tiempo el monarca ofrecía al portugués y al conde del
Rosselló Nunyo Sanç, por cierto, parientes suyos, la invitación de ocupar las
islas de Yâbisa y Furmintîra mediante un protocolo, en el cual Jaume I se
reservaba lo similar a lo de Minûrqa y a esos dos magnates les cedía los
territorios a ocupar en calidad de feudo. Para esa campaña, el rey fijo un
plazo de buen fin de la total conquista
hasta el 29 de septiembre de 1233, pero el proyecto no se pudo llevar a
cabo.
Alcázar de Eivissa (Foto: Archivo Josep María Osma Bosch) |
El día 7 de diciembre de
1234, durante las cortes generales de
Aragón celebradas en Alcañiz, en el Alto Aragón, el rey Jaime I suscribe un
protocolo por el cual cedía a Guillem de Montgrí, sacristán de la catedral de
Girona y arzobispo electo de Tarragona los derechos de la conquista de Yâbisa y
Furmintîra, en poder de los musulmanes desde el año 902; el prelado sería
feudatario del monarca, el cual, no asistiría por estar planificado la
conquista del reino moro de Valencia, pero se reservaba la soberanía y derecho
de guerra y paz, fijando un plazo de ocupación desde el momento de la firma del
protocolo hasta el 29 de septiembre del año siguiente; curios que en las dos
veces que el rey de Aragón propone esa conquista fija ese plazo de fin de
invasión en esa fecha.
Insuficientes eran las fuerzas
mercenarias que puedo reunir Montgrí ante tan magna empresa, Bernat Desclot,
uno de los grandes cronistas medievales, en el capítulo XV de su Crònica nos relata la respuesta del arzobispo
gerundense que le dio al rey aragonés en el momento de la firma del protocolo:
“E sia plaer de Deu, qui aquest tan ardit fet vos ha mes en cor de començar que
ell la us leix acabar, a honor sua e a profit vostre e nostre, e de tota
crestiandat. E yo don vos mil marchs d´argent e cincents muigs de civada, e
docents cavallers, e bons mil servents ab llances e ab ballestes, qui seran
bons en terra e en mar; e donarlos he bon sou, e ferlos he llur ops, e tot
quant haguen mester, tro que la terra sia conquesta”. El 12 de abril de 1235,
para reunir más efectivos, Guillem de
Montgrí suscribió un acuerdo con Pedro, Infante de Portugal y el conde Nunyo
Sanç. Algunas de las principales clausulas de ese contrato las veremos líneas
más abajo, este acuerdo se redactó según el derecho feudal catalán ad
consuetudinem Barchinone.
Según las fuentes que he
consultado para la realización de estas líneas, como son el Llibre dels Feits
escrito por el rey Jaume I, el Kitâb al-rawd al-mi´tar fî khabar al-aktâr
crónica de Íbn´Abd al-Mun´im al-Himiyârî, la Crònica de Bernat Desclot, poco se
sabe del diario de operaciones de la expedición catalana. Las tropas
desembarcaron al norte de Yâbisa, y sin hallar resistencia llegaron a la
ciudad, la cual estaba protegida por un triple recinto amurallado, el primero
situado en lo alto de un montículo coronado por un imponente castillo, el
segundo contaba cuatro puertas, y el tercero protegía un barrio situado a
extramuros. Los invasores, al ver esa, de momento, inexpugnable triple muralla
de 3,2 has., auguraban un largo asedio, aunque no fue así, ya que el día 8 de
agosto, festividad de San Ciriaco, pudieron acceder al interior, siendo el
primer hombre en hacerlo el ilerdense Joan Xicó, de la mesnada del conde Nunyo
Sanç; horas después, tanto la guarnición de la fortaleza de
como la población de la ciudad se rendían sin condiciones.
Una vez consolidada la conquista
en las dos islas, se procedió al reparto de la isla entre los magnates mediante
el protocolo Memoriale divisionis. Los gastos ocasionados durante la campaña
serían sufragados con el botín obtenido en el saqueo. Yâbisa, que en esos
momentos estaba dividida en los cinco distritos, aunque tras el reparto se
restaría uno. El alcázar y la ciudad, se fraccionaron en tres partes iguales;
igual de esta manera, pero según la aportación económica, material y efectivos
humanos aportados por cada uno de ellos, las salinas de las dos islas. El
prelado, según el protocolo firmado el 7 de diciembre de 1234, en calidad de
feudatario del monarca aragonés, se constituya en el Señor de las tierras
conquistadas recibiendo en el reparto dos cuartas partes de la zona rural,
siendo partida el resto entre los otros dos magnates: Montgrí obtuvo un cuarto
de Balansat y Ses Salines; Pedro de Portugal un cuarto de Santa Eulària y el
conde del Rosselló le tocó el cuarto de Portmany. Por su parte, la isla vecina
de Furmintîra, su parte el arzobispo de Tarragona cogió la parte oriental,
Pedro de Portugal, el sur-oeste, y Nunyo Sanç el norte de la islam´s los
islotes de S´Espardell y S´Espalmador.
Una de las principales cláusulas
del protocolo suscrito entre los tres magnates era creación de una parroquia
con un templo dedicado a Santa Maria; se construyó sobre los cimientos de la
mezquita mayor y fue dotada de unos inmuebles que se hallaban en la alquería de
Maçana y con una dotación de una renta anual de 250 besantes de plata que se
obtendrían sobre la recaudación de impuestos sobre las salinas, templo que
pasaría a depender del arzobispado de Tarragona, o sea de Montgrí, aunque este
nombró para su administración a un vicario general. Otra clausula era que los
tres magnates nombrarían en sus respectivas zonas que le tocasen en el reparto
a personas de su confianza para ocupar los cargos de batle (alcalde), veguer
(jueces), y administración. El 9 de enero del año siguiente, las dos islas
recibieron, no de parte real, sino de los tres principales actores de la
conquista, una carta de franqueza similar a la otorgada a Mallorca por el rey
Jaume I.
Como cada historia tiene su parte
de leyenda, la que hoy nos ocupa no podía ser una excepción. En la noche del 7 al
8 de agosto de ese año de 1235, mientras caían sobre el castillo de Madîna
Yâbisa enormes piedras lanzadas por los sitiadores mediante un trabuquete, el
walî (gobernador) de la isla, al entrar en su aposento quedó de piedra al ver a
su esposa y a su propio hermano realizando el acto sexual. Lleno de ira, y sin
dilación alguna, tras desenvainar su cimitarra y empuñarla en todo lo alto y
hacer rodajas a aquellos que le habían producido infidelidad, proliferó un
terrorífico grito que se pudo oír por toda la ciudad e incluso en las líneas
enemigas. Minutos después, tras traspasar a la carrera los tres recintos
fortificados, arma en mano y con una
fuerza colosal se enfrentó a un número superior de cristianos hasta caer muerto,
y en ese momento fue cuando los invasores de la pacífica y culta Madîna Yâbisa
accedieron al alcázar saqueando y dando muerte a todo ser viviente que a su
paso hallaban. Otra versión de esta leyenda, y parece las más fiable, es que el
hermano del walî, en venganza porque este último le había quitado a su esposa,
abrió una ventana de su casa que daba a la muralla y por ella entraron las tropas
cristianas; así que, si tenemos que creer esta versión, la toma de la ciudad se
produjo gracias a una traición.
Monumento de Guillem de Montgrí en Eivissa (Foto: Archivo de Josep María Osma Bosch) |
Cada 8 de agosto, durante la
festividad de San Ciriaco, patrón de Eivissa desde 1650, entre los diversos
actos que concurren en la capital de la isla mayor de las Pitiüsas, dos son los
que destacan, sin menos despreciar a los restantes; uno de ellos es depositar
una ofrenda mural en la estatua yacente de Guillem de Montgrí situada en la
Plaça d'Espanya de Dalt Vila, copia fidedigna de su monumento funerario que se
halla en la catedral de Gerona; el otro es la visita en la capilla del santo,
templo que data del año 1754, y en cuyo interior, debajo del altar, se halla la
boca de la mina excavada por los invasores para penetrar dentro del alcázar, y
donde, como hemos visto en la leyenda, el walî combatió con denuedo hasta la
última gota de su sangre para defender aquella hermosa y culta madîna que por
el espacio de casi tres siglos había sido parte de las Al- jaza'ir al Sharquiya
li-l- Andalus (Islas Orientales de Al Andalus).
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