sábado, 19 de julio de 2014

LA CONQUISTA DE YÀBISA Y FURMINTÌRA

 Josep María Osma Bosch                                 

Hace unos días recibí un correo de un seguidor de este Blog en el cual me expone que de las casi tres decenas de artículos que he escrito en el mismo, ninguno de ellos lo he dedicado a Eivissa y a Formentera; y tiene toda la razón ese amable y perspicaz lector, y para purgar mi falta, aquí os dejo uno dedicado a la mayor de esas islas hermanas, también conocidas como las Pitiüsas.

Pocos meses de después, concretamente el 29 de septiembre de 1231, del tratado de Capdepera, por el cual el rey Jaume I pasaba a ser protector de Minûrqa otorgándose la soberanía de todos los recintos fortificados de esa isla, convino con el Infante Pedro de Portugal, la permuta del señorío del reino de Mallorca por el condado de Urgell, y al mismo tiempo el monarca ofrecía al portugués y al conde del Rosselló Nunyo Sanç, por cierto, parientes suyos, la invitación de ocupar las islas de Yâbisa y Furmintîra mediante un protocolo, en el cual Jaume I se reservaba lo similar a lo de Minûrqa y a esos dos magnates les cedía los territorios a ocupar en calidad de feudo. Para esa campaña, el rey fijo un plazo de buen fin de la total conquista  hasta el 29 de septiembre de 1233, pero el proyecto no se pudo llevar a cabo. 

Alcázar de Eivissa
(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
El día 7 de diciembre de 1234,  durante las cortes generales de Aragón celebradas en Alcañiz, en el Alto Aragón, el rey Jaime I suscribe un protocolo por el cual cedía a Guillem de Montgrí, sacristán de la catedral de Girona y arzobispo electo de Tarragona los derechos de la conquista de Yâbisa y Furmintîra, en poder de los musulmanes desde el año 902; el prelado sería feudatario del monarca, el cual, no asistiría por estar planificado la conquista del reino moro de Valencia, pero se reservaba la soberanía y derecho de guerra y paz, fijando un plazo de ocupación desde el momento de la firma del protocolo hasta el 29 de septiembre del año siguiente; curios que en las dos veces que el rey de Aragón propone esa conquista fija ese plazo de fin de invasión en esa fecha.

Insuficientes eran las fuerzas mercenarias que puedo reunir Montgrí ante tan magna empresa, Bernat Desclot, uno de los grandes cronistas medievales, en el capítulo XV de su Crònica  nos relata la respuesta del arzobispo gerundense que le dio al rey aragonés en el momento de la firma del protocolo: “E sia plaer de Deu, qui aquest tan ardit fet vos ha mes en cor de començar que ell la us leix acabar, a honor sua e a profit vostre e nostre, e de tota crestiandat. E yo don vos mil marchs d´argent e cincents muigs de civada, e docents cavallers, e bons mil servents ab llances e ab ballestes, qui seran bons en terra e en mar; e donarlos he bon sou, e ferlos he llur ops, e tot quant haguen mester, tro que la terra sia conquesta”. El 12 de abril de 1235, para reunir más efectivos,  Guillem de Montgrí suscribió un acuerdo con Pedro, Infante de Portugal y el conde Nunyo Sanç. Algunas de las principales clausulas de ese contrato las veremos líneas más abajo, este acuerdo se redactó según el derecho feudal catalán ad consuetudinem Barchinone.

Según las fuentes que he consultado para la realización de estas líneas, como son el Llibre dels Feits escrito por el rey Jaume I, el Kitâb al-rawd al-mi´tar fî khabar al-aktâr crónica de Íbn´Abd al-Mun´im al-Himiyârî, la Crònica de Bernat Desclot, poco se sabe del diario de operaciones de la expedición catalana. Las tropas desembarcaron al norte de Yâbisa, y sin hallar resistencia llegaron a la ciudad, la cual estaba protegida por un triple recinto amurallado, el primero situado en lo alto de un montículo coronado por un imponente castillo, el segundo contaba cuatro puertas, y el tercero protegía un barrio situado a extramuros. Los invasores, al ver esa, de momento, inexpugnable triple muralla de 3,2 has., auguraban un largo asedio, aunque no fue así, ya que el día 8 de agosto, festividad de San Ciriaco, pudieron acceder al interior, siendo el primer hombre en hacerlo el ilerdense Joan Xicó, de la mesnada del conde Nunyo Sanç; horas después, tanto la guarnición de la fortaleza  de  como la población de la ciudad se rendían sin condiciones.

Una vez consolidada la conquista en las dos islas, se procedió al reparto de la isla entre los magnates mediante el protocolo Memoriale divisionis. Los gastos ocasionados durante la campaña serían sufragados con el botín obtenido en el saqueo. Yâbisa, que en esos momentos estaba dividida en los cinco distritos, aunque tras el reparto se restaría uno. El alcázar y la ciudad, se fraccionaron en tres partes iguales; igual de esta manera, pero según la aportación económica, material y efectivos humanos aportados por cada uno de ellos, las salinas de las dos islas. El prelado, según el protocolo firmado el 7 de diciembre de 1234, en calidad de feudatario del monarca aragonés, se constituya en el Señor de las tierras conquistadas recibiendo en el reparto dos cuartas partes de la zona rural, siendo partida el resto entre los otros dos magnates: Montgrí obtuvo un cuarto de Balansat y Ses Salines; Pedro de Portugal un cuarto de Santa Eulària y el conde del Rosselló le tocó el cuarto de Portmany. Por su parte, la isla vecina de Furmintîra, su parte el arzobispo de Tarragona cogió la parte oriental, Pedro de Portugal, el sur-oeste, y Nunyo Sanç el norte de la islam´s los islotes de S´Espardell y S´Espalmador.

Una de las principales cláusulas del protocolo suscrito entre los tres magnates era creación de una parroquia con un templo dedicado a Santa Maria; se construyó sobre los cimientos de la mezquita mayor y fue dotada de unos inmuebles que se hallaban en la alquería de Maçana y con una dotación de una renta anual de 250 besantes de plata que se obtendrían sobre la recaudación de impuestos sobre las salinas, templo que pasaría a depender del arzobispado de Tarragona, o sea de Montgrí, aunque este nombró para su administración a un vicario general. Otra clausula era que los tres magnates nombrarían en sus respectivas zonas que le tocasen en el reparto a personas de su confianza para ocupar los cargos de batle (alcalde), veguer (jueces), y administración. El 9 de enero del año siguiente, las dos islas recibieron, no de parte real, sino de los tres principales actores de la conquista, una carta de franqueza similar a la otorgada a Mallorca por el rey Jaume I.

Como cada historia tiene su parte de leyenda, la que hoy nos ocupa no podía ser una excepción. En la noche del 7 al 8 de agosto de ese año de 1235, mientras caían sobre el castillo de Madîna Yâbisa enormes piedras lanzadas por los sitiadores mediante un trabuquete, el walî (gobernador) de la isla, al entrar en su aposento quedó de piedra al ver a su esposa y a su propio hermano realizando el acto sexual. Lleno de ira, y sin dilación alguna, tras desenvainar su cimitarra y empuñarla en todo lo alto y hacer rodajas a aquellos que le habían producido infidelidad, proliferó un terrorífico grito que se pudo oír por toda la ciudad e incluso en las líneas enemigas. Minutos después, tras traspasar a la carrera los tres recintos fortificados,  arma en mano y con una fuerza colosal se enfrentó a un número superior de cristianos hasta caer muerto, y en ese momento fue cuando los invasores de la pacífica y culta Madîna Yâbisa accedieron al alcázar saqueando y dando muerte a todo ser viviente que a su paso hallaban. Otra versión de esta leyenda, y parece las más fiable, es que el hermano del walî, en venganza porque este último le había quitado a su esposa, abrió una ventana de su casa que daba a la muralla y por ella entraron las tropas cristianas; así que, si tenemos que creer esta versión, la toma de la ciudad se produjo gracias a una traición.

Monumento de Guillem de Montgrí en Eivissa
(Foto: Archivo de Josep María Osma Bosch)
Cada 8 de agosto, durante la festividad de San Ciriaco, patrón de Eivissa desde 1650, entre los diversos actos que concurren en la capital de la isla mayor de las Pitiüsas, dos son los que destacan, sin menos despreciar a los restantes; uno de ellos es depositar una ofrenda mural en la estatua yacente de Guillem de Montgrí situada en la Plaça d'Espanya de Dalt Vila, copia fidedigna de su monumento funerario que se halla en la catedral de Gerona; el otro es la visita en la capilla del santo, templo que data del año 1754, y en cuyo interior, debajo del altar, se halla la boca de la mina excavada por los invasores para penetrar dentro del alcázar, y donde, como hemos visto en la leyenda, el walî combatió con denuedo hasta la última gota de su sangre para defender aquella hermosa y culta madîna que por el espacio de casi tres siglos había sido parte de las Al- jaza'ir al Sharquiya li-l- Andalus (Islas Orientales de Al Andalus).




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