miércoles, 25 de diciembre de 2013

PERE DE SON GALL ¿EL PADRE DEL ACTUAL HELICÓPTERO?

María Esperanza Rigo

Mallorca 1895.

Llucmajor se está convirtiendo en una floreciente ciudad volcada en la industria del calzado. Se siguen trabajando los campos, fuente básica de alimentos e ingresos, pero pocas casas quedan ya en las que no exista un pequeño taller, en la que no habite un zapatero, y los viandantes ven acompañado su paso con el incesante repicar de los martillos clavando tachuelas; al tiempo, ya pasan de la docena de fábricas con más de cien operarios.
Pere Sastre Obrador "Pere de Son Gall"
(Foto: baleopolis.blogspot.com)

La vida comercial también bulle, pues la ciudad se ha llenado de locales de venta y reparación de maquinarias, herrerías... cualquier negocio relacionado con la industria del calzado es bien recibido en Llucmajor. En este ambiente, tan realista y poco dado a los sueños, en donde el trabajo era tan prioritario que no dejaba paso a la realización personal, vino al mundo Pere Sastre Obrador, más conocido como Pere de Son Gall, nombre de la finca en que vio la luz.

Pere nació ya con la obsesión de volar. Inteligente como pocos, su sed de conocimiento y su determinación le llevaron a invertir todo su tiempo y su escaso dinero en hacer realidad su sueño: inventar un aparato capaz de elevarse y descender verticalmente. Sin saberlo, Pere estaba creando el helicóptero.

Aunque sus padres habían predispuesto que fuera agricultor, Pere se matriculó por cuenta propia en el Instituto Popular Politécnico de Sevilla para hacerse perito agrícola por correspondencia, curso que consiguió acabar con unas calificaciones excelentes: un notable y nueve sobresalientes. Casi a diario se desplazaba hasta la ciudad de Palma para recibir clases particulares de aritmética, álgebra, geometría, dibujo, maquinaría, etc.

Devoraba sin descanso toda publicación relacionada con el mundo de la aeronáutica. llegó incluso a matricularse en una escuela de aviación valenciana, la Escuela Internacional Libre de Estudios Superiores, realizando el primer curso de piloto y superando sin problemas las cuatro asignaturas (álgebra, aritmética, trigonometría y topografía), si bien no se sabe a ciencia cierta si llegó a volar pese a que también se afilió a la Liga Aeronáutica de Catalunya, cuya sede para las clases prácticas se encontraba en el aeródromo de Josep Canudas, en el Prat de Llobregat. Así fue hasta 1927, año en que la precaria economía familiar le obligó a dejar los estudios y a convertirse en agricultor, tal y como habían previsto sus padres.
Cometagiroavión
(Foto: baleopolis.blogspot.com)

A pesar de todo, Pere ya contaba con los conocimientos suficientes para haber construido no solo un boceto, sino también un prototipo de artefacto que tenía en mente y que bautizó con el sonoro nombre de "Cometagiroavión". Con maderas, lonas, ruedas de bicicleta y estructuras de hierro (el aluminio aún no se conocía), Pere consiguió que su aparato se elevara más de un metro del suelo, altura que puede parecer ridícula pero debemos tener en cuenta que, unos años antes, el ingeniero Paul Comu, con mayores conocimientos y muchos más medios, logró que su prototipo se elevara apenar treinta centímetros. Los comentarios sobran.

Para ello Pere llegó a viajar hasta París para adquirir personalmente el motor de su ingenio: un Anzani, empresa que en su día proveyó a Blériot su travesía del Canal de la Mancha. Pagó por ello siete mil francos, equivalente a setecientos veinte euros de nuestros días. Para que nos hagamos una idea de la importante inversión que realizó, baste decir que un solar en el Arenal costaba por aquel entonces unos quince euros.

Consciente como era de que su aparato necesitaba muchas mejoras, lo cual se traducía en una mayor inversión que no estaba en posesión de realizar, Pere se decidió entonces a ponerse en contacto con alguna autoridades del país con el fin de conseguir financiación para su idea. La primera persona con la que contactó, allá por 1920, fue con Juan de la Cierva y Peñafiel, en aquel entonces Ministro de Guerra. De la Cierva declinó la oferta de Pere apelando a la Real Orden de 19/11/1897, según la cual no se admitían propuestas firmadas por autores sin carrera relacionada con la materia. Pero la historia no acabó aquí. Curiosamente ese mismo año el hijo del ministro Juan de la Cierva y Codorniu, patentó un aparato similar al que llamó "Autogiro". Llama poderosamente la atención que dicha patente se hizo con el prototipo sin acabar y, por tanto, sin haber sido probado, ya que de la Cierva no consiguió que su invento volase hasta el 17 de enero de 1923, tras más de veinte intentos fallidos y de treinta modelos diseñados. De Son Gall solo hizo uno.

A pesar de ello, Pere no desfalleció y siguió en su intento de conseguir fondos para llevar a cabo su proyecto, ofreciéndose incluso a aportar ideas para mejorar el invento de de la Cierva, de ahí que se conserven cartas suyas dirigidas a personajes como el general Weyler, el republicano Francesc Julià (en ese momento Presidente de la Diputación) y al Marqués de Zayas, presidente del Aeroclub de Baleares antes de que estallase la Guerra Civil. Todos ellos, de buenas maneras pero sin compasión alguna, le negaron ayuda a Pere, cerrándole así la puerta a cualquier tipo de subvención o ayuda. En toda su vida, el único apoyo incondicional que recibió Pere fue de Margarita Leclerc, escritora andaluza afincada en el Arenal quien, a través de las páginas del semanario que publicaba, el "Concepción Arenal", intentó dar a conocer al mundo la historia de este incansable luchador.

Dolido y desilusionado, Pere pasó los últimos años de su vida cultivando las tierras familiares y ofreciendo su invento como atracción, cobrando una peseta a las damas y cuatro pesetas a los caballeros que desearan verlo.

Falleció el 8 de diciembre de 1985 en el hospicio de su ciudad natal, tras donar la casa que había heredado de sus padres a las monjas a cambio de que lo cuidaran hasta su muerte pues no tenía más familiares, y así sucedió.

Sin decirlo abiertamente, siempre defendió la idea de que había muchos puntos en común con el invento de de la Cierva, tal vez demasiados, dejando así entrever un posible plagio, teoría además sostenida por los innumerables testigos que aseguraban haber visto al hijo del entonces ministro trabajando con bocetos firmados por "Son Gall".

La verdad de lo que sucedió quedó hace años ya enterrado junto a los protagonistas de esta crónica, y tal vez Pere de Son Gall no figurará en los libros como posible inventor del actual helicóptero, pero nadie podrá negar que su espíritu intrépido y emprendedor dejó en nosotros una profunda huella ya que, a fin de cuentas, personas como él, humildes, sencillas pero apasionadas, son las que consiguen los mayores logros.

Que nos sirva de ejemplo. Gràcies Pere. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario