miércoles, 15 de octubre de 2014

PALMA, CIUDAD DE ROMA

Josep María Osma Bosch


Corría el  verano del año 123 a.C., cuando el Senado de la República de Roma ordenó al cónsul Quintus Caecilius Metellus realizar una invasión a las islas Gymnesiai también llamadas Baliarides (Mallorca, Menorca y Cabrera), de la cultura talayótica, con el pretexto que esas islas, según el cronista romano Floro:“Baliarides per tempus insulae piratica rabie maria corruperant”, es decir, que la Baleares eran amparo de piratas que abordaban las naves romanas que efectuaban su ruta comercial por esa zona del Mare Nostrum. Hay que decir, que dicha empresa bélica no afectó al resto de las islas del archipiélago, es decir, a las Pityousay (Eivissa y Formentera), de la cultura púnica, fundadas por Cartago en el año 654 aC, con su capital Eubusus, tenían un acuerdo con Roma tanto comercial, cultural y de no agresión, lustros después, como bien sabemos,  se ensartarían en varias guerras.

El lugar de desembarco en Mallorca es inseguro, pero, debido a los restos arqueológicos hallados en S´Illot, Sa Vall, Colonia de Sant Jordi, Santanyí y Ses Salines, hacen pensar que pudiera haber sido en uno de esos términos, incluso que allí se fundó la Urbs Palmensis. Metellus halló gran resistencia indígena con los feroces y diestros honderos, antaño al servicio de Cartago y futuros milicianos de Julio Cesar en las Galias, el mismo Floro los catalogó como ”homnies fero ataque silvestres”, aunque después de haberse consolidado la conquista, tanto invasores como invadidos, estuvieron en buena armonía e integrándose mutuamente, tal como lo demuestran los hallazgos en algunos yacimientos arqueológicos.

Dos años más tarde, una vez consolidada la ocupación, Metellus, tras recibir el título de “Balearicus”, hacer venir de Hispania a 3.000 colonos, la mayoría veteranos legionarios ya retirados del servicio activo y funda las poblaciones en Maiorica (Mallorca) de Pollentia, Palma, Bochorum, Tuccis y Gunnis, no sabiendo la localización de las dos últimas citadas. Las Balearides pasan a depender de la provincia romana de la Hispania Citerior Tarraconensis. Entre los años 16 y 13 aC, el emperador Augusto creó los conventus civium romanorum, unos distritos jurídicos, cuya legislación se basaba en Ius Latii, el Derecho Latino dentro de cada provincia en Hispania; las Baliarides dependerían del convento situado en Carthago Nova. En el año 212 dC, el emperador Lucius Septimius Bassianus, conocido con el sobrenombre de Caracalla, en uno de los puntos de su  Constitutio Antoniniana otorgaba la ciudadanía romana a todos los hombres libres de las ciudades de su imperio, incluyendo las Balearides. Bajo el imperio de Dioclesiano, entre los años 284-305 dC, las Balearides formaron parte de la provincia Carthaginensis; en el 380 dC, el emperador Teodosio crea la Provincia Insulae Balearides.

Sobre la impronta romana de la parte rural mallorquina y la de la isla de Menorca las trataré en futuros artículos, centrándome el presente en la capital balear.


Arc de la Almudaina (Palma)
Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Palma, que es sinónimo de victoria, se fundó sobre un pequeño núcleo talayótico. Dos fueron los recintos amurallados que dispuso. El primero se inició como una torre de vigilancia en el actual alcázar de la Almudaina siguiendo desde la Plaza de la Reina hasta la del Roser; su núcleo de población la formaban militares, campesinos y gente de mar. El segundo, años más tarde, con la demografía anterior, más el añadido al norte con la calle Palau Reial, Conqueridor, Cort, Santa Eulalia, al este por las calles Morei, Portella, Sant Pere Nolasc ,Palau Episcopal hasta la muralla marítima. Estaba trazada octogonalmente, con una  zona principal que la cruzaba llamada cardus, esa zona ,la principal de la urbe, se podría situar a la altura del Estudi General Lul-lià, en la calle Sant Roc, siguiendo por la calles Estudi General y Palau Reial, Cort y Santa Eulàlia y que enlazaría a extramuros  por una puerta de muralla en lo que actualmente son  la plaza de Cort hasta la plaza Major, calle de Sindicat, donde se empezaría la vía que conducía a Pollentia; por otra parte,  el decumanum, que la seccionaba en cuatro partes, serían hoy en día la zona del barrio de Sa Calatrava,  Catedral, Costa de la Seo y el camino que iba hacía Porto Pi. Los habitantes de esos primeros tiempos romanos de Palma, unos 2.500, eran de varias clases sociales: ciudadanos libres, propietarios, comerciantes, marinos, militares, libertos, rurales y esclavos.

El municipium estaba regido por el derecho romano y  por el ordo decurionum, cuyos miembros estaban bajo la supervisión del Praefectis Insularum Balearium; la parte  religiosa, el culto al emperador y los dioses estaba a cargo de los flamines, sobre esos dignatarios religiosos conocemos el nombre de dos gracias a unas lápidas sepulcrales halladas en el año 1940 en PortoPi: Caius Aburus Montanus  Julius Gratus y Lucius Montanos,  procedentes de la tribu Velina, predominante en la isla; otras tribus que tuvieron importante presencia fueron las de Galeria y Quinina.

El cristianismo hizo su aparición poco antes del siglo V, siendo uno de los lugares donde practicaban sus rituales religiosos la cueva de San Martí, en Alcúdia. El primer prelado que se tiene conocimiento es la de un obispo llamado Helías; ejemplo de esos templos paleocristianos en la isla de Mallorca, y fácilmente localizables y en ruinas, son las basílicas de Son Peretó (Manacor), Sa Carrotja (Porto Cristo, Ses Salines, Santanyí)); S´Horta d´en Palmer (Campos); Cas Frares de Son Fiol (Santa Maria del Camí), Son Fernandí (Campos)...
 
Parte de la colección de monedas
romanas del autor.
(Foto: Josep María Osma Bosch).
En Palma, pocos son los vestigios visibles de esa época: los de los subsuelo del Estudi General Lul-lià pertenecientes al foro y templo de la urbe; en el Museo de Mallorca, gran variedad de piezas de cerámica y de metal, un monetario de casi un millar de monedas de bronce, parte de un cargamento de un barco hallado en la costa de la Colonia de Sant Jordi, en el levante mallorquín, lápidas y urnas funerarias, joyas, bustos y esculturas incompletas de varios emperadores y de personas anónimas , pequeñas representaciones en bronce de deidades, armamento, pedestales y capiteles de columnas, culinarios, incensarios, dos Tabulaes patronatus bochoritana, frascos y botellas de cristal, máscaras teatrales; Porta de la Almudaina o de La Cadena, la Bâb Hidjnawî  de la Madîna Mayûrqa, que seguramente se cerraba al ocaso con una verja de hierro; un posible teatro en el manzanario que agrupa la plaza Joan Carles I y las calles Brondo, Paraires y Jovellanos; la lapidinae, o sea, una cantera; hoy en día cubierta por edificios en Dalt Murada, en la plaza de Llorenç Villalonga, una necrópolis y restos de muralla en la misma zona; los restos de un campamento militar  o villa rural adosada al Hospital Universitario de Son Espases; Jardín Episcopal, un trozo de muralla; lienzos de muralla en los sótanos del Museo Diocesano

En el año 465 de nuestra era, los vándalos ocuparon nuestro archipiélago destruyendo todo lo que se les cruzaba, y la urbs palmensis no fue una excepción, era el fin de  la Palma romana tras casi tres siglos y medio de existencia.




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