JOANA JOY
LOS TRES CABALLEROS
Después de comer, tío Joan y su
buen amigo Musset se quedaron hablando
de sus cosas y disfrutando de una copa de buen cognac francés con el que el
antiguo militar había obsequiado al nuevo Hermano Mayor de la Orden.
-Realmente es digna hija de su
padre, tienes que reconocerlo –dijo Musset –y es normal que quiera saber.
-Lo sé. Es inteligente, hábil,
discreta, prudente, decidida y cómo no, toda una mujer que sabe muy bien lo que
quiere.
-Repito, digna hija de su padre.
Y, lamento decirte que te conoce demasiado bien, mejor de lo que crees. Te has
olvidado de arriesgada, que también lo es.
-Sí, también. Ha dado buena
muestra de ello.
-Me pregunto cuánto tardará en
querer saber quién es Fernando en realidad, si no lo ha hecho ya.
-No, aún no. Pero cuando lo haga,
le diré que debe averiguarlo por sí misma, que es otra prueba más para alcanzar
su meta. Cambiando de tema –dijo Joan de Guillart –gracias por la información
que me has dado y por éste buen cognac.
-Sabes que siempre estoy a tu
disposición.
-Lo sé, y te lo agradezco. A día
de hoy, me sigo preguntando ¿por qué no quisiste entrar en la Orden?
-Me conoces bien, mi buen amigo y
sabes que no soy hombre de reglas; salvo las mías.

-Armand…recuerda el nombre,
Armand… -le dijo nuevamente aquella voz dulce –Fernando sólo es el que utiliza
dentro de la Orden, pero su verdadero nombre es Armand de Montenegro,
descendiente directo por línea paterna y desde tiempos lejanos de la familia
del mismo nombre. Él es tu Destino.
-¿Estás bien niña Magda? –le
preguntó Musset que acababa del entrar en la biblioteca.
-Sí, mi coronel. Simplemente
estaba inmersa en mis pensamientos. ¿Dime, hasta cuándo te quedas?
-Mañana por la tarde salgo para
Paris.
-Perfecto entonces. ¿Qué te
parece si te invito a cenar?
-Sabes que nunca tengo un No para
ti, mi niña Magda.
Ya en el restaurante, Georges
Musset no dejaba de observarla, -¿dime, qué ronda por esa cabecita tuya?
-Me conoces bien mi coronel. Hace
tiempo que tengo a alguien en el pensamiento y no sólo no puedo dejar de pensar
en él, sino que parece que el destino se ha empeñado en que lo vea cuando menos
me lo espero y en los lugares más insospechados.
-¿Puedo saber su nombre?
–preguntó Musset sabiendo perfectamente cuál sería su respuesta.
-Fernando, se llama Fernando.
Aunque empiezo a dudar de que ése sea su verdadero nombre.
-Mi querida niña Magda, su nombre
es Armand de Montenegro, descendiente de uno de los tres Caballeros que en su
día y entre ellos, hicieron un juramento de Lealtad.
-¿Tres Caballeros, dices?
¿Quiénes eran esos tres Caballeros? Y por favor, no me digas que ahora no es el
momento para decírmelo.
-Uno de ellos era Joan de
Guillart, otro y como ya te he comentado, fue el padre de Armand y el tercero,
tu querido y siempre estimado padre.
Magda se quedó sin palabras, no
sabía que decir, sólo recordaba las palabras que pocos minutos antes le había
dicho aquella dulce voz -¿me estás diciendo qué todo tiene conexión?
-En la Orden lo tienen todo atado
y bien atado, no lo olvides. Sólo Joan de Guillart decidió permanecer soltero y
ofrecer por entero su vida y todos sus
conocimientos a la Orden.
-Entonces, ¿Fernando sabe
perfectamente quién soy yo?
-Sí. Desde aquella mañana en la
cafetería de Plaza España, tío Joan lo mandó para que tuviera un primer
acercamiento contigo. También en Escocia, aunque en aquella ocasión fue
diferente, no sólo te siguió durante todo el viaje, sino que también te
protegió.
-¿Protegerme, dices? ¡Me valgo
por mi misma y no necesito a nadie que me siga, y mucho menos que me proteja!
¡Y lo sabes!
-Algún día lo entenderás todo Mi
Señora. –le dijo Musset mirándola con dulzura. –por cierto, enhorabuena por tu
hazaña durante el Capitulo, sólo el nuevo Hermano Mayor fue capaz de
reconocerte. Ni siquiera Fernando reconoció tus bellas manos. Fue un fallo por
parte de él.
-O simplemente, no era el momento.
¿No crees?
-Exacto mi querida Señora. Veo
que no se te pasa ni una.
Después de cenar, fueron
caminando tranquilamente hasta el coche de ella. La noche era fría, pero no el
corazón de Magda. Ansiaba volver a verle…
-Niña Magda, no pienses tanto.
Volverás a verle, pero él no debe saber que tú conoces su verdadera identidad.
¿Entiendes?
-Perfectamente mi coronel. Dime
¿por qué me estás diciendo todo esto? Soy consciente de que debía averiguarlo
por mí misma.
-Sí, así es. Pero después de la
conversación mantenida con tu tío, decidí que debía y estaba en la obligación…
mi obligación de decírtelo. Y vuelvo a repetirte, él nunca debe saber qué tú
conoces su verdadera identidad. No, hasta que llegue el momento. Y por
supuesto, tampoco debes decirle a tu tío que hemos mantenido esta conversación.
Me mataría si supiera que te lo he dicho.
-¿Matarte? ¿Tío Joan? No creo.
Eso sí, enfadarse sí. Y mucho. Doy fe de ello -después del comentario de Magda
, los dos se echaron a reir.
Ya en su habitación del convento
y después de darse un baño relajante, recordó toda la conversación mantenida
con su buen amigo el coronel Musset. Todo lo dicho por él, más la información
que ella misma se encargaría de buscar y obtener, confirmarían muchas de sus
dudas. Pero ahora, sólo deseaba relajarse y esperar a que Morfeo fuera a su
encuentro y la condujera al país de los sueños
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